Desde hace un año los habitantes de Las Brisas de Chicureo cuentan con la Tienda Purísima. Cada vez que tienen un matrimonio, un cumpleaños o una simple comida a la que no quieren llegar con las manos vacías, acuden al perfil de la tienda en Facebook, escogen entre una variedad de manteles de lino bordados, copas talladas, juegos de platos, fuentes para ensaladas y soperas, objetos decorativos y de mesa en general. Al cabo de unas horas los clientes reciben en sus casas un paquete bien presentado, listo para regalar. También hay algunos fieles que envían mails directamente haciendo pedidos, que siguen a la tienda en los bazares en que participa y no necesariamente están buscando regalos.

“El negocio partió porque me encanta invitar a comer a mi casa. Soy bien cocinera y me gusta poner la mesa bonita. La gente veía los juegos y las combinaciones de colores, de distintos tipos de platos y fuentes, y me preguntaba dónde conseguir esas cosas”, cuenta una de las socias de Tienda Purísima, la dueña de esta casa en Las Brisas de Chicureo.

Ella, su marido y los más grandes de sus cuatro niños, llegaron hace 8 años a otro sector de Chicureo. Ahí se hicieron una casa con aires rústicos que les encantaba, pero por cercanías con los colegios debieron dejarla después de unos años. “Me pasaba que el estilo de casa aquí me parecía más contemporáneo, se salía de lo que prefiero. Pero encontré esta casa y me enamoré. Me pareció que tenía mucho potencial por la distribución, la iluminación y el sitio sin jardín hecho aún. Me gustó la altura y sobre todo la piedra que se utilizó en su construcción. Sentí que iba a poder darle la calidez que tenía mi otra casa”, recuerda su dueña. En todo lo que aún no estaba terminado, pusieron madera de demolición. “De hecho, el techo del estacionamiento era la fachada de una casa. Nos dio lo mismo que algunas tablas estuvieran partidas, que a la mayoría se le vieran los clavos. Me advertían ‘que complicado poner elementos tan rústicos a esta casa tan contemporánea y limpia. Pero al final resultó”.

El jardín no era más que tierra. No había nada. Ellos quisieron crear distintos sectores. En uno está el quincho, donde usaron maderas de demolición sobrantes, con un mesón en obra que recupera la piedra con que se hizo la casa. “Pusimos un fogón grande que es el corazón de todas las reuniones. En la noche, con el sonido del campo, el fogón es perfecto. Se crea un ambiente muy rico. No queríamos que todo fuera pasto e hicimos otro sector con unas tinajas. Ahí se puso la cama elástica, para que quedara totalmente fuera de la visión”. De esa manera no arruina el trabajo que realizó con ayuda de la paisajista Fernanda Larraín.

Muchos de los muebles fueron heredados. Otros los consiguieron en frecuentes idas a Franklin y el Parque de los Reyes. La misma dueña de casa ha intervenido varios con capas de pintura en colores muy vivos, con verdes o turquesa. “Siempre recurro a muebles antiguos para dar un toque de calidez en cada espacio”, dice ella. “En mi salita el televisor está sobre una mesa chanchera. Pero todos esos muebles más rústicos están combinados con otros más modernos, como nuestra mesa de centro”.

Junto a su marido están perfectamente sincronizados en esta intención de hacer de su casa lo más acogedora posible; para ellos mismos, su familia, sus amigos y los amigos de sus hijos. “Tratamos de que sea muy estética, pero con mucha calidez. Es puro cariño que le hemos puesto, mucho amor y dedicación. No es casa museo para nada. Mis niños entran y salen, ocupan el living y todos los espacios. Todo se usa, después se limpiará si es necesario, pero la idea es que convoque y lo pasemos bien”, dice la dueña y socia de la Tienda Purísima.d

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