Bangkok boutique
La capital tailandesa ofrece algunas de las mejores experiencias hoteleras del mundo. Plagada de establecimientos fastuosos, delicados y de servicio sublime, hay un pequeño grupo de alojamientos íntimos y de diseño. The Siam es uno de los más inolvidables.


La ciudad no se detiene. Bangkok pareciera ser un corazón enorme que no para de latir fuerte y a ritmo acelerado. Sobre sus arterias cargadas de calor, humaredas provenientes de cocinas callejeras desplegadas por doquier y atascos fenomenales se entremezclan hoteles soberbios, centros comerciales tan elegantes como gigantescos y restaurantes de sabores únicos. El río Chao Phraya, el enorme afluente que cruza como extensa autopista acuática la urbe, también es un hervidero con su ir y venir de humildes embarcaciones, botes-taxi y grandes y elegantes yates que al caer la noche hacen las veces de refinados restaurantes flotantes.
La capital tailandesa es una delicia para el foráneo, con experiencias hoteleras que pueden ir desde las más humildes a las más onerosas. Lo que sí es un denominador común en todas ellas es el espíritu de servicio y hospitalidad. No importa el presupuesto, la atención siempre resulta amable y delicada. La sonrisa jamás se aleja de los rostros de los empleados y el idioma no es obstáculo cuando de lo que se trata es de complacer al huésped.
Desafío familiar
¿Dónde alojarse en Bangkok? La decisión no es sencilla. Puede ser en alguno de los hoteles más reputados de la ciudad, como el Mandarín Oriental o el Shangri-La. Al lado de estos, eso sí, existe un puñado de establecimientos pequeños, íntimos y de diseño que se han convertido en algunos de los preferidos por los turistas bien informados que llegan a esta parte del mundo.
Y entre ellos destaca The Siam, uno de los establecimientos más encantadores de la urbe, un premiado hotel que ha sabido combinar tradición, delicadeza, diseño y modernidad a orillas del gran río de Bangkok.
El terreno donde hoy funciona The Siam fue comprado en 1973 por Kamol Sukosol, un empresario que durante años estuvo a cargo de la importación de los autos Mazda en Tailandia. Amante del Chao Phraya y los botes, Sukosol construyó un embarcadero en el lugar, mientras que el terreno funcionó en sus inicios como un concurrido restaurante de mariscos y pescados.
El 2005 surgió la idea de reemplazar el restaurante por un hotel. El lugar era inmejorable en ese privilegiado paño ubicado en el histórico y aristocrático distrito Dusit. El proyecto se convirtió en un desafío para los Sukosol.
Al frente de la concepción y diseño se ubicó Krissada Sukosol -un afamado actor y cantante que divide su vida entre escenarios y proyectos hoteleros- y el renombrado diseñador de interiores Bill Bensley, cuyo estudio ha estado a cargo del diseño y paisajismo de más de 150 hoteles y resorts a través del mundo, muchos de ellos en Asia.

Serenidad y simpleza
La idea del The Siam fue que no solo se tratara de un hotel, sino que fuera una residencia de antigüedades y objetos de arte. Que el lugar, en definitiva, fuera una mixtura de galería y antigua y elegante casona thai inspirada en la época del monarca Rama V (1853-1910). Liderados por el arquitecto Khemyadee Paopanlerd, la idea central fue levantar un hotel sereno, simple, elegante y de belleza natural. Así los colores negros, blancos y crema se mezclaron con madera, cuero y piedras. Los resultados se dejan ver en sus cuidadas y elegantes 39 villas y suites, donde la presencia thai, china y art déco conviven en cada rincón de las acomodaciones. El sereno ruido del agua que cae a pequeñas piletas y el bambú que se eleva en cuidados jardines interiores se entremezclan con lugares elegantes e íntimos, como una sala de proyección de películas que pareciera de otra época y una apacible biblioteca en donde se pueden revisar y leer algunas primeras ediciones de textos tailandeses.
“El hotel se destaca por su diseño, ubicación y un servicio personalizado. Todo para huéspedes sofisticados que buscan experiencias de alto nivel, pero auténticas”, explica Jason M. Friedman, gerente general del hotel.
El diseño también convive con los sabores únicos del restaurante Chon, donde además los huéspedes se pueden inscribir en alguna de sus clases de cocina thai que incluyen paseos a mercados locales. La elegancia y dedicación se repiten en lugares como el gimnasio (donde se pueden tomar clases de muay thai), en el hermoso y apacible spa, en el patio interior (inspirado en las estructuras de madera y metal del Museo de Orsay de París) y en ese muelle de madera que sobrecoge con su escenografía del río, la ciudad y el cielo anaranjado y tormentoso cuando cae la tarde.
Como para quedarse para siempre.
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