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Cradle to Cradle: La nueva revolución industrial

Un cambio de paradigma y toda una revolución. Porque la sustentabilidad ya no basta, hablamos con Michael Braungart, químico y coautor del libro que marcó un hito en el modo de pensar los procesos productivos.

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“Este libro no es un árbol”, dice el primer capítulo de Cradle to Cradle: Remaking the Way we Make Things (De la cuna a la cuna: Rediseñando la forma en que hacemos las cosas)

, publicado el año 2002  por el químico Michael Braungart y el arquitecto William McDonough. Con esta sentencia y la edición de 190 páginas en papel sintético 100% reciclable, cambiaría para siempre el paradigma de los actuales procesos productivos. En sus páginas se critica al tan amigable concepto de sustentabilidad, porque según aclaran sus autores esta y todo lo que implica el hecho de minimizar la huella de carbono sobre el planeta no es más que retardar su inminente proceso de destrucción, en el cual la raza humana está incurriendo y al que tarde o temprano llegaremos igual.

Cradle to Cradle plantea un cambio profundo, asegurando que lo que realmente debemos hacer es aprovechar nuestra condición humana y de asiduos consumidores para crear productos que tengan un impacto positivo para el medioambiente y que nuestro consumismo sea un aporte a la naturaleza y no un constante daño, por mínimo que sea. En términos concretos, compramos unas zapatillas que al dejarlas de usar las plantamos en el jardín y se transforman en fertilizantes para los árboles.

Tradicionalmente los productos se manufacturan de forma lineal, en un ciclo ‘cradle to grave’ (de la cuna a la tumba); es decir, se fabrican, se usan y se desechan, transformándose en basura, mientras que los procesos de la naturaleza son más efectivos y sus ciclos son ‘cradle to cradle’, es decir vuelven al mismo origen: a la tierra. La principal ventaja es que en ciclos cerrados como estos, la necesidad de nuevos recursos naturales se vuelve mínima o nula, lo mismo ocurre  con un producto diseñado ‘cradle to cradle’, ya que tiene un menor impacto sobre los ecosistemas y la salud de los seres humanos.

¿Cómo definirías la forma de pensamiento 'cradle to cradle'?  Es usar la innovación y calidad para hacer nuevos productos y pensar en un bien mayor. La sustentabilidad es el punto de partida, pero tienes que ir más allá y considerar, por ejemplo, el medioambiente y la salud, o la economía y la sociedad al mismo tiempo. Si consideras que la fruta y los detergentes son productos del sistema biológico, mientras que una lavadora o un televisor funcionan en la tecnósfera, y si en ambos casos generamos productos que no desprenden desechos, es bueno tanto para la biosfera como para la tecnosfera.  A la gente hay que apoyarla, no controlarla, usando la discusión medioambiental para la innovación. Ya no se trata de vender un material sino vender el uso de ese material, y por eso hay que incentivar el uso del mejor material posible. Hoy en día las mejores ventanas con tecnología ya no se venden como ventanas, sino como vistas garantizadas por 25 años, de visión clara y aislada. Las compañías se trasforman en bancos de materias primas, y ya no venden el material sino el uso del mismo.

En tu libro propones un cambio de paradigma en el diseño y en la forma de abordar su  desarrollo, ¿Cómo y cuándo comenzó este proceso? Partió con un gran desastre químico en Suiza, el año 1986, cuando era estudiante, yo estaba hablándole a la industria química sobre sustentabilidad, pero eso no era suficiente porque era el mismo modo de pensar que había generado el problema, por eso tenía que buscar soluciones en otras culturas y mirar hacia otros países. Originalmente la gente ha querido minimizar su huella de carbono, pero yo quería transformarla en una huella de carbono beneficiosa y que su finalidad no fuera destruir el planeta sino al revés, apoyar el desarrollo de este. Desde que creé el concepto científico hasta la implementación real transcurrieron 20 años. Actualmente hay muchos proyectos que no solo son buenos para la economía y el medioambiente, sino que también para la gente.

¿En qué medida el mundo del diseño y las industrias en general han incorporado el concepto 'cradle to cradle'? Está siendo prácticamente como un tsunami amistoso, que involucra mucho dinero. La Unión Europea invirtió 100 billones de euros en investigación para procesos 'cradle to cradle', cada vez hay más ciudades 'cradle to cradle', incluso hay un  programa de islas como Taiwán y  Long Island en Nueva York que lo han incorporado en sus procesos. No pensé que esto iba a agarrar vuelo tan rápido; actualmente Holanda es un país que está realizando todas sus compras gubernamentales bajo este concepto.

A través de tu trabajo has demostrado que es posible aplicar lo planteado en el libro, ¿en qué proyectos estás trabajando actualmente? Estamos trabajando con Puma y esto es importante para ustedes porque los diseñadores son muy relevantes. Tengo un contrato hasta el 2021 con Puma, ellos quieren cambiar todos sus químicos a procesos 'cradle to cradle'. Ya salió la primera colección y se llama Puma InCycle, son zapatillas y poleras diseñadas desde la tecnosfera a la biosfera.

Sudamérica y Chile, en particular, están en proceso de desarrollo pero tratando de respetar sus recursos naturales ¿Cuál es tu visón sobre este tema? Chile posee las más grandes reservas de cobre del mundo, y me gustaría recomendar  que dejen de vender la materia prima y comiencen a vender el uso del cobre . Actualmente la tasa de reciclaje de cobre es muy baja y hoy  la gente no necesita comprar el cobre sino que el uso de este. Por lo que Chile debería transformarse en vendedor del uso del cobre, de esta manera el país se convierte en un gran banco de materias primas conservando sus recursos naturales y no destruyendo el medioambiente. Para hacer una tonelada de cobre se generan aproximadamente 800 toneladas de material de desecho.

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