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De detalles y en blanco

Ocho meses de inspiración, de ideas locas, de mirar revistas y páginas web, de sentarse a pensar cómo sería cada rincón de esta casa. Ese fue el tiempo que le tomó a Cote Mujica dejar esta casa en la playa, soñada. Lleva la decoración y el buen gusto en la sangre. Ya la conocemos, estuvimos hace unos meses en su casa en Santiago, en pleno barrio Pedro de Valdivia Norte, y ahora nos animamos a visitarla en Zapallar.

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"Toda mi vida había querido una casa en la playa", nos cuenta Cote Mujica. "La búsqueda fue agotadora, años nos demoramos. Encontrábamos casas para arreglar que nos encantaban, hacíamos la promesa y con plano en mano llegaba otro tipo y la compraba. Buscamos en Zapallar, en Cachagua, en Ritoque, por muchos lugares de la zona... hasta que llegó un minuto en que Aníbal, mi marido, me dijo no más. Dos semanas después me llamaron por esta. Me tincó mucho, la describieron como una casa de cuento, bien ubicada. Le pedí a mi marido que por favor me acompañara, que si no nos gustaba no seguía con esto. Y nos gustó, aunque más a mí que a él". Es que claramente es una casa con la que cualquiera soñaría.

Los baños, antiguamente con tinas, fueron intervenidos y transformados con duchas challas, baldosas Córdova en tonos grises y blancos, cortinas de gasa que hacen de puertas en las repisas, y canastos de bambú para guardar cremas, toallitas y productos de baño.

En un terreno de más de 400 m², en plena calle Diego Sutil de Zapallar, rodeada de casas remodeladas y hoteles boutiques. La casa principal cuenta con living, comedor, cocina, dos dormitorios y dos baños, además de una casita trasera para invitados, con una pieza. Cuando la vieron por primera vez  la encontraron oscura, de techos bajos y decoración más tradicional; sin embargo, inmediatamente sintieron que había mucho por hacer. Les gustaron sus rincones, sus caminitos por el jardín, sus puertas, que fue lo único que mantuvieron de la casa original, el ambiente y el lugar en general. Sus paredes y pisos estaban viejos. Acertadamente, abrieron el techo elevando la altura de los espacios comunes, living, comedor, cocina, dejando al descubierto sus vigas y pintando todo del mismo color: blanco. Revistieron murallas interiores y piso de pino pintado blanco y vitrificado."Para la playa no me interesaba nada moderno, nada design. No pedía mucho, ni siquiera vista al mar. Solo que fuera acogedora, un lugar para desconectarse, en donde pudiese decorar yo de una manera más suelta, más hippie, mezclando rústico, con playa, con campo. Me obsesioné con el blanco, no sé por qué blanco se me imagina playa", nos cuenta. Casi un año, de papeleos  y trámites, tuvo que esperar la Cote para cerrar el trato. Resistiéndose a comprar muebles y decoración,  llegó un minuto en que se decidió a comenzar. "Tenía un plano de la casa y empecé. Lo primero que pensé: me encanta cocinar.

La terraza de invierno es el lugar ideal para sentarse a leer un buen libro en la mecedora de la esquina, con la luz que entra por sus ventanas con cortinas de gasa, o instalarse a tejer en el telar, donde la Cote practica y fabrica preciosos tejidos que se exhiben en las murallas del living y de su pieza.

Me imaginé una cocina abierta, bonita, limpia, que se incorporara con la chimenea, con el living. Me gusta estar con mis amigos mientras cocino, escuchar música con una buena copa de vino, compartir. Quise tener todo junto, incorporado, botar paredes y armar algo más loco, 'antisantiago', distinto. Algo totalmente familiar, de amigos, abierto", nos cuenta.

"La lámpara del living la compré en Av. Italia. Es tejida y me gustó mucho eso, que hubiese harto tejido en la casa, entre las lámparas y mis telares".

Fue ahí cuando se le ocurrió la cocina isla, pero siempre con ganas de hacerla diferente. Darle personalidad, un toque distinto. Contactó a su amiga Daniela Santa Cruz para que le pintara un cuadro que pudiese luego martillar en el frente del nuevo corazón de la casa. Con tanto blanco, no tuvo miedo a experimentar con colores fuertes y alegres, y así fue. Su amiga comprendió perfectamente lo que la Cote quería y con un dibujo loco, mezcla de frutos japoneses, frutas y flores como orquídeas, logró centrar todas las miradas en este punto: la isla. Las cubiertas de madera vitrificada son especiales para este espacio y un gran lavaplatos, a la antigua, de  gran profundidad y superficie fueron diseñados a medida por la dueña de casa, su orgullo. El comedor lo compró y tapizó las sillas con una tela de tacitas que le encantó. La alacena es del Parque de los Reyes y el papel mural, de Anthropologie. Por su tienda de ropa De Afuera, ubicada en Alonso de Córdova, le toca mucho viajar a comprar ropa y es en esos viajes cuando vitrinea, no solo pensando en su tienda, si no también en su casa, y esta vez su casa de playa. Fueron viajes cargados, en que traía por mano desde lámparas, candelabros, tacitas y platos… hasta papeles murales. Tanto le gusta el tema de la decoración que hoy también hace asesorías; junto a su marido, que diseña muebles, son un dúo.
Mail: cotemujica@gmail.com.

En su mayoría de anticuarios, bazares y ferias son los muebles de esta casa. Tiendas de diseño hay pocas. La Cote es así, busquilla, intensa y apasionada. Su casa es reflejo de eso. Cada detalle y cada rincón llevan su sello. Le gusta estar rodeada de gente, y de eso nos percatamos cuando al irnos nos cruzamos con parte de las visitas que tendría ese fin de semana, una prima con su hijo a los que más tarde se sumaría su hermana junto a sus dos niños.

INSPIRACIÓN

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