Llevamos varios años ya haciendo ediciones especiales sobre sustentabilidad y considero que cada vez se justifican menos, no porque hayan perdido relevancia; al revés, el tema si uno analiza un poco el mundo en el cual estamos viviendo y cómo el ecosistema pide cambios a gritos, está más vigente que nunca, pero ya no debería ser considerado como algo distinto o ‘especial’. La buena arquitectura y el buen diseño deben ser sustentables, así, a secas, sin apellidos ni condicionantes, al igual que nuestras vidas y las acciones que hacemos día a día. Hace tres semanas revista Qué Pasa entrevistó a Aldo Arias, gerente general en Chile de Fromm, empresa de origen suizo que basa toda su producción en el reciclaje del plástico para fabricar zunchos. Necesitaban 400 toneladas de botellas mensuales para alimentar la fábrica con tecnología de punta alemana; después de meses de gestión se vieron en la necesidad de importar botellas usadas del resto del continente, ya que nuestra capacidad de reciclaje y selección es cercana o igual a cero... A eso hay que sumarle que Chile está entre los tres países que más bebidas consumen en el mundo, según un informe de

Euro Monitor Internacional; es solo cosa de pensar en la cantidad de botellas que quedan dando vueltas sin ser reutilizadas.

Para avanzar en lo anterior hay que invertir en políticas públicas que cambien nuestra mentalidad, en educación cívica de largo plazo, y no solo en acciones para una foto que no tienen mayor trascendencia, y en entender que todo lo que botamos o descartamos impacta de algún modo en nuestras vidas. Quizás hoy no lo percibimos como algo inmediato o cercano, pero está a la vuelta de la esquina. Somos un país de geografía frágil y delicada,

no podemos seguir agrediéndola de esta manera. Porque la sustentabilidad no es un muro verde o reciclar el agua, es la manera de pensar y actuar que cada día debe ganar más adeptos.