Coleccionar es parte del ser humano, pero la gracia es saber hacerlo, ahí es donde radica la diferencia entre el coleccionista y el acumulador; hay mundos de diferencia. El coleccionista por lo general sabe lo que tiene y lo valora. Esa pieza ocupa un lugar especial; como el eslabón de una cadena, todas las piezas son importantes pero el grupo arma el contexto. Cada objeto narra una historia, pero ‘todos ellos’ pueden ser un libro, y si están bien seleccionados, ese libro puede ser potente y entretenido. Conversamos con tres expertos del mundo del diseño; su pasión por los objetos, la búsqueda de esa pieza especial, única a sus ojos y de por qué siempre hay una favorita, queda claro en estas páginas.

Si miramos la escena local, ser coleccionista de diseño en Chile no es fácil, estamos físicamente lejos, lo que significa que no siempre llega de todo en buenas cantidades, y si a eso le sumamos los terremotos, mucho se ha perdido. Este factor no es menor: cuando reviso fotos de casas internacionales, muchas veces me llama la atención cómo se exhiben colecciones o simplemente objetos en repisas, apoyadas en pequeñas molduras o equilibrándose sobre una ménsula, frágiles y etéreas; claramente al momento de elegir esa ubicación el factor ‘temblor’ no entró en la ecuación, y así han estado por décadas.

Una de las gracias del mundo hiperconectado y la aldea global es que podemos conseguir en dos clics algo del otro lado del mundo; creo que inevitablemente se pierde parte de la experiencia: tocar una porcelana, descubrir una textura nueva o el olor del objeto, pero si uno tiene claro lo que busca, es la manera más eficiente de conseguirlo. Coleccionar es entretenido, habla de intereses, a veces de obsesiones, pero una colección bien pensada siempre se valora.