Estructuras Perfectas
Es imposible quitarles algo a estas sillas. Surgidas de la observación de los materiales y fenómenos físicos como la tensión, desprovistas de cualquier ornamento innecesario, responden de manera impecable al desafío permanente del diseño: hacer más con menos.
Alrededor de 1975, además de la arquitectura, Juan Ignacio Baixas ya practicaba la docencia en la UC de Valparaíso. El mejor carpintero que conocía por esa época vivía en Villa Alemana, y allá fue para encargarle una silla en la que trabajaba. Refunfuñando, el carpintero aceptó y después de mucho tiempo y visitas de Baixas al taller, un día le anunció que estaba terminada. “Se nota que usted no sabe de carpintería -le dijo-, le hice unas modificaciones para que quedara bien”. ¿En qué consistían? Había transformado todos los ensambles a la vista -la parte más revolucionaria del diseño- en convencionales de caja y espiga. “La silla perdía la mitad de su sentido”, se ríe ahora Baixas en el estudio que comparte con Enrique del Río.
Como buen profesor, tiene presentaciones clarísimas y entretenidas de su trabajo en diseño de mobiliario. Las que seguramente disfrutan los alumnos del taller de muebles, ramo común de Arquitectura y Diseño en la PUC de Santiago. Pero Baixas quería que viéramos y experimentáramos su silla Puzzle: “La lona si está bien tensada produce una situación bien interesante. No estás enterrado como en un cojín. La lona se deforma lo suficiente para dar comodidad. Es una especie de confort activo, decía yo. Te permite estar despierto y trabajar, por ejemplo”. Llaman primero la atención el escaso volumen que tienen desarmadas las piezas y la lona. Examinando cada una se ve que el ensamblaje es simple, de alguna manera intuitivo. Sorprende que al final, luciendo un poco inestable, una última pieza bloquea todas las uniones y la silla queda perfectamente firme. Lo que ahora nos muestra es un prototipo anterior al definitivo, sin el corte curvo lateral en los apoyabrazos. Las sillas que tenía en su casa viajaron a NY para ser parte de la colección permanente del MoMA. “Uno de los curadores de la exposición de arquitectura latinoamericana que se hizo recientemente la vio expuesta con otros muebles y la seleccionó. Me disculpé, porque estaban en mi casa, bien carreteadas. Pero a ellos les gustaba que tuvieran uso, que no fuera un mueble recién fabricado”.
Silla m100, Matías Ruiz (2012)
Fue una observación: la cuerda y la tensión, la manera en que esta se podría adaptar a un cuerpo y el potencial en comodidad que ofrecía. “Todo comienza con eso y la filosofía que compartimos en mi estudio, RUIZ SOLAR: menos es más. Teniendo la cuerda como base hubo que pensar la estructura, y se decidió que no fuera muy robusta, más bien leve, que estuviera solo donde la cuerda lo requiere para generar el soporte en el que el cuerpo se acomoda”, explica Matías Ruiz.
El primer prototipo se hizo en fierro estriado, el que se usa en construcción para el hormigón armado. “Somos fundamentalmente oficina de arquitectura. Estábamos construyendo una casa en Lo Curro. Había fierro por todos lados. Tenía esta idea en la cabeza y pedí al maestro que doblaba los fierros ‘arma esta figura’. Ese primer prototipo está en mi casa”. Ruiz cuenta que hubo al menos un año de prueba y error, tiempo en el cual se volvió de acero liso, más liviana, y probó distintas terminaciones.
“Sacamos una versión mecedora, con patas de lenga, muy cómoda; distintas ediciones, fierro mate con cuerda negra, estructura de bronce con cuerdas negras. A esta silla le sacas algo y ya no funciona”. Actualmente se encuentra a través de la oficina ruizsolar.cl y también en Fernando Mayer.
Silla r2, Javier Ramírez (2010)
Rodrigo, el hermano de Javier Ramírez, socio fundador de Sien Estudio, buscaba una silla o butaca con características muy específicas: de madera, líneas rectas, sin adornos y en color natural. Javier descartó modelos tubulares, de maderas rojas, de metal y toques rococó, y se dio cuenta de que esa silla no existía. “Voy a hacer un boceto y lo voy a cotizar”, le dijo a su hermano.
“Así nació la silla que se llama R2, por Rodrigo Ramírez. Luego se asoció con la forma de la letra R. Una silla de líneas ultracontemporáneas, 100% madera, sin clavos, ni tornillos, ni uniones plásticas, ni nada”, cuenta su creador. La fabricación resultaba tan cara, que su hermano compró cualquier silla en una tienda y la R2 quedó como boceto en carpeta por años.
Hace unos tres años, Sien Estudio empezó a trabajar una línea en maderas y retomaron el boceto con la idea de crear una familia. “Observamos mucho el caso de Valdés, un ícono que se mantendrá para siempre. Analizamos los distintos formatos y precios, el tiempo y la pasión que le entregan. Quisimos lograr eso con nuestro sello”. Así se potenció el gesto de la R desde la vista lateral. Pero lo que más obsesionaba a Ramírez era hacer que el respaldo fuera un voladizo. Sabía que si lograba eso la silla tendría un carácter distinto al resto. Al año siguiente de mostrarla en Milán, 2013, aún en etapa de prototipo, vieron varias que buscaban algo similar.
“Es una sola sección, en distintas escalas, la que construye toda la silla, con un biselado que también va variando y le da movimiento. Cuando la dibujamos en 3D no parecía factible. El encuentro de los vínculos era muy difícil. Hasta que un maestro logró ‘parar’ un prototipo. Gustó inmediatamente. Todos los clientes preguntaban qué era, pero nosotros ni siquiera sabíamos si resultaría. Apareció Ignis Terra, que nos produjo los prototipos y nos abastece la madera; el cuero de salmón para el asiento; el barniz natural en base a aceites de árboles y la posibilidad de ir a Milán. Se conformó el concepto total”, recuerda Ramírez.
Catas Chile -una empresa que se dedica a certificar muebles en nuestro país- se encargó de confirmar que sí funcionaba. La sometió a pruebas de peso, fuerza y calor. La R2 las pasó todas.
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