1. ¿Qué recuerdos tienes del Instituto Nacional?

Disciplina de estudio y trabajo, sentido estricto de la responsabilidad y enriquecedora diversidad social.

2. ¿Recuerdas de qué trataba el primer artículo que publicaste y cómo te sentiste al verlo impreso? Fue una información breve acerca de una exposición de pintura. El domingo que se publicó la contemplé largamente.

3. ¿Qué opinas del poco cariño que los chilenos le tenemos a nuestra variedad de español? Hablamos mal como consecuencia del pésimo ejemplo que dan los mayores y los líderes de opinión. Vivimos en el país del ‘huevonaje’.

4. ¿Cómo llegaste a especializarte en esta especie de historiografía del lenguaje? Dándome cuenta, a través de la lectura, que no existe nada más racional y entretenido que el lenguaje. Lo que detonó finalmente el interés fue descubrir que el sustantivo testigo procede de testículo. La historia de una palabra es tan fascinante como un cuento corto.

5. Barba, bastón y sombrero. ¿No puedes salir sin ellos? La barba la empecé a usar a los 17 años cuando casi nadie la llevaba; lo hice por rebeldía. El sombrero me lo prescribió el dermatólogo y el bastón, el traumatólogo. Tengo justificación para usarlos.

6. ¿Cómo se llaman tus mascotas? La gata es Ema Thompson y los perros, Spencer Tracy e Ingrid Bergman.  Son los últimos que tendré, porque los próximos me podrían sobrevivir.

7. Un plato y un lugar donde se hace bien. Hojitas de parra en el Omar Khayam.

8. Un lugar que adoras. El silencio del valle de Ocoa, donde vivo.

9. Una pieza de arte o diseño que te haría feliz. Un juego clásico de pluma fuente, lápiz pasta y portaminas Mont Blanc.

10. ¿De qué se trata y cómo se inspiró tu ultimo libro? “El tenebroso lenguaje de la corrupción y el engaño” cuenta la historia y los orígenes de las palabras relacionadas con este tema. La lista de quienes me inspiraron es muy larga.

11. Algunos ejemplos notables de lenguaje oscuro y equívoco. Pachorra es flojera, no desplante; vituperio es una reprimenda, no un picoteo para el cóctel; el apóstrofe es una interpelación vehemente, no un signo ortográfico; la bitácora es un mueble donde se guarda el cuaderno de navegación… en fin.

12. Una última palabra. Conticinio.