Arquitectura de fines del siglo XIX, trepada sobre el cerro Placeres, una típica casa chilena con muros de adobe, techos altos, galerías y terrazas con vistas envidiables a la bahía y detalles decorativos que la hacen única, es lo que ofrece Casa Placeres.

Tres años atrás, cuando estaba a punto de caerse a pedazos, Carola Delpiano la compró. Hace rato tenía en mente la idea de encontrar un lugar que no estuviera en el típico circuito turístico porteño, y llegó a esta casa construida en 1880. Interesada absolutamente por su valor patrimonial, jamás pensó en renovarla, sino en que todas las reparaciones consistieran en “volverla, en lo posible, a su estadomás original, sin caer en el exceso de bronces y barnices lustrosos. Valparaíso tiene cierta decadencia que me interesa que esté en esta casa; no es todo celeste con blanco. Es más mezclado, más raro, más sucio. Más loco y divertido, es una ciudad delirante. Encuentro que es importante que la casa tenga el sabor del puerto, porque esa es su gracia y su encanto”, cuenta.

Esto, en la decoración, se tradujo en pura improvisación para lograr espacios funcionales y divertidos. La premisa fue no comprar nada, reutilizar todo para hacer de éste también un proyecto sustentable. Con muebles regalados, sobrantes de su casa de Santiago y otros que pertenecieron a la casa fue armando cada uno de los espacios y las cuatro piezas –dos de ellas matrimoniales y con baños– que la componen y donde cada lugar habla de la mezcla de épocas, estilos y mundos que es el puerto.

En lo constructivo también se recuperó al máximo: el parqué, las baldosas, los balaustres de las escaleras, puertas y ventanas e incluso la combinación de colores con que fue pintada en el exterior. Las refacciones, que tardaron más de un año, dieron como resultado una casa que combina el espíritu porteño y lo mejor de la hotelería. Una casa hotel donde ocho personas pueden disfrutar de esta experiencia y de un programa a la medida. ¿Ya le dieron ganas? Escriba a casaplaceres@gmail.com o valpoalegre@vtr.net.