Por Roberto GálvezRosa Devés: “En el Cruch hemos ido logrando acuerdos por el FES: no era necesariamente esperable”
La rectora de la U. de Chile analiza los últimos día de un gobierno saliente que mayoritariamente nació en su casa de estudios y aborda en extenso los alcances del proyecto de ley del gobierno que busca dejar atrás el CAE, el que, asegura, ha ido encontrando posiciones comunes, con excepción del mundo privado fuera del Consejo de Rectores. “Hay menos aceptación de que cuando recibes financiamiento público también hay que estar sometido a las reglas de transparencia y regulación de lo público”, dice.

Rosa Devés da esta entrevista en la misma oficina donde hasta el 13 de octubre durmió por una semana junto a su equipo fruto de una toma que afectó a la U. de Chile, de la cual es la máxima autoridad. “Es la responsabilidad como rectora. Dormiría peor en mi casa”, asegura. En esa movilización un grupo reducido de estudiantes pedía que la Casa de Bello rompiera relaciones con organizaciones de Israel en el marco del conflicto de ese país con Hamas. Pero ella, al igual que en 2024, no dio su brazo a torcer. Y así, en medio de lienzos y panfletos siguió trabajando en las correcciones al FES, el proyecto del gobierno para superar el CAE. Desde ahí también vio el avance del debate presidencial y el devenir de un gobierno que va de salida y tiene sus albores en la universidad que hoy comanda.
¿Por qué enfrentó así la toma?
Tiene que ver con lo simbólico, decir esta casa es de todos. Pero también práctico: resguardar su seguridad. Nuevamente se pidió finalizar los convenios con instituciones de Israel, pero el principio fue el mismo: la U. de Chile no rompe con otras universidades, son distintas a los Estados. Cuando hay un principio, se defiende.
¿Qué tiene que decir del FES?
Ha tenido una evolución positiva: el Mineduc ha hecho un esfuerzo por escuchar a todas las universidades. También hemos ido logrando acuerdos entre las universidades, por ejemplo, en el Cruch, que no es trivial. No era necesariamente esperable que universidades bien distintas tuvieran una posición consensuada. Esperamos que esté la posibilidad de un copago regulado que permita cierta flexibilidad en los aranceles de los deciles 7 a 9. Hay otros temas más técnicos, pero muy importantes: por ejemplo, seguridad que las transferencias ocurran en los momentos adecuados.
¿Las universidades están alineadas? Hay algunas (como la PUC) que gestionan por su cuenta.
Hay menos alineamiento en el mundo de las universidades privadas de lo que hay en el Cruch, en términos de regulación y control. Hay menos aceptación de que cuando recibes financiamiento público también hay que estar sometido a las reglas de transparencia y regulación de lo público.
¿Ha sido un debate sincero de todas las universidades? ¿De verdad podrían perder autonomía?
Las universidades en general no le temen a la pérdida de autonomía académica, no hay razones. Desde la perspectiva de algunas podría haberla en términos de autonomía administrativa o económica, pero nadie en Chile está pensando que lo que enseñan o investigan va a ser regulado y, por otro lado, no es obligatorio adherirse al FES. Eso que dice está planteado más desde el mundo privado.

¿Es justo pensar que esas universidades temen perder un tipo de financiamiento arancelario que hoy tienen por seguro?
El CAE hay que terminarlo, y si se transforma en FES, financiado y administrado desde el Estado, es razonable exigir regulación. Y eso puede estar en contra de alguna universidad privada, que puede decir ‘no adhiero al FES’. Pero si lo hace, tiene que cumplir reglas.
Si no adhieren, ¿el FES podría segregar universidades?
Hay universidades que no adhirieron a la gratuidad, ese problema ya está. Pero la virtud del sistema de educación superior es que no tiene una segregación como el escolar, donde se elige privado si se tiene recursos. En la U. de Chile, una universidad de excelencia, prácticamente un tercio de sus estudiantes son de la educación privada. Si bien comprendo el temor, eso ya está con la gratuidad y afecta a pocas instituciones. Ahora se van a restar pocas del FES, no veo un peligro grave.
A pesar de haber un tope, habrá estudiantes que siguen pagando de más, ¿es justo?
Es solidario. Y eso tiene una ética: uno puede estar en favor o no importarle. Y creo que eso en Chile, y muy especialmente en el sistema público, es un principio que valoramos y nos comprometemos. Es, finalmente, valórico.
¿La U. de Chile corre riesgo de desfinanciarse como lo han planteado otras instituciones?
No en el presente. La preocupación que surge es al largo plazo. Uno de los problemas del FES es que los aranceles no se reajustan con el IPC, que si a lo largo de muchos años resulta ser mayor que la unidad de medida que se plantea, se va ir empobreciendo.
Sobre pedagogías, ¿es correcto que se aplace el alza de puntajes mínimos para su ingreso?
Hay mayor conciencia de que no se dependa sólo del puntaje. Toda la discusión puesta en los puntos, pensando que así vamos a tener muy buenos profesores, es poco profundo. Que sea el Comité Técnico de Acceso el que en base a evidencia vaya monitoreando y definiendo me parece correcto.
Lo que llama la atención es que a poco andar se quiera retrotraer todo. ¿Para qué se legisla?
A veces nos equivocamos al legislar y hay que corregir.
Puede haber una defensa sincera a la calidad, pero también se plantea que hay universidades preocupadas por el bolsillo.
Más que el bolsillo están defendiendo una actividad académica que es necesaria y que si se interrumpe puede ser muy difícil recuperar. Por eso es responsable la actitud, especialmente en zonas extremas. A la U. de Chile esto no le afecta, pero para el sistema en general puede ser muy riesgoso.
¿Ha visto un debate presidencial serio, o de pelea chica?
Hoy hay, en general, afinidad por el espectáculo. Eso se transmite. Pero esta semana entregamos a los candidatos los resultados del Encuentro por Chile y tuvimos con sus encargados un diálogo constructivo. Uno ve eso y dice ‘estamos bien como país’, pero no se transmite. Sabemos que hoy es difícil la comunicación, muy especialmente por redes, clics, poco apego a la verdad, elección de la crítica como lo principal para contar. Por eso que la U. de Chile y la UC estén juntas en un tema político es muy importante para el país.

¿Por qué la educación perdió terreno en este ciclo electoral?
Hay otros temas urgentes, está la seguridad y una entiende que en campaña aquello que produce temor o incertidumbre toca más la fibra. Tiene que ser abordado, porque tampoco se puede estudiar asustado. La salud también. Uno quisiera que la educación sea más visible, pero también se comprende que se quiera abordar lo que está afectando la vida de todos.
Esa comprensión de que los temas sean otros, ¿aplica para un gobierno para el que la educación no terminó siendo prioritaria?
Nunca podría decir que justifico que la educación no sea lo importante, porque está a la base de todo. Pero esta sensación del miedo es algo que hay que calmar. Es muy importante acoger estos dolores de la sociedad, incluso por la forma en que uno aprende.
Toda su rectoría ha sido en paralelo a este gobierno, el primero de un Frente Amplio (FA) que tiene sus orígenes en la U. de Chile. ¿Lo aprueba o lo reprueba?
Aprendí que no repruebo a ningún estudiante, me preocupo de que aprendan todos los días.
A propósito, ¿el gobierno aprendió? ¿Sale mejor de lo que entró?
Creo que sí, en el sentido de que fueron capaces de flexibilizar su programa, entender con quién conformar equipo. No debe interpretarse como que fue una debilidad la que obligó a rectificar el camino, sino saber escuchar a la ciudadanía, al mundo político, generar confianza en otros sectores que no habían estado originalmente presentes. Eso es positivo.
Como rectora de una universidad que vio nacer al FA, ¿qué le enorgullece de este gobierno?
Enorgullece que nuestros exalumnos trabajen en lo público. Claro que siento orgullo, porque los conocí, yo era prerrectora cuando ellos eran dirigentes.
¿Ese FA que usted vio nacer es muy distinto al que hoy día va de salida de La Moneda?
Han evolucionado. Se han abierto, se han vinculado con otros, han sabido que tienen que aprender de lo que en algún momento pensaron que no había sido un aporte importante, me refiero a la Concertación. Sin duda que ha habido un cambio que también es clave para la política y que no ha sido instrumental u oportunista. No es algo que haya sido como un maquillaje, sino una evolución de lo que era posible y, originalmente, un pensamiento más juvenil.
¿Esa juventud jugó en contra?
Ellos fueron capaces de generar un equipo con más experiencia política y de vida. Y al final son los equipos los que asumen las causas más importantes. Necesitamos más jóvenes con poder para cambiar las cosas. No podría decir ‘eran muy jóvenes y ese fue el problema’. Quizás en un inicio, pero entendieron que necesitaban experiencia política. Si uno lo mira con perspectiva, se ha hecho bien.
¿Cuál será el legado del gobierno?
El haberse puesto de acuerdo en temas que no había sido posible, como pensiones. También su compromiso con la igualdad de género o la forma en que han enfrentado las relaciones internacionales. El apoyo a la cultura, a lo mejor, pudo ser más, pero ha habido una preocupación. Pero el legado lo vamos a decidir entre todos.
¿No se farrearon ser gobierno?
No.
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