Fue una de las piezas caribeñas de mayor arraigo en Chile, que despachó versiones rock y se paseó por todas las grandes voces que quisieran algún respeto en el panteón de la salsa: El ratón, un tema que José "Cheo" Feliciano fraguó junto a Nick Jiménez en un estudio de Nueva York en 1964, devenido después en objeto de estudio y de culto, y erigida incluso como canción de protesta contra las dictaduras latinoamericanas.

"No, bueno, no es que haya filosofía. Ahí lo que hay es un gato, una gata y un ratón; yo sé que la gente me entiende, es lo que ahí pasa y más nada", decía Feliciano al historiador César Rondón en El libro de la salsa cuando le preguntaban por la moraleja de la fábula, por algún significado oculto. Y así de simple también fue su adiós: a los 78 años, el músico puertorriqueño estrelló su Jaguar contra un poste y murió camino a San José.

Feliciano es parte de los grandes de la salsa y el bolero, tributado por Héctor Lavoe y Rubén Blades en los versos de sus canciones. Abandonó los estudios a los 17 años y enfiló al norte. En 1952 se instala en la Gran Manzana y desde ahí, a la conquista americana: Feliciano encabezó la primera escuadra de músicos tropicales que en los años 50 cambiaron el ritmo a Nueva York, sentando base para las estrellas que desde ahí se proyectaron al mundo.

Cinco años después se prueba como vocalista, por primera vez, en El sexteto de Cuba. Ahí grabó boleros que quedaron marcados por sus versiones (Perfidia y Amada mía); militó más como cantante de Eddie Palmieri y -tras un período de drogas y rehabilitación- se lanzó en solitario recién en 1972, con Anacaona como su canción de presentación. Después de 11 años como parte del célebre sello Fania, se independiza y funda su sello Coche Records.

En 2008 fue distinguido con el Grammy a la Excelencia Musical y desde hace un año estaba sometido a quimioterapia para un cáncer sin especificar.