Un caballero que ya es eterno
Esta semana se cumplió una década de la prematura muerte de Gabriel Donoso, el mejor polista chileno de la historia. Perdió la vida tras caer de un caballo, viviendo su pasión; por eso, y por el legado que dejó, es que se le recordó sin pena.
Gabriel Donoso Rosselot intenta conectar una bocha por la izquierda. La yegua lo bota, como muchas veces, pero esta vez, en plena práctica en Buenos Aires no se levanta. Su espíritu quedó ese 5 de noviembre en esa cancha del Club Centauros, en Pilar, junto a los caballos, el pasto y las riendas. Su cuerpo, por otro lado, en otro escenario, no resistió más el segundo viernes de ese mes en una clínica porteña. Fue enterrado en Santiago, pero se sabe que nunca se ha ido, no sólo porque sus cercanos así lo crean, sino porque su legado costará borrarlo.
Tenía sólo 46 años. Fue hace 10.
Es probable que esa tarde el polista haya querido volver a subirse a su monta, mientras recibía respiración artificial para mantenerlo respirando un aire, que ya no necesitaría, y palpitando a un corazón que no había parado nunca de latir con fuerza cada vez que se acercaba a un caballo. Tal vez desde los 12 años, cuando se proclamó campeón nacional de salto.
Ese día negro en Pilar su cuerpo se iba en una ambulancia, se alejaba al mundo al que se había acercado después de la equitación, un lugar que había alcanzado pese a que su familia no tenía lo suficiente para que practicara un deporte extremadamente caro, como el polo.
Con caballos prestados se hizo un nombre. Ya con los propios cosechó más abiertos de Chile que nadie en la historia. Se fue al extranjero, algo impensado en la época. A Argentina, primero; a Inglaterra, a Estados Unidos... y de vuelta a Argentina.
Fue campeón con su equipo de la Copa de Oro de Inglaterra en 1993, un año después llegó a las semifinales del Abierto Argentino de Palermo, el torneo más importante del mundo; en 1998 y 2004 venció con Chile en la Copa Coronación y hoy la realeza británica entrega un premio con su nombre cada año.
Alcanzó el hándicap 9 (el máximo es 10) en Estados Unidos y Chile, una cifra que ningún compatriota ha podido lograr. Pero estos no son recuerdos, son las bases de muchas cosas buenas que pasan hoy en el polo nacional, un deporte que ha dado dos títulos mundiales a Chile.
Esa semana terrible de noviembre de 2006 Donoso fue internado en la Clínica Fleni, donde jamás dio luces de una recuperación. Pero en su familia había fuerza. Hoy también. Sin pena; sí con orgullo y agradecimiento es como se le recuerda por estos días. Así lo hubiera querido él, dicen sus cercanos. Ellos perdían a Gabriel; Chile, a su mejor polista de todos los tiempos.
"Es increíble todo lo que hizo, y por su propio mérito; el nivel que alcanzó, los triunfos que logró representando a Chile y como Gabriel Donoso. Es un mérito y una historia de esfuerzo y pasión por los caballos, que es lo que más valoro... y la calidad de jugador que era. Tuve la suerte de jugar con y contra él", recuerda su hermano José, hoy de 43 años, también polista.
Su madre, Rebeca Rosselot, va poco ya al polo, "sólo para ver a un sobrino que juega", comenta. Y agrega con orgullo: "Sigo el recuerdo con mis amistades y amigos de Gabriel, acá y en Argentina. Él dejó muchos amigos".
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A punto de recibir la copa Coronación 2004, ríe junto a la Reina Isabel II. Foto: Copesa.[/caption]
Pero dejó mucho más. El legado que no murió hace una década es de puertas abiertas. Seguro lo sintió esos días en la clínica Fleni, donde lo visitaron José, Jaime García-Huidobro y otros chilenos que llegaron a la meca del polo ayudados por sus resultados. El jugador chileno sería bien reconocido, hasta hoy, en todo el mundo.
José Donoso cuenta desde Argentina que "aún se le recuerda con cariño acá. Todavía me paran para contarme anécdotas con él. Y yo lo recuerdo todos los días, porque estoy en el tema del polo, cada mañana con los caballos, que era lo que más le gustaba en el mundo, y eso me lo transmitió".
Amaba a la gente Gabriel Donoso. Por eso hoy se entrega ese premio especial en la Copa Coronación, es como un reconocimiento al fair play, porque era un caballero como pocos, dicen quienes lo conocieron. Un día compartía una práctica con el príncipe Carlos de Gran Bretaña y al otro conversaba sentado en el suelo con algún petisero en Chile.
Amaba a los caballos Gabriel Donoso, más que nada fuera de sus hijas o su familia. Así se acercó a otro deporte para amantes de los caballos, el rodeo. Y, como la equitación y el polo, con éxito, de hecho ya en 2006 estaba pensando en su retiro. Veía en su campo en Codigua, en Melipilla, el lugar donde pasar sus últimos días.
Así lo confirma Raúl Reyes, una de sus colleras en sus días de rodeo, con quien ganó un provincial en la Medialuna de Las Condes, en noviembre de 2005 (en 2004, de acuerdo con los archivos de la Federación de Rodeo Chileno, ganó otros dos), aunque Reyes dice que Donoso obtuvo más premios.
"Qué se puede hablar de don Gabriel, lo mejor que uno pueda hablar de alguien en todo sentido, una persona muy sencilla, compartía con todos. Yo creo que como era tan capo en lo que hacía, no necesitaba demostrárselo a nadie", recuerda Reyes.
El jinete asegura que Donoso tenía futuro en el rodeo: "Con su destreza y con lo que sabía de caballos, de arreglo, de boca, uf, como muy poca gente, aplicaba todo en el rodeo. El arreglo es muy parecido, que se use para saltar o llevar atravesado (al caballo, en el rodeo) o para jugar polo, el arreglo es uno. Los caballos no eran de los mejores, pero él los hacía buenos, porque los sabía esperar".
En Pilar, hace 10 años, Donoso se cayó del caballo, pero se vuelve a subir cada vez que su sobrino William monta e ilusiona a Rebeca Rosselot; cada vez que José y muchos otros chilenos juegan por el mundo; cada vez que Reyes aplica lo aprendido en los caballos corraleros, cuando la familia real entrega el Gabriel Donoso Award o cuando se corre el clásico que lleva su nombre cada diciembre en el Hipódromo Chile.
Se le recuerda cada día, como dice José: "Es como siempre digo, la historia de Gabriel es como un buen libro o una buena película, que aunque tiene un final trágico, sigue siendo una obra maestra".
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