Histórico

La nueva condena de Roberto Ávalos

El volante fue despedido de La Calera por insultar al DT Ariel Pereyra y agredir a un auxiliar. En 2001 se involucró en tráfico de drogas. Pasó cuatro años en la cárcel.

El jueves, Ariel Pereyra entregó la nómina de los jugadores de Unión La Calera que enfrentarían, al día siguiente, a Deportes Iquique. El listado no consideraba al volante Roberto Ávalos. El entrenador había concluido que el rendimiento del mediocampista formado en Palestino había decaído considerablemente. Tanto como para ni siquiera incluirlo entre los suplentes, entre los que había figurado en las últimas tres fechas.

El mediocampista no compartió la decisión. Y no logró contener la ira. El descontrol lo impulsó a encarar a Fantasmita. Se lanzó sobre el técnico con la intención de agredirlo. En la carrera, fue detenido por sus compañeros. Un paramédico del equipo cementero se interpuso para evitar que llegara a golpear al estratega. Recibió el impacto que, seguramente, tenía como destino el rostro del DT. La directiva lo separó del plantel y decidió despedirlo. Ayer, buscaba el mecanismo para abortar el contrato por una falta grave, que incluso la eximiera de indemnizarlo.

"Esto no puede suceder en un club profesional. Estamos sorprendidos. Roberto es un buen muchacho. Nunca tuvo un problema, incluso cuando fue a la banca. Reaccionó mal una sola vez. Ariel está muy bajoneado. Fue él quien nos recomendó que lo contratáramos", dijo el presidente del club, Sabino Jadue.

Ávalos reconoció la equivocación. "Estoy con harta pena por salir así de Unión La Calera. Fui y le dije un par de cosas a Ariel. No fue la forma. No estuve bien. Todo lo que le dije, lo mantengo. No entraré en detalles. Son cosas que sentí, que vi, que me dijeron, que observé. Pero tomé la peor decisión", admitió.

Después, aclaró que "uno se tiene que arrepentir antes de hacer las cosas. Lo que diga después, será verso. Me equivoqué, pero no soy una mala persona".

La otra caída  

El error no es el primero ni el más grave que comete. El 12 de noviembre de 2001, Ávalos y un amigo fueron interceptados por policías en el Cementerio Metropolitano.  El jugador dijo que había ido a visitar la tumba de un primo, quien se había suicidado un año antes. Y que le tocó estar en el lugar y el momento incorrecto.

La investigación estableció otra cosa. El volante y su amigo de infancia Ademir Riquelme se habían reunido con otros tres individuos. En la maleta del vehículo del futbolista, fue hallado un kilo y medio de cocaína y, también, su identificación deportiva. La transacción les iba a reportar 500 mil pesos. Los agentes le advirtieron que, si no colaboraba, la pena podría ser ejemplar. Y lo fue. Inicialmente, fue liberado por falta de méritos. Ya no tenía club. Palestino lo había despedido. San Luis, en Tercera División, lo acogió. Se había reencantado. Estaba en Quillota cuando, en noviembre de 2002, fue abordado por efectivos de Investigaciones: Riquelme lo había inculpado.

En la cárcel de San Miguel recibió trato especial, pero no tanto: su pieza la compartía con siete delincuentes. Ahí comenzó a preparar el retorno. Organizó partidos de baby fútbol y daba 140 vueltas a la multicancha del penal. La comida se la enviaba su madre. A menudo recibió la visita de varios futbolistas, quienes también brindaron charlas a los internos. En julio de 2006 accedió al beneficio de reclusión nocturna. El 6 de febrero siguiente, volvió a vestir la camiseta del club en que surgió. Después incursionó en los negocios. Abrió el restorán Puro Fútbol. Decenas de recuerdos y camisetas ambientan el local, especializado en comida peruana.

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