Histórico

Poder paralelo

El debate de si hubo o no precampaña elude el fondo. Lo que hizo Peñailillo fue ?fundar? su propio ?partido? (G90) y reunir fondos para&nbsp; hacerse del poder y excluir a los otros partidos.<br>

EL DEBATE de si hubo o no precampaña de Michelle Bachelet, o sólo fue un esfuerzo para convencerla que se lanzara, no ha dejado ver el fondo de lo que hay tras el financiamiento irregular de ese proceso. Una entrevista otorgada el fin de semana pasado por Camilo Escalona a este diario permite adentrarse en ese punto.

En ella, el personero socialista acusa a Rodrigo Peñailillo de haberlo excluido a él y también a los partidos de una tarea que de haber sido requerida, eran los que naturalmente debían asumirla. Que para esto montó una estructura para obtener financiamiento de forma anónima, el cual ni siquiera era necesario. Y no es el único que opina así. El diputado Pepe Auth, del mismo partido que el ex ministro, ha puesto en duda la necesidad de una precampaña millonaria: dijo que éstas se hacen con poco dinero, ya que los gastos comienzan después con la propaganda y actividades de terreno, y que los programas se redactan por personas afines que nunca cobran. Y sobre todo, cuando la candidatura de Bachelet era segura. Entonces, que no se entiende para qué se hizo todo el asunto de las boletas de Martelli.

Ahí está el fondo. Y la respuesta parece ser que lo que hizo Peñailillo fue fundar su propio "partido", conocido como "G90", y conseguirle financiamiento, que era una estructura paralela y excluyente al sistema formal. Tenía por objeto hacerse del poder y excluir del mismo a los partidos de la Nueva Mayoría. Para ello gozaba de un activo, que lo explotó ampliamente: Michelle Bachelet lo designó único interlocutor y vocero suyo. Quizá ello lo hizo sólo porque es un esquema funcional a su lógica: ya en su primera candidatura se alejó de los partidos y quiso hacer un gobierno "ciudadano". Nada extraño que de nuevo quisiera a los partidos lejos. Pero, al menos, dejó hacer.

Fue un grupo exitoso, porque una vez reelegida la candidata, cosa que es muy dudoso que haya sido mérito de ellos, ya que iba a suceder de todos modos, se instalaron a través de todo el gobierno en puestos clave, dejando el sobrante para los partidos formales. Esto último es lo que los dejó molestos y ahora algunos pasan la cuenta. Pero tienen una culpa: no denunciaron la situación en su momento, porque en el afán de retornar al poder como fuera, vieron en la hoy Presidenta la única alternativa, con lo que aceptaron las reglas del juego. Que era la única alternativa lo decían ellos mismos, un mito que alguien instaló en la Nueva Mayoría y que tempranamente anuló la posibilidad de explorar cualquier otra opción. Que ella fuera carta segura, no era sinónimo que otro no pudiera.

En democracia los partidos juegan un rol insustituible para canalizar las ideas y generar candidatos para que las representen y ejerzan el poder. Con todos los defectos que puedan tener, son "lo que hay" y lo que debe haber. Habrá que reformar su funcionamiento y mejorarlos, pero no es alternativa válida que surjan grupos que operen en la oscuridad para hacerse del poder. Así es como surgen caudillismos y populismos que terminan sepultando la democracia. La moraleja es que las elecciones no se pueden ganar como sea.

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