Opinión

Cuando más trabajo no significa más ingresos

Esta semana se publicó el World Inequality Report 2026, y sus datos muestran algo alarmante que Chile aún no asume con la seriedad necesaria: las mujeres trabajan más y ganan menos. A nivel global, las mujeres acceden solo a un poco más de la cuarta parte del ingreso laboral total, una proporción que prácticamente no ha cambiado desde 1990. Incluso en los países con mejores desempeños, la participación femenina en el ingreso laboral bordea apenas el 40%.

El reporte muestra también que las mujeres trabajan diez horas más a la semana que los hombres (53 vs. 43), considerando trabajo remunerado y no remunerado. Además, por cada hora de trabajo total, una mujer recibe solo un tercio del ingreso de un hombre. Si sumamos todo el trabajo que realizan -remunerado y no remunerado- las mujeres reciben solo el 32% del ingreso por hora de los hombres. Y aun si miramos únicamente el trabajo remunerado, su ingreso por hora llega apenas al 61% del de los hombres.

Las mujeres aportan más horas de trabajo al sistema, pero gran parte del aporte sigue fuera del mercado. En Chile, como muestra el estudio que desarrollamos desde ComunidadMujer junto al Ministerio de Hacienda, el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado -realizado mayoritariamente por mujeres- representa un 19,2% del PIB ampliado, más que cualquier otra actividad económica.

Las mujeres cuentan con menos horas para capacitarse o reconvertirse, enfrentan mayores dificultades para acceder a ascensos y, con mayor frecuencia, terminan en empleos de media jornada o informales. Esto responde a la persistente sobrecarga de cuidados, que actúa como un freno estructural a sus trayectorias laborales. Esa misma carga reduce su participación en espacios cívicos y de decisión, dificulta sostener responsabilidades de liderazgo y limita las redes y contactos esenciales para incidir en la agenda pública. Así, la desigual distribución del tiempo no solo afecta su autonomía económica, sino también su capacidad de influencia y representación.

A lo anterior se suma un efecto acumulativo en la construcción de patrimonio: menores ingresos implican menos ahorro, pensiones más bajas, menor acceso a la propiedad y una mayor vulnerabilidad ante crisis económicas. Es un ciclo que se refuerza durante toda la vida y que amplía las brechas entre hombres y mujeres.

Esto no es solo importante para las mujeres: abordarlo es fundamental para nuestro desarrollo económico. No podemos seguir subvalorando el aporte de la mitad de la población.

Este domingo es la segunda vuelta presidencial. Hubiera sido importante escuchar más propuestas sobre cómo enfrentar estas desigualdades, porque mientras estos temas no tengan la prioridad que requieren, seguirá frenándose tanto la autonomía económica de las mujeres como el crecimiento del país. Porque, si no hacemos algo, literalmente les seguiremos pidiendo que sostengan la economía con una mano y paguen el costo con la otra.

Por Cristina Vio, directora ejecutiva de ComunidadMujer

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