Opinión

El voto angustiado

Jonnathan Oyarzún/Aton Chile JONNATHAN OYARZUN/ATON CHILE

Los programas de gobierno son de tal manera irreconciliables, que votar por uno u otro candidato es, en cierta forma, contradecir lo que uno piensa. La solución, creemos no es la abstención o el voto nulo. Las que siguen, pues, son reflexiones que pueden coincidir con las inquietudes de un grupo -tal vez no menor- de ciudadanos. Mientras Jeannette Jara encarna un proyecto filocomunista, Kast es el abanderado del ultraliberalismo conservador. Tememos que los programas y las promesas de campaña sean abandonados al asumir el poder. La razón es simple: no es posible renunciar a su propia esencia. La verdadera identidad de Jara la constituye su feligresía incondicional de cuarenta años al leninismo y el sofisticado enmascaramiento táctico de sus convicciones. En aras de los fines que pretende el comunismo, Jara es una actriz que representa un simulacro de democracia y un peligro grave para el país. No otra cosa es que, sin siquiera sonrojarse, critique duramente a los “grupos privilegiados” al tiempo que asegura que preferiría una empresa eólica antes que un observatorio astronómico ambientalmente sano de prestigio mundial.

Por su parte, lo que caracteriza a José Antonio Kast es un liberalismo en lo económico que arriesga la protección de los derechos sociales, combinado con un conservadurismo moral de partidarios con características de fanatismo. Su proyecto constitucional fue rechazado porque sus concepciones, siendo válidas y aplicables en el ámbito de la intimidad, evidenciaban un retroceso de lo que socialmente hoy es aceptado, como ocurre, por ejemplo, con el derecho al aborto en tres causales.

Es en estas circunstancias que el de este domingo es un voto que algunos emitiremos con enorme preocupación. Muchos de quienes rechazamos el comunismo y compartimos los principios que acompañan a la libertad económica y el desarrollo individual en todas las esferas, que no es otro que el libre mercado, también aspiramos a que el resto de los integrantes de la comunidad alcancen su mayor realización espiritual y material posible, que es lo que se denomina bien común y se encuentra garantizado por la Constitución en su primera regla obligatoria.

El voto nulo o blanco no ayuda a este fin. Sencillamente no es el ejercicio de una opción política y es más probable entenderlo como indiferencia, o, en el mejor de los casos, una advertencia tácita al ganador o, incluso, una confirmación del capital político de Parisi. No nos convence tal vaguedad. Entendemos que la voluntad de la ciudadanía admite muy diversas manifestaciones y en la dinámica de los años que dura un gobierno, siempre existe oportunidad de expresarla. La representación de una sociedad no se agota en el gobernante, sino que se equilibra, corrige o mejora con los contrapesos constitucionales que ejercen los demás poderes del Estado. Un Parlamento soberano, una justicia independiente y una Contraloría eficaz pueden proteger a las personas de cualquier exceso o desvío en el ejercicio del poder presidencial. En eso, y confiamos en que no es poco, descansa la preferencia -con cierta angustia- por el voto hacia José Antonio Kast.

Por Álvaro Ortúzar, abogado

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