Es la economía, por ahora

QuinteroWEB
Chimeneas en el sector industrial de Ventanas.


Septiembre vino con buenas noticias, aparte de ese bendito aire primaveral que nos suele acontecer por estas fechas. Sucedió que junto a un algo anticipado brote de los frutales (observación campesina), nos enteramos que la economía crecía en el semestre a una robusta tasa anual de 5,3% y hacia adelante la expectativa se elevaba sobre 4% para el año. Por si lo anterior fuera poco, Casen 2017 vino a anunciar que, una vez más, como país lográbamos disminuir la pobreza a mínimos históricos. En suma, un escenario propicio para el regocijo y la algazara, especialmente en víspera de fiestas patrias.

Pero nada de eso ocurrió. Fue lo contrario.

Los ciudadanos, lejos de celebrar, por primera vez en un año cruzaron hacia abajo la barrera del pesimismo. La confianza de los consumidores (Adimark) marcó el peor nivel observado desde octubre del año pasado. Los empresarios revelaron el peor indicador de ánimo en lo que va del año, al borde del pesimismo (Icare-UAI). De paso, el mandatario recién en su semana 26 de gobierno enfrentó por primera vez una desaprobación que superó la aprobación.

¿Qué pasó? Bueno, es cierto, la primavera traía una nube negra (en este caso, literal) que cubrió a los habitantes de Quintero y Puchuncaví, para vergüenza de todos por décadas de negligencia y descuido. Aunque quizás lo realmente perturbador y dañino para el Ejecutivo sea que, transcurridas varias semanas, aún no se sepa exactamente quién o qué causó tamaño desaguisado.

Aun así, con toda la natural indignación del caso Quintero, es poco probable que un evento ambiental explique el sorpresivo vuelco de expectativas de consumidores y empresarios que hemos observado en el último mes.

¿Será entonces el desaliento producto del incierto destino de una reforma tributaria que parece hoy extraviada en un mar de conflictos? Lo dudo. El tema es demasiado complejo para el ciudadano e incluso para el empresario común; tanto, que no parece haberse instalado una clara razón de por qué (o para quiénes) tal reforma sería urgente, necesaria o beneficiosa.

Creo que es la economía. La economía doméstica, esa que llega a los hogares en términos de salarios, empleo y consumo. La evidencia es que las personas no solo expresaron su desaliento en las encuestas. Las ventas reales del comercio muestran un frenazo brusco en julio, con una caída del 2% en 12 meses, muy centrado en alimentos (CNC). Y los índices de remuneraciones, que llevan algún retraso, aparecen estancados o incluso retrocediendo (INE). Las personas están hablando claro: las optimistas expectativas que se asociaron al nuevo gobierno no están siendo percibidas en la vida diaria. Al menos por ahora, el juego se llama frustración.

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