
La falta de recintos para espectáculos en Chile

No hay disenso cuando se afirma que Chile está al debe en materia de recintos adecuados para la realización de espectáculos musicales en vivo y otras expresiones culturales afines. La escasez de espacios con ciertas características estructurales y de capacidad —es decir, que al menos puedan albergar a 2.000 personas para que su operación sea rentable— ha desembocado en una oferta limitada que, por un lado, restringe las opciones del público y, por otro, condiciona la experiencia artística y técnica.
Esta carencia de infraestructura ha obligado históricamente a improvisar espacios que no fueron diseñados para acoger eventos culturales, mientras seguimos sin contar con una red sólida de recintos de mediana capacidad. Desde la inauguración del Teatro Caupolicán en 1936, pasaron 70 años para que volviera a construirse un espacio de estas características: el Movistar Arena, en 2006. Y cuando surgieron oportunidades para adaptar instalaciones existentes —como el Court Central del Estadio Nacional, con sus 3.352 butacas— ningún gobierno ha mostrado voluntad para techarlo o modernizarlo, a pesar de que ahí alguna vez se presentaron figuras como Ray Charles, David Bowie o Joan Manuel Serrat. Hoy, tras la Copa Davis, quedó fuera de toda proyección cultural.
A esta lista se suma la prolongada postergación de la segunda etapa del GAM, cuya remodelación fue anunciada en 2014, ha costado más de 72 millones de dólares
—equivalente al levantamiento de una arena nueva— y, una vez terminada, tendrá una capacidad para apenas 1.800 personas. También quedó en el olvido la anunciada remodelación del Teatro Teletón en 2009, detenida indefinidamente tras el terremoto de 2010.
Y aunque el reciente proyecto del renovado Estadio San Carlos de Apoquindo (Claro Arena) abre una nueva posibilidad, este espacio multipropósito (deporte y otros), no resuelve por sí solo el déficit estructural que enfrenta la industria de la música y el entretenimiento. Su disponibilidad para actividades culturales está lejos de ser suficiente.
Por Jorge Ramírez, Presidente de la Asociación Gremial de Empresas Productoras de Entretenimiento y Cultura (AGEPEC).
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