
La incógnita presidencial

En 12 días vence el plazo para inscribir las candidaturas presidenciales. Los estudios de predicción indican que habrá segunda vuelta.
Quien sin duda estará ahí es Jeannette Jara, la candidata comunista que ganó las primarias de la izquierda. A pesar de representar a un gobierno mal evaluado y con pésima gestión, ha logrado rescatar el respaldo del Presidente Boric, que ha promediado el 30%, y levantar el alicaído ánimo del espectro, proyectando un resultado que va a superar esa cifra. Pero tiene techo, pues el continuismo la persigue como su sombra, sumado a su militancia en el PC que le pone plomo a su ya pesada mochila.
El devenir marca entonces una primera vuelta para escoger al rival de Jara en la segunda, con altas probabilidades de ser electo. Mi postura es por todos conocida, lo cual no me impide intentar un análisis personal que busca descifrar la incógnita.
La disyuntiva está entre Juan Antonio Kast y Evelyn Matthei. Kast postula por tercera vez y su posición desde el Partido Republicano ha ganado presencia y cohesión, situándose en el ala de la derecha conservadora, fuerte y con aroma populista, al modo Bolsonaro & Cía europea. Su perfil se vio templado gracias al hundimiento de Kaiser y a momentos de confusión y desorden en la campaña de Matthei. Figura con opciones. Pero en política no hay tierra conquistada. ¿De qué depende entonces?
Más allá del despliegue territorial y la estrategia de medios, la clave radica en acertar en qué cancha se jugará el partido. Si es solo en el de la seguridad pública, las ventajas de Matthei no resaltan. Ella equipara a Kast, porque tiene coraje para imponer el orden público, pero el perfume “bukeletista” de este último le ayuda en el segmento poblacional. Sin embargo, si se busca dar respuesta a las olvidadas inquietudes de la clase media (empleo, sueldos, acceso a educación, salud, vivienda), la experiencia y equipos de Matthei le confieren ventaja.
Con todo, considero que existe otro espacio de definiciones que no se advierte con nitidez en las demandas ciudadanas, pero que debería mover la aguja. Este se refiere a la viabilidad de hacer un buen gobierno, lo que exige convocar a una amplia mayoría que le permita a Chile recuperarse de su actual extravío.
En este eje todos han dado examen. Jara lo reprobó en la Convención Constitucional cuando su sector impulsó una propuesta refundacional y revolucionaria que ella encarna, cosechando un rotundo rechazo. Kast tampoco logró unir al país en el segundo proceso constituyente de su control, pues su postura, muy consistente, lo llevó a imponer sus convicciones ignorando otras alternativas, con igual repudio general.
Quizás aquí se halla la condición privilegiada de Matthei, quien ha demostrado en su trayectoria criterio, destrezas, escucha y voluntad de entendimiento. Ante posiciones ideológicas más extremas, ella es la única que puede liderar una convergencia política desde la derecha que convoque al centro y al mundo moderado, garantizando estabilidad y paz social. Porque gobernar es un arte.
Por Hernán Larraín, abogado y profesor universitario
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