
La paradoja chilena: desconfiamos de todo, menos de las elecciones

Mientras en gran parte del mundo la confianza en los procesos electorales tambalea, en Chile ocurre un fenómeno curioso. Aunque los niveles de desconfianza hacia el Congreso, partidos políticos, Tribunales de Justicia y el Gobierno son altos, el sistema electoral es percibido como confiable y legítimo. No se trata simplemente de una percepción: la evidencia empírica lo respalda.
Según datos del Comparative National Elections Project, ante la pregunta sobre cuán libres e imparciales fueron las elecciones presidenciales, el 38% de los chilenos encuestados por LEAS-UAI en 2021 respondió que fueron completamente libres e imparciales. Esta cifra supera ampliamente a países como Estados Unidos (30% en 2020) y Francia (16% en 2017).
¿Por qué ocurre esto, y qué podemos aprender en un año marcado por elecciones presidenciales y parlamentarias?
La literatura sobre integridad electoral identifica múltiples factores que explican la confianza ciudadana en las elecciones. A nivel institucional, destaca la autonomía de los organismos encargados del proceso. En este plano, el Servel funciona con independencia, cuenta con atribuciones técnicas, ejecuta procesos auditables y ha sabido adaptarse a reformas importantes sin perder legitimidad.
Pero la confianza también se construye desde lo individual. La psicología del votante juega un rol clave. Un estudio publicado en Electoral Studies por Bernardo Mackenna, Andrés Scherman, Alfredo Joignant y por mí, basado en 26 encuestas post-electorales en 18 países, muestra que quienes apoyan al candidato ganador tienden a confiar más en la limpieza del proceso, aun cuando detecten fallas. Mientras que quienes apoyan al perdedor tienden a dudar, aunque no haya evidencia de irregularidades.
Esa respuesta emocional puede ser instrumentalizada por líderes que, ante una derrota, buscan deslegitimar el proceso antes que asumir el resultado. En Estados Unidos, Donald Trump rechazó los resultados de 2020, acusó fraude sin pruebas y alentó un asalto al Capitolio. En Brasil, Jair Bolsonaro replicó el libreto, y abandonó el país antes del cambio de mando. En ambos casos, el blanco ha sido el árbitro electoral, con consecuencias graves para la confianza ciudadana en las elecciones.
¿Podría pasar algo similar en Chile? Hasta ahora, no hemos visto ataques serios al Servel. Pero tampoco podemos dar por garantizada su inmunidad. Las elecciones que se avecinan representan una oportunidad para reafirmar el valor de contar con un Servel legítimo, imparcial y profesional. Cuidar esa fortaleza implica más que ir a votar. Implica exigir que quienes compiten respeten las reglas del juego, acepten los resultados y se abstengan de sembrar dudas infundadas sobre el proceso.
En un país donde reina la desconfianza, nuestras elecciones siguen siendo un espacio de certidumbre. Que siga siendo así depende, en parte, de cómo actuemos —y de qué permitamos— en este nuevo ciclo electoral.
Por Ricardo González, director LEAS-UAI
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
2.
4.