Paula

De ser “adoptada” a contribuir a las comunidades: el impacto de ser vista en la infancia

A los nueve años, Michelle Volpi conoció a Angélica, una estudiante universitaria que la acompañó a través del programa Adopta un hermano y que le entregó algo invaluable: la experiencia de sentirse vista y apoyada. Hoy, como parte de Servicio País en Cabildo, recuerda esos días y dice: “Mientras postulaba, además de pensar que siempre había querido ser voluntaria, también venían los flashbacks de momentos que viví con Angélica y otras personas… Todo vino a mi memoria y le dio sentido”.

En el Valle de Alicahue, en la comuna de Cabildo (Región de Valparaíso), Michelle Volpi Saavedra camina entre paisajes montañosos y valles fértiles. Es psicóloga, tiene 29 años y llegó aquí como profesional del Servicio País, de la Fundación Superación de la Pobreza, para trabajar en el fortalecimiento organizacional de líderes y lideresas. Al igual que casi 30 generaciones de jóvenes destinados a zonas rezagadas de Chile, participa en reuniones vecinales, entrevista a dirigentes, conversa con mujeres con el objetivo de apoyar el desarrollo de la comunidad. En su caso, a través del fomento al turismo, las historias populares y el rescate patrimonial de la memoria de personas mayores.

Aunque esta es su primera experiencia profesional, siente que todo en su vida la preparó para llegar a este punto.

Michelle creció en Temuco rodeada de una familia numerosa: padres, abuelos, tíos, primos y sus cuatro hermanos. Más de diez personas bajo el mismo techo. A menudo veía televisión y se enteraba de programas internacionales de voluntariado. “Recuerdo mucho Médicos Sin Fronteras y los trabajos en África. De ahí empezó el bichito de decir ‘eso quiero’. Creo que eso fue creciendo con el tiempo, se fue haciendo más fuerte. Yo siempre le dije a mi familia ‘yo me voy a ir en algún momento’ y ellos siempre me apoyaron en eso”, comenta.

Ese ‘bichito’ se hizo aún más notorio en 2005. Tenía nueve años cuando su profesora jefa le pasó una notita a su mamá diciéndole que estaba invitada a participar del programa Adopta un hermano. En ese momento, pensó que la iban “a retar”, que quizás se había “portado mal”. Se equivocaba.

***

El programa Adopta un hermano, inspirado en otras experiencias internacionales, se incorporó en 1999 a la Fundación para la Superación de la Pobreza para dar apoyo académico y socio-afectivo a niños y niñas en situación de vulnerabilidad.

El diagnóstico era claro: si se consideraba la pobreza de manera multidimensional, con superposiciones de desventajas sociales; si se consideraban la falta de oportunidades para el desarrollo, entonces la infancia en Chile constituía uno de los grupos más desaventajados de la sociedad.

Diploma de la participación de Michelle en el programa 'Adopta un hermano'

Adopta un hermano visualizaba a las familias de los niños y las niñas concentradas en tareas más bien de orden productivo, esto es, centradas en la supervivencia diaria, lo que repercutía directamente en la atención que podían brindar a sus hijos e hijas en materias de salud y educación. Al mismo tiempo, se sucedían procesos de invisibilización de los derechos, ya sea por el desconocimiento que tenían de ellos las familias o las profundas dificultades que tenían para ejercerlos y ponerlos en práctica en los espacios de la vida cotidiana”, explica Loreto Salinas, educadora de párvulos magíster en Educación y exdirectora nacional del programa.

Desde el marco del enfoque de derechos, Adopta un hermano estuvo vigente entre 1999 y 2009. El programa empezó centrado en tutorías individuales y poco a poco fue avanzando hacia un modelo preventivo, con tutorías grupales y la colaboración con escuelas y familias. Ya en los últimos años, buscó específicamente reducir las brechas socioeducativas de niños de 2º a 6º básico mediante acompañamiento sistemático, fortaleciendo sus capacidades y reconociéndolos como sujetos de derecho.

En sus 10 años, participaron más de 9.000 estudiantes universitarios como tutores acompañando a más de 10.000 niños y niñas en su proceso de aprendizaje.

Niños y niñas como Michelle.

***

Cuando Michelle supo que la nota a su mamá no era una advertencia, ni un reto, se puso contenta. Más contenta aún se puso cuando se enteró de que tendría una hermana mayor. “Para mí fue sorpresivo. Me pregunté ‘¿qué se sentirá finalmente no ser la mayor?’ y le dije a mi mamá que sí me interesaba ser parte del programa”, recuerda.

A lo largo de las semanas de espera hasta el primer encuentro con su hermana, Michelle se hizo muchas preguntas. ¿Será hombre o mujer? ¿Cómo tendrá el pelo? ¿Será más alto? ¿Cómo será su voz? “Durante esos días, como éramos varios niños beneficiarios del programa, nos juntábamos a conversar. El ambiente entre nosotros era de mucha curiosidad, ansiedad, era emocionante… Nadie sabía nada y no sabíamos qué esperar”, comenta, entre risas.

La primera reunión fue un rito que se le quedó grabado. El gimnasio de la Escuela Caupolicán estaba adornado con globos y un gran cartel de bienvenida. Cada niño y niña recibió un sobre con su nombre y una imagen incompleta. Lo mismo ocurrió con los estudiantes universitarios. La de Michelle eran carros de tren; la de su hermana, la locomotora. Así conoció a Angélica, estudiante de Pedagogía. “Para mí fue emocionante porque había otro adulto preocupado de mí. Era bonito eso”, cuenta.

Las tardes con Angélica se llenaban de juegos, paseos y tareas compartidas. Una vez hicieron juntas un trabajo de historia sobre los Aymara: “Yo tenía cero ganas de hacerlo y ella me decía: ‘ya, Michelle, démosle’. Me ponía atención y me iba ayudando”. Lo valioso, comenta, era que la atención era solo para ella. “Con mis papás siempre había que compartir, pero con Angélica era distinto”. Era aprender “a través del juego”, destaca.

Esa experiencia no quedó solo en anécdotas escolares. “El impacto fue haber sido vista, porque dentro de mi familia éramos muchos y siempre estaban ahí, pero cuando fue Angélica otro me vio, otro vio potencialidad en mí”. Esa mirada externa la marcó profundamente: “Ya no era solo la Michelle de Temuco, sentía que podía ser la Michelle que alzaba su voz. Pude saber que dentro de mí había cosas que podían ser valiosas, importantes y que también podía estar al servicio de otros. Yo creo que ese fue el impacto que tuvo Angélica, el programa, todo en mi vida”.

***

En 2024, 19 años después de haber sido beneficiaria de Adopta un hermano, Michelle vio las postulaciones al Servicio País, un programa que busca que jóvenes profesionales colaboren con una comunidad y vivan durante un año en las comunas más vulnerables y aisladas del país. La idea es levantar proyectos con la comunidad, buscar soluciones innovadoras y sustentables a la problemática de la pobreza.

A la izquierda Michelle con 9 años junto a su "hermana". A la derecha, Michelle en la actualidad.

“Dije: ‘creo que es ahora o nunca’. Mi corazón latía fuerte, decidí poner todas las fichas y todas las energías. Le dije a mi familia y todos me dijeron ‘eso es lo tuyo’. Mientras postulaba a Servicio País, además de pensar que siempre había querido ser voluntaria, también venían los flashbacks de momentos que viví con Angélica y otras personas… Todo vino a mi memoria y le dio sentido”, comenta.

Quedó seleccionada y lo celebró con sus seres queridos.

A Loreto Salinas le emociona saber que una niña que fue parte del programa Adopta un hermano decidió ser Servicio País. “Es increíble. Este hecho da cuenta del fuerte vínculo que tuvo con su tutora, que impacta su trayectoria educativa y profesional motivada por contribuir a la sociedad. Muestra que el programa no solo fomentó el estudio y la profesionalización, sino que también cultivó en esta participante un compromiso actitudinal para aportar positivamente al país”, sostiene.

***

Michelle llegó a Cabildo, a más de 850 kilómetros de su ciudad natal, el 20 de marzo pasado. En estos seis meses, dice estar viviendo una experiencia “transformadora”. Cada reunión comunitaria y cada conversación con dirigentes locales la hacen recordar de dónde viene su vocación. Con el tiempo, dice estar soltándose más y aportando a los líderes y lideresas con un foco en el turismo y en el patrimonio del sector.

“Uno llega con muchas expectativas, con muchos sueños y el estar en un territorio que tú no conoces te cambia, te transforma. Yo fui derribando muchos muros, muchos miedos, inseguridades que traía, porque siempre hay un equipo detrás, uno no está solo nunca. Yo creo que uno, como joven, tiene una energía y visiones distintas que a las comunidades les sirve. Es una oportunidad para impactar en la vida de las personas, pero también para crecer como persona y como profesional al servicio de otros”, dice, emocionada.

–Pensando en tu trayectoria, ¿qué le dirías a la Michelle niña, a la que tenía miedo cuando recibió esa nota de su profesora jefa?

–Yo le diría a la Michelle chiquitita que siga sus sueños, por más locos que sean, que los siga porque eso es el motor de su futuro y que agradezca y que abrace los recuerdos y las enseñanzas que le dejó la Angélica.

__

*Las postulaciones para ser Servicio País en 2026 ya están abiertas. Los requisitos y detalles están disponibles en www.serviciopais.cl

Más sobre:SociedadAdopta un hermanoServicio PaísVocación social

COMENTARIOS

Para comentar este artículo debes ser suscriptor.

🎉 La Tercera celebra 75 años ✈️ Suscríbete y entra al sorteo por 2 pasajes a Buenos Aires.

Plan digital $990/mes SUSCRÍBETE