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Viviana Soto, la profesora que entrega una voz a los privados de libertad

Desde hace años, esta docente penquista dedica su tiempo libre a educar a personas privadas de libertad y a las niñeces del Servicio Nacional de Reinserción Social Juvenil, con el objetivo de devolverles dignidad y un lugar en la sociedad.

Fotos: Mario Téllez MARIO TELLEZ

“Un niño, un maestro, un lápiz y un libro pueden cambiar el mundo”. - Malala Yousafzai.

Viviana Soto Aranda llega en su auto al centro penitenciario femenino de Santiago, ubicado en la comuna de San Joaquín. Al bajarse, golpea el portón de la entrada e inmediatamente sale un gendarme.

—Hola, ¿cómo está? —le dice el guardia de la entrada, a quien ya conoce luego de tantos años visitando el centro.

—Debo dejar cualquier aparato electrónico en la portería —añade Soto acerca del ingreso al centro.

La docente pasa por un detector de metales. Posteriormente cruza una segunda puerta donde retienen su carnet de identidad y le entregan una credencial de visita, que debe llevar en su cuello todo el tiempo. Luego de un tercer acceso y cinco minutos de recorrido llega a la zona cuna, donde se encuentra la última puerta. Las oscuras murallas de la cárcel y los guardias armados esconden en su interior un “oasis”, como lo llamó ella, dónde está permitido soñar, jugar y aprender: la zona del jardín infantil. Paredes coloridas, algunos libros y mesitas que hacen sonreír a la pedagoga mientras lo recuerda, son el refugio de pequeños niños, niñas y sus madres condenadas.

Un día lunes, helado y gris, cerca de las cuatro de la tarde, la profesora viene de terreno. Con una taza de café en sus manos, está sentada en la cabecera de la gran mesa blanca de dieciséis puestos, ubicada en una sala de reuniones del Departamento de Educación de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, donde trabaja como docente.

Soto ha transitado distintos contextos relacionados con personas en exclusión social, “siempre he estado en esas veredas, la vida me ha llevado a estar ahí”, comenta. En la Región Metropolitana trabajó en programas educativos de familias monoparentales dirigidas y organizadas por mujeres que vivían en campamentos. Asimismo, conoció el contexto de las escuelas, centros educacionales públicos y subvencionados de la zona sur de Santiago. Hace tiempo, dio un paso más allá: fundó Dignidad Entre Rejas.

Inserción social

Dignidad Entre Rejas es una organización sin fines de lucro que centra su labor en los centros penitenciarios del Biobío. Para crearla, Viviana se inspiró en su vivencia de 2022, escuchando las necesidades de personas privadas de libertad, observando el abandono que enfrentan quienes viven en contextos de exclusión y encierro. El objetivo de la organización es contribuir a la mejora de las condiciones educativas, así como a los procesos de reinserción e inserción social de estas personas. La profesora enfatiza la relevancia de este último concepto:

—En las políticas públicas, estas personas nunca han estado realmente insertas en la sociedad.

En Chile, hay más de 59.649 personas privadas de libertad, según cifras oficiales de Gendarmería al 31 de marzo de 2025. Del total, 38,017 están condenadas y 20.959 en calidad de imputadas.

Viviana destaca las profundas precariedades que enfrentan las regiones de Chile, donde el abandono institucional y las condiciones materiales ya difíciles se agravan aún más dentro de las cárceles. Justifica su enfoque territorial señalando que la mayoría de programas se concentran en la Región Metropolitana, mientras que en regiones como el Biobío existe una notoria falta de apoyo.

—Por ejemplo, la cárcel de mujeres en Santiago está sobrepoblada de programas, mientras que en regiones hay muy poca intervención —comenta—. La idea no es romantizar, pero hay que pensar críticamente los procesos, si queremos idear una sociedad más democrática, ya pensemos en la cárcel críticamente.

En 2022, durante el proceso constituyente, se conformaron muchos cabildos ciudadanos. La docente decidió aplicarlos en las cárceles.

—Nadie le estaba preguntando a la gente de los centros penitenciarios cómo pensar el país, considerando que quienes habitan la cárcel son personas que han estado excluidas históricamente.

Las personas privadas de libertad, agrega, planteaban la necesidad de pensar en la infancia y la familia, de que el Estado ayude a esa familia con bajo nivel educativo y muchos problemas económicos.

La docente recalca que fue una experiencia revolucionaria, donde se dio cuenta de la necesidad que tiene el país, de conversar con esos otros y otras, que están recluidos de libertad.

Viviana estaba decidida a buscar una manera de ayudar a quienes denominó “excluidos de la sociedad” a obtener una solución para aminorar su exclusión, y llevarnos a una real democracia donde todos formemos parte. Este es un objetivo que ha estado persiguiendo durante años con ayuda de su herramienta favorita y predilecta, la educación.

La profesora cuenta que nunca ha tenido malas experiencias en los centros penitenciarios, pero sí algunos momentos “complicados” con la gendarmería.

—Cuando ingresé por primera vez a los patios, iba con dos compañeros y estábamos rodeados de policías. El gendarme me decía: “¿Le dice usted o le digo yo?”. Respondí, “¿sabe qué?, prefiero explicarles yo, porque deben entenderlo”.

Al acercarse había al menos 80 personas, “no creo que la escuchen, aquí no hay micrófono”, le decía un policía. Los privados de libertad se acercaban con las manos hacia atrás y ella les dijo: “Hola, mi nombre es Viviana y estoy aquí para hablar con ustedes”. Ella les explica todo el contexto del proceso constituyente y el estallido social, lo cual comenzó a inquietar a la policía. “Comprenderán que como país estamos pensando cambiar la Constitución que heredamos de Pinochet”, le comentó a los reos.

Algunos expresaron su desagrado de manera disimulada y los policías se sintieron descolocados. La situación se volvió incómoda, relata Soto.

— Cuando terminó el cabildo, me llamó el gendarme, “señorita, venga, lo que usted dijo es muy grave, no puede decir eso acá. Si usted sigue diciendo eso, no va a entrar más”. Yo le respondí: “Pero ¿qué dije?”, a lo que me contestó, “usted empezó a hablar del estallido. Claro, después se va y me deja sublevada a la gente”.

Foto: Mario Tellez MARIO TELLEZ

Mirada crítica

Además de su labor en Dignidad entre rejas, Viviana es docente de cátedra y encargada de práctica de la carrera de Pedagogía en Educación Parvularia de la Universidad de Chile. Compagina ambas labores incluyendo alumnas en prácticas profesionales en labores de recintos penitenciarios y de protección.

El jardín infantil Rayito de Sol, de la Fundación Integra, por ejemplo, está ubicado dentro de la cárcel de San Joaquín donde, durante 11 años, no recibieron estudiantes en práctica. Viviana realizó las gestiones para abrir cupos, que fueron concedidos únicamente por su experiencia educativa en la cárcel. Estas vacantes han sido negadas a todas las otras universidades.

Una antigua alumna de Viviana, quien trabajó con ella en los centros penitenciarios durante 2024, Natalia Luengo, cuenta sobre la mirada crítica y gran entrega de la docente.

—La profe es una persona muy observadora, siempre está analizando, para aprender. Admiro su capacidad de analizar los espacios desde una mirada crítica, se hace miles de preguntas, ¿por qué esto está sucediendo? ¿Qué puedo hacer?

Luengo, agrega la alegría y el fuerte vínculo que la profesora genera con sus alumnas, formando relaciones simétricas, haciendo más amigable en el trabajo pedagógico.

—La Vivi es muy aperrada y valiente, tiene una gran dedicación en la pedagogía, realmente le apasiona, le entusiasma enseñar en contextos de encierro, trabajar con los niños y velar por los derechos de las mujeres privadas de libertad.

Describes a la profesora como alguien muy dedicada, pareciera que nunca necesita un descanso.

—Yo siempre le digo, “Viví, por favor descansa”, es una persona que entrega mucho, pero descansa poco. Si tú le pedías una reunión, ella a veces tenía un espacio a las 10 de la noche, ella te da el tiempo, eso ningún profe lo hace. Si yo decía, “voy a trabajar en una actividad con cajas”, la profesora salía a la calle a buscarlas.

Foto: Mario Tellez MARIO TELLEZ

Pensar en profundidad

Viviana detalla los espacios destinados a educar en centros penitenciarios, describiendo las salas de clases en algunos centros como muy bonitas, pero en otros son pequeñas, lóbregas, grises y con mala acústica. Dentro hay una pizarra y nulas posibilidades de conexión a internet. “Entonces, igual es complejo la educación dentro de la cárcel, pero no es imposible”, recalca.

—Estamos haciendo un trabajo muy bonito en las cárceles. Hicimos una capacitación con mi colega, a más de 100 profesores que hacen educación en centros penitenciarios a nivel nacional y fue una experiencia preciosa, ellos nos hablaban del abandono que sienten como profesores.

Soto se detiene un momento pensando en algo más y luego agrega.

—Tenemos que pensar más profundamente, con mayor compromiso del Estado sobre la educación, porque moviliza muchas cosas y para mí es uno de los pilares fundamentales en nuestra sociedad.

La profesora explica cómo el tema educativo en la cárcel debe ser un proceso ordenado, para lograr tener sentido, solidez y también apoyo. Destaca cómo el acompañamiento debe ser continuo y prolongado.

—Dejar a la persona tirada, es lo más violento que hay, nosotros somos un aporte para ellos porque no todos buscan trabajar en estos espacios, es voluntariado. Nosotros ahí ya no recibimos nada de dinero.

En Chile hay aproximadamente 5.000 mujeres privadas de libertad, de las cuales el 85% son madres. En los recintos penitenciarios, cuando sus hijos cumplen 2 años, tienen que dejar la cárcel e ir a sus casas. Algunos menores no tienen las redes necesarias y van a los hogares de protección del Estado.

—Un niño que nació, se fue del hospital a la cárcel, creció ahí, cumplió 2 años 6 meses, con 3 años ya está institucionalizado. No conoce el mundo, la playa ni la ciudad. Una vida institucionalizada, esa experiencia es fuertísima.

Viviana Soto también fue guía en la práctica profesional de Valeria Allendes, educadora de párvulos. Ella relata la influencia que tuvo la docente en su formación como educadora. Destacó su gran vocación por la pedagogía y su talento para demostrar el valor que tienen las alumnas en el proceso de aprendizaje.

—Influyó al decir, “en cualquier parte se puede hacer pedagogía y se puede hacer bien”. Cuando estoy trabajando y me paro frente a la sala llena de niños, digo: “Ellos también son protagonistas de la educación que les estoy entregando”. Cuando enseñas, no eres solamente tú, hay una persona que está recibiendo ese aprendizaje.

La luna ya se comenzaba a asomar, eran las 6:30 de la tarde y Viviana, antes de despedirse entrega su última apreciación sobre la valiosa labor que le atribuye a la educación:

—Los fracasos en los procesos de reinserción, no son porque sean malas personas, sino que nunca se les entregó una educación concisa y profunda.

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  • Este perfil fue elaborado en el marco del curso Reporteo Avanzado, de la Facultad de Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile, a cargo de la periodista y docente Amanda Marton.
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