Paula

VIH+: ¿Cómo se ve afectada la vida pos diagnóstico?

En los últimos 12 meses, ¿qué tan satisfecho estás con tu vida sexual?” fue una de las preguntas de la primera Encuesta Nacional sobre Calidad de Vida de Personas con VIH en Chile, iniciativa llevada a cabo por la Fundación Chile Positivo. De las personas encuestadas, un 27% declaró estar insatisfecho o muy insatisfecho.

Según estimaciones de ONUSIDA, entre los años 2010 y 2018 hubo un aumento de un 34% en el número de nuevos diagnósticos de infecciones por VIH en Chile. Además, se estima que para fines de 2018, alrededor de 71.000 personas vivían con VIH en el país, 61.660 conociendo su diagnóstico, lo que representa un 87%. Sin embargo, no existen datos actualizados sobre la calidad de vida de personas viviendo con VIH en Chile. La literatura y evidencia internacional demuestra que las personas con VIH se ven expuestas a distintas formas de vulnerabilidad social; experimentan y sufren discriminación ligada al estigma asociado con el VIH, entre ellas, discriminación laboral, en sus entornos familias y cercanos o en su comunidad, en el acceso a distintos servicios sociales y en entornos educacionales.

En este contexto, recibir un diagnóstico positivo para VIH puede tener un impacto muy profundo en la salud sexual no sólo en lo físico, sino que en sus distintas dimensiones. Entre las respuestas de la encuesta se puede evidenciar que una gran parte de la muestra observó una disminución de la libido posterior al diagnóstico, es decir, el deseo sexual se vio mermado y muchos decidieron dejar de tener relaciones sexuales por periodos de tiempo que varían entre cada persona, llegando en algunos casos a espacios temporales de varios años. Lo anterior responde a diversos motivos, como el miedo a transmitir el virus a otra persona, miedo al rechazo de otros al momento de revelar el estado serológico, altos niveles de ansiedad producto del diagnóstico y el proceso de aceptación del mismo, temor a una potencial reinfección de VIH u otra ITS, dificultad para llegar al orgasmo, baja en la autoestima y una percepción de la sexualidad como algo sucio.

Iancu Cordescu, Director Ejecutivo de Fundación Chile Positivo, explica que “el impacto emocional del diagnóstico puede tener un desarrollo muy distinto entre unas personas y otras. En general sienten miedo de enfrentar el diagnóstico, también por la incertidumbre sobre qué puede suceder con su vida sexual y con su vida paternal o maternal, si van a poder ser padres o madres. Ese miedo luego se transforma en estrés, y eso es lo que va limitando la posibilidad de desarrollar una vida sexual plena”. De hecho, muchas personas señalaron que pasaron años después de recibir la notificación para retomar su vida sexual con normalidad, mientras que para otros fue un proceso relativamente más rápido. “El denominador común para superar esa etapa fue contar con información de calidad que les diese confianza y seguridad para recuperar su sexualidad sin miedo a transmitir el virus y a infectarse”, agrega.

Cordescu dice que lo que suele ocurrir es que después de tener los primeros controles, de ver que el estado de salud mejora porque los medicamentos están haciendo efecto, lo que va acompañado de mucha información, muchas personas son capaces de transformar el diagnóstico e incorporarlo dentro de su vida. “Una persona que recibe el diagnóstico, inicia su tratamiento y se informa de que eso va a mejorar su salud y al mismo tiempo ese medicamento va a permitir no infectar a otras personas teniendo relaciones sexuales, es que viene un alivio tan grande, que recién ahí viene el proceso de recuperación de la vida sexual”.

La ansiada indetectabilidad

En la encuesta se determinó también que el lograr un estado de indetectabilidad fue un gatillante para recuperar la tranquilidad y disminuir con ello sensaciones de ansiedad y temor. Iancu cuenta que actualmente los medicamentos que hay en Chile permiten que las personas en tres o cuatro meses desde que inician el tratamiento ya estén indetectables, esto es igual a intransmisible, es decir que la carga viral que tiene una persona es tan baja, que no puede transmitir el VIH mediante el intercambio sexual.

Asimismo, se reveló que la información que las personas con VIH fueron obteniendo con el paso del tiempo se transformó en un facilitador para poder educar a otros, por ejemplo, a sus parejas y personas cercanas. “Existe una diferencia entre personas adultas y jóvenes. De hecho del 27% que declara estar insatisfecho o muy insatisfecho, la mayoría son personas mayores. Quienes se sienten satisfechos o relativamente satisfechos son personas jóvenes porque entienden que el tratamiento es de rápida acción, pueden recuperar la vida sexual más rápido y no tienen miedo de infectar a otra persona”, explica Iancu.

Y en esto también entra en juego el develamiento del diagnóstico. Respecto de la pregunta ¿A quién le has revelado tu estado serológico?, un 63% declaró haberlo comentado con su pareja o cónyuge, un 53% a hermanas o hermanos y un 61% al padre o madre. Sin embargo, a la hora de conformar redes de apoyo, un 89% se lo ha comentado a un amigo o amiga y sólo un 26% a su empleador o jefatura. Esto último podría ser relevante a la hora de encontrar barreras de acceso a los servicios de salud de VIH.

Para las generaciones nuevas es mucho más fácil conversar sobre VIH por el nivel de acceso a información. A quienes tienen sobre 40 años les es más difícil develar el diagnóstico y ahí se merma muchísimo más la calidad de la vida sexual. De hecho, una de las respuestas de la encuesta fue: ‘mató mis ganas de buscar pareja por el estigma o la dificultad de decirlo y ser rechazado si es alguien a quien quiero’. Hay una barrera de la conversación que es lo que puede estar afectando a las personas y ahí el miedo sigue estando presente”, aclara Cordescu y agrega que la decisión de contarle o no a la pareja puede cambiar la experiencia de vida de una persona. “Hay quienes han tenido una tan mala experiencia al contarle a parejas sexuales que viven con el virus que deciden no contarle nunca a nadie más”, dice.

Esta es una decisión muy personal y tiene que ver con cómo la persona construye su vida sexual y en paralelo su vida afectiva, y cómo generan esta combinación. Iancu dice que “hay personas que viven con VIH y tienen una vida sexual plena y desarrollada, pero nunca han contado su diagnóstico y eso no significa que pongan en riesgo al resto, porque puede estar tomando su tratamiento. Pero hay otras que sienten la necesidad de contarlo porque es parte de la conversación que tienen que tener como pareja, por el nivel de vínculo. Y ahí viene la presión. Hay un autoestigma o autodiscriminación en algunos casos, sobre esta necesidad de tener que contarlo y frente a eso sentir validación. Y aunque no estoy de acuerdo con el hecho de necesitar la validación de otros para tener una vida sexual plena, en muchos casos el que te acepten con VIH positivo puede ser una forma de encontrar placer, porque muchas personas se sienten queridas, atractivas y respetadas por otra persona que las valida a partir del diagnóstico”.

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