Cambio de hora: el ajuste horario que pretende resolver en un día lo que en la naturaleza tarda seis meses


Existe una fuerte discusión, en todo el mundo, respecto a las ventajas y desventajas de los ajustes estacionales de horarios. Los defensores de desplazar la fase de luz hacia la tarde en el invierno han sido los intereses económicos; en contraste, desde las disciplinas centradas en el ser humano, se han denunciado sus potenciales efectos adversos.

Los humanos somos mamíferos diurnos. Heredamos este atributo tras una la larga historia evolutiva de nuestro linaje primate, que probablemente hace unos 40 millones de años pasó de ser nocturno a predominantemente diurno.

Desde el punto de vista fisiológico, somos diurnos porque nuestro principal reloj interno o reloj circadiano, (localizado en una región del sistema nervioso denominado hipotálamo) designa las horas en las cuales nuestro organismo está mejor preparado para la actividad (las de luz del día). El sueño y el reposo ocurren durante la fase nocturna, porque la prolongada vigilia diurna provoca somnolencia al anochecer.

Nuestro reloj biológico tiene un ritmo muy cercano pero diferente en algunos minutos a las 24 horas. Si no corregimos cotidianamente el pequeño error del reloj, este puede desfasarse respecto del ciclo día/noche provocando un desacople progresivo entre la hora del día y el reloj biológico. El amanecer es, por ello, el momento más importante para el reloj circadiano humano: la señal natural de la luz del sol contiene la energía adecuada para ajustar este mecanismo.

En las mañanas oscuras, estamos forzados a desplegar nuestra actividad cuando nuestro cerebro y el resto del organismo aún están en "modo nocturno". Significa además, no contar con la señal de corrección horaria del reloj biológico, de tal forma que el orden temporal interno de los procesos fisiológicos se debilita y desfasa de la hora local, impactando en la calidad de la vigilia y la del sueño.

Para minimizar el efecto de extrema la oscuridad matinal en invierno, el ajuste horario del otoño pretende resolver en un solo día y en un salto de una hora, lo que en la naturaleza tarda seis meses. De esta forma, estamos forzando un ajuste que puede eventualmente estar asociado a efectos importantes en la salud. De hecho, un reciente estudio que aborda cuidadosamente la evidencia epidemiológica disponible, sostiene que el ajuste horario eleva el riesgo de infarto agudo al miocardio.

Existe una propuesta, contenida en un proyecto de ley, de desplazar nuestro horario hacia el poniente (Ecuador o Perú), una idea que va en el camino correcto en tanto permitiría eliminar el daño cronobiológico causado por innecesarios ajustes estacionales. Ante estas complejidades, es recomendable que, para evaluar correctamente el impacto de esta política, realicemos un diagnóstico adecuado del la salud cronobiológica de los chilenos.

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