La DC y su pérdida de identidad
Con su decisión de plegarse a la abanderada del PC, la tienda terminó por diluir su identidad. Es la consecuencia de haber perdido su carácter moderador, para identificarse con un perfil más progresista, tal que lo que queda ya no representa a su ala histórica.

La Junta Nacional de la Democracia Cristiana (DC) resolvió, por el 63% de sus integrantes, que el partido se plegará a la candidatura de la militante comunista Jeannette Jara, una decisión que gatilló la renuncia de su presidente, quien junto a otros militantes sostenía la tesis contraria. Con ello la DC logró asegurar que será parte de las negociaciones para conformar una lista parlamentaria que le permita al menos retener sus actuales cupos, así como integrar el comando de la candidata y aportar con sus técnicos. Esta jugada pragmática, sin embargo, no borra que el balance para la tienda es desolador, porque al terminar plegándose a una candidatura del PC -algo que sin duda constituye una rareza en la experiencia internacional- el partido ha terminado diluyendo su propia identidad. Esta descansa sobre los principios del humanismo cristiano, y en sus bases fundantes se plantea la construcción de una sociedad distinta del liberalismo individualista y el socialismo marxista.
El paso que ha dado la DC es la consecuencia de un sostenido proceso de declive, lo que se ha manifestado no solo en la progresiva pérdida de escaños parlamentarios -si en 1990 la DC tenía el 31% de los escaños para diputados, en los comicios de 2021 apenas alcanzó el 5%-, sino que además en su incapacidad para instalar figuras presidenciales. La DC conquistó un sobresaliente éxito electoral con la candidatura de Eduardo Frei Montalva en los 60, y no puede perderse de vista que fue el partido eje durante la primera parte de la transición iniciada en 1990, con las presidencias de Patricio Aylwin y Eduardo Frei Ruiz-Tagle, ambos electos con votaciones muy contundentes. Sin embargo, sus últimas candidaturas presidenciales han obtenido resultados bajísimos, y es claro que ya no cuenta con ninguna figura con suficiente proyección electoral.
Resulta inevitable interrogarse por las causas que han llevado a este declive, y aunque seguramente es un fenómeno multicausal, parece claro que una de las razones hay que encontrarla en que la DC fue progresivamente perdiendo su carácter de fuerza más centrista o moderadora en nuestra política, para identificarse con un perfil cada vez más progresista, olvidando lo que ha sido su propia historia y principios orientadores. El haber integrado el gobierno de la Nueva Mayoría -donde el PC fue parte de dicha administración- ya marcó un primer quiebre, y luego, con su decisión institucional de apoyar la radicalizada propuesta de la Convención Constitucional, terminó produciendo una profunda escisión en sus filas. Este paso no solo generó la fuga de buena parte de sus militantes más emblemáticos -así como de dos de sus senadores, que luego conformarían el partido Demócratas-, sino que también ha sido posible advertir una continua merma de militantes -en tres años ha perdido del orden de 5 mil afiliados-, lo que ha llevado a que el partido sin duda haya cambiado su morfología. No debería resultar sorprendente que su militancia tenga ahora un perfil más de izquierda, de modo que lo que queda de la DC ya no representa lo que fue su ala histórica.
El epílogo es que el partido se ha quedado con la marca DC y lo que más importa ya no es la defensa de un ideario, sino cuidar los cupos parlamentarios, ante lo cual resulta difícil imaginarse que la tienda pueda recuperar su influencia y rol de antaño.
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