A los pies del Macizo Paine
Ubicado justo en el borde del Parque Nacional Torres del Paine, por el acceso sur, lo primero que uno no puede dejar de ver es la increíble vista al Macizo Paine; si el cielo está despejado, los cuernos son impactantes y uno entiende por qué esta región de Chile atrae cada vez a más turistas. Invitados por el Hotel Río Serrano a conocer sus nuevas instalaciones, compartimos con ustedes lo que vimos y disfrutamos.


Lo que comenzó hace ya años como un pequeño hotel ha ido mutando y creciendo para transformarse en lo que hoy conocemos como Hotel Río Serrano. Desde 2008 la familia Arancibia, dueña de este proyecto, ha desarrollado mejoras y definido el carácter del que se perfila como uno de los hoteles con mayor capacidad en las cercanías del parque.
2008 fue el gran salto para el hotel, pasando de 2.000 m² a los actuales 4.500 m², trabajando siempre contra el tiempo. Fue también el momento en que la oficina de interiorismo de Katherine Rahal se hizo cargo del proyecto. El encargo era preciso: dotar a este gran edificio de un sello que lo hiciera único y del que los dueños estaban conscientes que carecía hasta ese momento; hasta ahí, todo bien. Pero había un pequeño detalle, debía ser hecho en los meses en que el hotel está cerrado y el clima es, por decir lo menos, ‘difícil’, entre abril y septiembre. Katherine decidió embarcarse en el desafío haciendo los primeros cambios en la hoja de ruta que trazaron en conjunto con los dueños, proyecto que aún tiene etapas por concretar, como un gran quincho, alejado del edificio principal, para independizar a los que quieren fiesta hasta tarde. También hay un proyecto de spa que debería ser la nota alta para cerrar lo que ya es un hotel para disfrutar y dejarse querer.

Este 2015 fue otro maratón para los distintos equipos que han estado interviniendo el hotel, y nuevamente había pocos meses para hacerlo más acogedor, dado que la funcionalidad ya había sido resuelta. Las grandes inspiraciones que definió Rahal en conjunto con los dueños fueron: las grandes estancias patagónicas, de donde nace la forma alargada del hotel; los galpones de esquila, que inspiraron el gran comedor; los metales oxidados y las sogas en los muros son detalles que Rahal quiso replicar; las texturas, uso de la piedra, tapices que decoran las habitaciones y la madera -lenga de la Patagonia- aportan la calidez a las zonas de estar. También convocaron a las artistas locales Paola Vezzani y Jessica Restovic a crear piezas; la primera realizó una gran pluma que recibe en el hall de acceso, inspirada en la etnia Selknam, y Restovic, por su lado, un gran cuadro que domina en el comedor principal. Katherine Rahal ha seguido diseñando, coordinando y especificando, en lo posible utilizando solo mano de obra y materiales locales.

El resultado hasta ahora es el de un hotel relajado, confortable y familiar, con un equipo preocupado de que los huéspedes lo pasen bien y de mostrarles de la mejor manera todo lo que la Patagonia significa, ya que no solo hay paseos a las Torres del Paine, también, por estar al borde del río Serrano, se pueden hacer paseos por su ribera, pesca con mosca, salidas a caballo y más. La imagen de despertar en la noche y ver los cuernos iluminados por la Luna llena es la postal con que yo me quedo.

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