Un año después de que Neil Armstrong pisara la Luna el mundo se entusiasmó; con la modernidad, los autos deportivos, los electrodomésticos de última tecnología, etc. Se inauguraron los 70, la Guerra Fría y el festejo de la ciencia por los experimentos de los llamados 'niños probeta'; ahí estaba el diseño, hasta ese momento supeditado al funcionalismo y a la arquitectura en términos generales. Pero en los 70 la cosa cambió. Los diseñadores se hicieron parte, quizás del modo en que los publicistas lo hicieron en los 50 y 60, de un momento de la historia. Los 70 fueron una década de experimentación, de romper cánones y poner en pugna teorías y modelos, el diseño hizo lo propio: color, formas, decoración, exacerbación de los estados de ánimo, plástico...

Verner Panton (1926-1998) nació en Dinamarca, estudió arquitectura, y durante los 60 se estableció en Suiza. Recién graduado de la universidad y siguiendo el ejemplo de la generación Beat, como muchos de sus contemporáneos, compró una furgoneta Volkswagen y se fue a recorrer Europa. Sobre lo que él llamaba su 'estudio móvil' creaba e intentaba vender sus ideas en distintos países escandinavos; pese a ser modernas y orgánicas, como dictaban las buenas maneras del diseño danés, Panton no encontró la acogida esperada. Muy colorinche, mucho plástico, muy pop. No fue fácil, pero había hecho buenas migas en la Academia de Arte de Copenhague con su maestro Poul Henningsen y con Arne Jacobsen, con quien realizó una pasantía, así es que finalmente con la ayuda de  Henningsen, en 1955, la compañia danesa Fritz Hansen comenzó la producción de dos de sus diseños. En 1959 creó la silla Cone para el restaurante que sus padres abrieron en la ciudad de Fiona, que se convirtió en un ícono mediático instantáneo.

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