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Amor y en porcelana

Hoy, cuando mezclar elementos distintos es tendencia, Arma tu Vajilla, el emprendimiento de Claudia Abuhadba, está siendo un éxito. Permanentemente llegan clientas a su casa buscando completar juegos o armando nuevos con la enorme variedad que recibe desde Europa.

-Mamá, con Daniel estamos de aniversario. Estoy cocinando algo especial. ¿Puedo usar la porcelana de la tatarabuela? -preguntó por teléfono Luisa, la mayor.

-¡Pero claro! Sácala toda -respondió Claudia Abuhadba.

Sus dos hijos ponen mesas perfectas desde que eran muy chicos, pero ese día, cuando llegó cinco minutos antes que el pololo para no interrumpir, Claudia quiso aplaudir ante el despliegue: individuales modernos contrastando con platos y fuentes de porcelana pintadas a mano

, que han pasado por al menos cuatro generaciones; vapor de ñoquis caseros a la luz de unas velas.

En la familia de Claudia poner la mesa bonita es una demostración de amor.

“Estas son las culpables de todo”, dice ella ahora bajando la cubierta de un estante de almacén que mandó hacer con madera reciclada y cubre toda una pared de su acogedora cocina. “Hace unos diez años heredé varias piezas de un juego de porcelana que había pertenecido a mi bisabuela. Calculo que tiene como mínimo 120 años. Son inglesas, numeradas y llevan la firma del diseñador. Son lo más fino que tengo para mí”. Pero eran eso, piezas. Completar el juego le costó dos años, hacer contactos en Europa y aprender mucho sobre la fascinante historia de la porcelana, intrincadamente cruzada por la de varias civilizaciones, descubrimientos, invasiones y grandes conflictos bélicos. “Se me ocurrió esta idea que permite reciclar herencias incompletas y perder el miedo a usar la porcelana: un juego formado por piezas distintas no se arruina cuando se rompe una. Se repone con otra igual de linda, y listo”.

Esos contactos que hizo continúan enviándole marcas europeas como Limoges, Dalton y Thomas; otras chinas y japonesas como Noritake. “Algunas llegan en pequeños grupos; con otras hay que jugar más. Es como volver a ser niña chica. Siempre que viene alguna chiquilla nos pasamos mucho rato probando combinaciones. A veces armamos juegos hasta para 24 personas. Mi consejo es partir con una pieza que les encante, de té, de pan, de entrada o principal.

En función de esa hacemos una composición”. Las más antiguas pueden ser un poco más caras, pero en general los precios van desde los 10 mil pesos.

Claudia dedicó una pieza de su casa completamente a las porcelanas. Se acumulan sobre mesas, estantes y al interior de clósets. Contra la luz del ventanal pide apreciar el diseño, la delicadeza, la transparencia y los ribetes de oro de una taza antiquísima. “Creo que uno debe rodearse de belleza. La nobleza de los materiales no tiene por qué reservarse para los invitados, debe tener cabida en la vida cotidiana, en actos tan sencillos como poner la mesa para uno y la familia. La belleza crea un contexto muy especial que hace que la gente se comporte distinto”, dice ella.

Ha estado incluyendo estas delicadas formas de belleza en los banquetes y almuerzos que hace para los ejecutivos de una naviera y para clientes externos. “Monto mi porcelana, mesitas con teteras de todos tipos, cupcakes, aguas, hierbas y cosas naturales. Esa es la característica de mi cocina: me gusta lo natural, los ingredientes que son lo que son; nunca reemplazo por otros más baratos. Me encanta que los sabores se puedan identificar, por eso tampoco uso los que son muy saturados”.

En esas ocasiones, como en las clases que realiza en su cocina, como en este mismo momento -en que tomamos té- y en todos los que encuentra, siempre están presentes sus queridas porcelanas.

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