El centro, el histórico, el de los trámites, el que todos conocemos y poco recorremos. Ese es el centro que quisimos revisitar. Independiente de si uno trabaja o vive aquí, no conocerlo es como no saber quiénes somos y de dónde venimos. Porque todo empezó en estas manzanas, en su Plaza de Armas y en el trazado de damero importado por los españoles a sus colonias. Es lo que nos da nuestra identidad iberoamericana al unirnos por similitud física a otras ciudades fundadas por españoles, lo que no quiere decir que todas sean iguales, pero sí lo son en su organización y jerarquización dentro de los centros históricos. La plaza, la iglesia, algunos edificios de gobierno, los primeros comercios, algunas casas históricas, Ancud, Cuzco o Ciudad de México, cada una en su escala, comparten esta lógica.

Pero volvamos a nuestro Santiago centro. Ha pasado por altos y bajos, con más o menos demanda, pero siempre vigente, porque el Gobierno se ubica en él; porque los bancos, la Bolsa y todo lo relacionado con las finanzas también está aquí, el Poder Judicial, etc. Pero sobre todo es la gente. Creo no equivocarme al decir que cuando pensamos en él, la imagen de calles peatonales llenas de personas yendo y viniendo debe ser una de las más recurrentes. ¿Qué miran? ¿Conocen el centro? Sería bueno saber.

Nosotros lo recorrimos de la mano de un arquitecto, para enumerar brevemente lo que consideramos imperdible desde el punto de vista arquitectónico. También revisamos la evolución de la Plaza de Armas, lugar donde se han plasmado los distintos momentos de la república. Y por último visitamos departamentos de quienes han optado por vivir aquí. Porque en el centro, como desde sus inicios, todo está pasando.