El Reino de Las Manualidades
Una casa en pleno barrio Italia abre un mundo de posibilidades a los objetos hechos por uno mismo y por lo tanto cargados de sentido autoral. Una cuestión de identidad que está moviendo a muchas personas en todo el globo y que aquí en Chile comienza a tomar cada vez más fuerza. Bienvenidos a la Casa de Oficios, lugar creado por Tere Díaz, una mujer con tanta visión como pasión por las manualidades, que aquí cuenta sobre este espacio donde todas las manufacturas caben, de todas maneras el mayor romanticismo material que encontramos por estos días.
Llena de flores, de verde, encanto. El frontis de la Casa de Oficios parece de cuento o, mejor todavía, como si quisiera contar algo. Después de cruzar un pequeño antejardín con baldosas se abre la puerta y lo primero que se ve es la vitrina donde algunas de las cosas que se hacen ahí están a la venta. Ese es el primer flechazo que ocurre con este espacio creado en el 2012 para hacer cosas con las manos, tener un lugar donde los oficios tuvieran cabida o, como lo explica su creadora, la diseñadora Tere Díaz (37), “hacer un cruce entre artistas, diseñadores, artesanos, mucho más allá de quienes eran, sino que importando el enseñar y el objeto final”. Así es como se entiende esta casa, así es como se vive también. Son 4 salas entregadas a los oficios manuales de toda índole, desde hacer un cuaderno hasta el tejido, telar, ilustración, pasando por panes, embutidos y quesos. Todo con cursos cortos y largos abiertos a cualquier persona que quiera aprender personalizadamente y tener ese encuentro romántico y vibrante con lo material producido por uno mismo. Algo con alma tan renacentista como actual. Una vuelta a los oficios que sucede aquí y en el resto del mundo con mucha fuerza y que una vez que se empieza, no termina más.
Los comienzos
La historia es de cuento. De hecho, parte por un cuaderno, esos que Tere aprendió a hacer mientras elaboraba catálogos para casas comerciales. Ahí viene el primer enamoramiento con la encuadernación, oficio que enseña hasta hoy y donde descubrió que un libro es un universo minúsculo, minucioso, infinito y antiquísimo. El mismo que después ultraprofundizó en Londres, donde hizo un máster en diseño, varios cursos y donde trabajó en Cockpit Arts, algo así como una gran galería de arte con salas gigantes donde se practicaban varios oficios y artes, todos juntos, desde cerámica hasta la creación de violines, dando todas las facilidades de negociación para la venta de estos. Esa fue, de hecho, la primera gran inspiración de Díaz para gestar la idea de Casa de Oficios y darse cuenta de que ese era su gran anhelo.
De vuelta en Chile le cuentan de una casa que se vendía en barrio Italia. Que era de una señora que hacía también encuadernación, que estaba a maltraer pero había que verla. Y ese fue el momento crucial. Llegar a esa casa y ver la sala donde todavía estaban los materiales con que la señora (ya muerta) había trabajado años antes fue el mensaje más claro. Y le dio con todo. Supo que era ahí.
Al comienzo ella y su familia vivieron en el piso de arriba. Abajo era la escuela que comenzó con ilustración, después croché y cosas que fueron comenzando por un fenómeno del boca a boca. Era y es el primer lugar donde se pueden reunir todo tipo de oficios manuales, con cursos abiertos a cualquier persona que quiera encontrarse con este tipo de actividad que resulta terapéutica. “Con las manualidades en general creo que hay dos cosas; por un lado está el placer físico, que te pone en una predisposición meditativa que se produce por la repetición. Algo pasa entre la cabeza y la mano cuando se hace una y otra vez lo mismo, algo así como un mantra. Y con los talleres de cocina hay un goce con todos los sentidos. Es otro goce. Tiene que ver con el olor, con el comer”.
Lo que ocurrió
La Casa de Oficios tuvo un despegue bello (2013), cuando la dieron a conocer. De comenzar con pocos cursos ya han pasado a más de 60, con una variedad importante que va desde teñido a bordado, pasando por tejidos de diferentes maneras a cocina. Durante el 2014 se unieron con Fermento, un área de comidas donde se enseña a hacer panes, embutidos, cervezas y quesos. Esa unión hizo que tuvieran todavía más alumnos, más demanda y, sobre todo, más hombres metiendo las manos en la masa. Hoy todo funciona armónicamente, con una sinergia deliciosa que se siente cuando se entra, cuando se comparte en los cursos y se está, entre risas y harina, por ejemplo, haciendo un pan en una de las 4 clases que dura el curso.
En el fondo, puede llegar una persona que sabe hacer algo y quiere enseñarlo. “Aquí es muy importante el profesor. Nos importa desde la presentación de él en la página web, incluida su historia y técnica. Los oficios son maneras personales de hacer un objeto, el tener un maestro implica hacerlo de una manera particular, y es así como se van transmitiendo una serie de contenidos y tradiciones que son las vitales”. Y eso es juntamente lo que la gente quiere. Es ese el encuentro. La práctica personalizada de algo. Un sello propio.
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