Hackers, tecno y mate
Club Mate es una bebida estimulante, nacida en Alemania y muy popular dentro de la escena electrónica. Buscando consistencia con su identidad, cuando se instala en Chile lo hace en un galpón del barrio Franklin, y recurre a un colectivo de jóvenes arquitectos y diseñadores.
La historia, como Santiago Zolezzi la conoce y le gusta contar, comienza en 1926, en un pueblito alemán, con una receta que surge como reemplazo al vino espumante, que tenía gran demanda pero escaseaba en el momento. En 1994 una compañía cervecera de Bavaria obtiene la receta y la bautiza Club Mate. Crea una imagen atractiva y la bebida se vuelve popular en un nicho. “Había caído el Muro. Berlín fue reformado. Se convirtió en una ciudad barata para que la gente volviera a repoblarla. Era el tipo de ciudad que atrae a los artistas, los que crean las tendencias. Ahí estaba Club Mate esperando por ellos”, dice Zolezzi.
En esos tres año que duró el emprendimiento que lo instaló en Berlín tomó mucho Club Mate: “Producen un millón de botellas mensuales para el mercado alemán, un volumen altísimo para un refresco. En la calle, en la noche, de fiesta o un restaurante, la gente toma Club Mate. Me pareció muy curioso: nosotros en Chile haciéndonos bolsa con las energéticas, teniendo la cultura del mate tan potente al otro lado de la cordillera, y los alemanes tan preocupados de su mercado, llevando yerba fresca para hacer un bebida”.
Además de curioso le pareció un buen negocio traer la marca a Chile.
“¿Viste ‘The Fifth State’?”, pregunta Zolezzi. “Es una película sobre Julian Assange, el fundador de Wikileaks. Él comienza hackeando en Berlín. Lo que él y su colega consumían para pasar las noches despiertos era Club Mate (que contiene 100 ml de mateína). Lo mismo pasó con la escena tecno. Después de la represión Berlín solo quería bailar. Llegaron los productores y los Dj, que viven en otros horarios, que no se pueden hacer bolsa tomando alcohol todo el tiempo. Comenzó el auge de Club Mate”.
El lugar de operaciones de una marca con esa identidad no podía ser convencional. Además de acercar Club Mate a los chilenos, paralelamente ahí se incursionaría con la superfruta, el açaí, bajo la marca Zambo. “Necesitábamos (junto a su socio, Tomás Spoerer) un lugar que aportara a la creatividad, que fuera acorde a nuestra realidad. Acudimos a República Portátil, un grupo de arquitectos y diseñadores de Concepción. Siempre hemos tenido una relación de amigos con ellos. Vinieron, vieron el espacio y fueron los encargados de realizar la maqueta. Llegamos a este espacio que ha llamado la atención en distintos medios de arquitectura y diseño”, cuenta Zolezzi.
“En República Portátil somos un equipo de diseñadores, arquitectos y audiovisuales que trabaja fuerte en lo multidisciplinario”, explica Cristina Vergara, que es publicista y parte del equipo también. “Santiago y Tomás se acercaron con este requerimiento y un galpón pelado. Vinieron nuestros arquitectos, analizaron el estado y lo más destacable, como las ventanas. Después se escogieron los materiales, madera de pino y una tela engomada, y se armaron estos paneles”. Ellos constituyen una única solución para dos objetivos: por un lado se quería un espacio abierto y, por el otro, muebles para almacenar cosas. Con los paneles como estructura, se separaron 90 m² para la oficina y el resto de los 250 m² quedó para operaciones, bodega seca y bodega fría.
“Portátil siempre había trabajado con andamios de fierro en pabellones temporales. Luego vino la experimentación con madera y se diseñó esta estructura de dos pilares y una viga, que deja todo a la vista, es funcional y estética. Desde las mesas hasta los cajones, todo está hecho a mano, no hay ninguna compra de objetos”, concluye Cristina.
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