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Instinto de conservación

"Un privilegio. Eso es lo que significa vivir hoy en la naturaleza". Así describe el dueño de esta casa del bosque -que casi se confunde con los árboles que la rodean- la experiencia de estar cada día del año en la latitud 41.

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Arquitecto y abogada son las profesiones de los dueños de esta casa ubicada en medio de un pequeño bosque a minutos de Puerto Varas. Todos los días tienen la suerte de estar rodeados de una naturaleza que, lamentablemente, se está extinguiendo.

Al tomar conciencia de esto, y a pesar de haber crecido en grandes ciudades, decidieron recorrer kilómetros y hacer una vida mejor, una con verdadera calidad. Para Francisco Morandé esto significa “vivir a una escala de pueblo/ciudad que hacemás personalizada la vida diaria”. Cortas distancias y un entorno que algunos vemos sólo en vacaciones le recuerdan día a día “la conexión y a la vez el compromiso que tenemos con la naturaleza”.

Para este arquitecto el espíritu de conservación es primordial en su vida y en su trabajo: “Las casas debieran pensarse como un proceso completo. Desde su gestación en la mente y cuaderno del arquitecto, hasta su desaparición una vez cumplida su vida útil”, señala. agregando que “primero que todo, hay que reconocer el entorno, su geografía, clima, idiosincrasia e incluso respetar las tipologías de las construcciones existentes, ya que son reflejo de las personas que habitan en el lugar”.

Con este ideal como punto de partida y para darle forma a la suya trató de aprovechar los recursos naturales de la forma lomenos agresiva posible. “Se tomó en cuenta la orientación de la casa para capturar la mayor cantidad de iluminación y ventilación, usando pendientes y vegetación como barreras naturales de protección contra el viento y la lluvia”, cuenta.

Fundamental para esto fue también el uso de materiales reciclados, que para Francisco, entre otros factores “serán determinantes para reducir la demanda energética necesaria, tanto para el proceso constructivo como para el posterior uso de la casa”. Maderas de roble y laurel fueron recicladas de galpones y compradas en demoliciones. También se usó mañío para pisos, ventanas, puertas, muebles, y a través de un trueque, por planchas de zinc, sumaron madera de alerce reciclada para los revestimientos interiores. “La idea general es que la mayoría de estos materiales una vez cumplida su vida útil puedan ser reutilizados o simplemente volver a la tierra, desde donde vinieron”, agrega.

Siguiendo la lógica del aprovechamiento de recursos, los espacios que se proyectaron en el interior nacen desde el corazón de la casa que, como en todas las tradicionales del sur, es la cocina. Ese también es el centro donde se produce el calor que se expande al resto de los espacios. La cocina a leña aquí se usa tanto para cocinar como para calefaccionar y está integrada al estar y el comedor.

Lo que más le gusta del exterior de su casa es “la manera en que se mimetiza con el entorno y estar viviendo dentro de un bosque nativo, que es un verdadero lujo y que pocas personas valoran”.

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