
Silicon Valley se alista en el Ejército de EE.UU. con Meta, OpenAI y Palantir al frente
El vínculo entre la industria tecnológica y la defensa se está estrechando cada vez más, pues los altos ejecutivos de las compañías de Palo Alto fueron reclutados para una unidad del Ejército que hará "más letales” a las fuerzas de la rama militar.

Cuatro ejecutivos de Silicon Valley, la cuna tecnológica de las grandes firmas ubicadas en Palo Alto, California, fueron reclutados para una unidad especializada en tecnología de las Reservas del Ejército de Estados Unidos en un intento de “cerrar la brecha tecnológica comercial-militar” y hacer que las Fuerzas Armadas sean “más letales”, según declaró la institución.
Los ejecutivos provenientes del sector privado son Shyam Sankar, director de tecnología de Palantir; Andrew Bosworth, director de tecnología de Meta; Kevin Weil, director de producto de OpenAI; y Bob McGrew, asesor de Thinking Machines Lab y exdirector de investigación de OpenAI. Bosworth calificó como “el gran honor de mi vida” alistarse en el nuevo cuerpo del Ejército.

Los directivos tecnológicos fueron reclutados para apoyar los esfuerzos del Ejército de EE.UU. por adquirir tecnología comercial. En los últimos años, el Pentágono ha intentado aprovechar la tecnología comercial disponible para mejorar sus capacidades y modernizar sus sistemas.
Según un comunicado de prensa oficial del Ejército de EE.UU., los ejecutivos de tecnología fueron designados instantáneamente para puestos de oficiales superiores en el Destacamento de Reserva 201: el Cuerpo de Innovación Ejecutiva del Ejército, que se está estableciendo “para fusionar la experiencia tecnológica de vanguardia con la innovación militar”.
En virtud de sus funciones militares a tiempo parcial, los cuatro ejecutivos “trabajarán en proyectos específicos para ayudar a orientar soluciones tecnológicas rápidas y escalables para problemas complejos”.
El comunicado de prensa agregó que incorporar el conocimiento del sector privado al Ejército estadounidense de esta manera ayudará a “hacer que la fuerza sea más ágil, más inteligente y más letal”, y que la juramentación de los ejecutivos tiene como objetivo “inspirar a más profesionales de la tecnología a servir”.

Mientras tanto, todo el mundo está promoviendo la IA como la respuesta universal para dominar los enormes y difíciles desafíos de manejar sistemas del Pentágono y desbloquear una ventaja competitiva para Estados Unidos en sus conflictos y rivalidades globales, más urgentemente con China. A la vez, el presidente Donald Trump impulsa un presupuesto de defensa de un billón de dólares, el más grande en la historia de Estados Unidos.
El 16 de junio pasado, el Departamento de Defensa otorgó un contrato de 200 millones de dólares a OpenAI para “desarrollar prototipos de capacidades de inteligencia artificial de frontera para abordar desafíos críticos de seguridad nacional tanto en el ámbito bélico como en el empresarial”.
Google y Anthropic también están trabajando con el Pentágono, asegura el portal Axios. Y Meta, la matriz de Facebook, Instagram y WhatsApp, se ha asociado con la startup de defensa Anduril para desarrollar gafas de combate con inteligencia artificial para soldados.
El origen del programa
Esta tendencia no es nueva: Silicon Valley nació hace 75 años gracias a contratos militares y, desde entonces, ha oscilado entre acercamientos y distanciamientos con la industria de defensa, dependiendo del contexto político y económico, desde la Guerra Fría hasta el 11-S.

No obstante, el fenómeno comenzó a acelerarse recientemente. En octubre pasado, el Departamento de Defensa hizo un llamado a los mejores talentos de Silicon Valley para que ocupen puestos de alto rango en la Reserva del Ejército para que puedan ser seleccionados periódicamente para proyectos de corto plazo en áreas como datos y ciberseguridad, informó The Wall Street Journal en ese momento.
Y según Bryant Parameter, el primer director de gestión de talento del Pentágono, la iniciativa lleva más de un año de desarrollo, de acuerdo con lo que dijo a la revista de tecnología Wired. Ahora, ocho meses después, Silicon Valley se presentó para trabajar.
Parmeter, exsoldado de combate quien se incorporó al Departamento de Defensa en 2023, había estado reflexionando sobre cómo incorporar tecnólogos experimentados para actualizar una milicia con pocos conocimientos tecnológicos cuando conoció a Sankar, de Palantir, en una conferencia a principios del año pasado.
La idea, según él, era crear una situación similar a la de Oppenheimer, donde los altos ejecutivos pudieran incorporarse de inmediato, manteniendo sus puestos actuales.
Ambos hombres colaboraron en un plan para incorporar a personas como Sankar, quien ha sido un firme defensor de la reciente adhesión de Silicon Valley a las Fuerzas Armadas, proclamando que Estados Unidos se encuentra en un “estado de emergencia no declarado” que requiere una reestructuración militar impulsada por la tecnología.
Cuando The Wall Street Journal publicó sobre el programa en octubre pasado, Sankar prometió ser el primero en la fila.
Rol de gurús tecnológicos
El proyecto Destacamento 201, cuyo génesis es anterior a la segunda administración Trump, tiene como objetivo acelerar la introducción de la experiencia de Silicon Valley en la vasta burocracia de defensa. En una señal de que ya no es tabú en la industria tecnológica aceptar que sus creaciones van de la mano con el aumento de la fuerza letal en el Ejército, el programa se aceleró y ya está en funcionamiento.

“Hace 19 años, esto probablemente me habría cancelado”, dijo Kevin Weil a la revista Wired. “Es mucho mejor que la gente vea esto y diga: ‘Vaya, esto es importante. La libertad no es gratis’”.
Los cuatro nuevos oficiales son miembros de pleno derecho de la Reserva del Ejército. Sin embargo, a diferencia de otros reservistas, no estarán obligados a realizar entrenamiento básico, aunque recibirán entrenamiento de acondicionamiento físico y tiro menos intensivo tras su incorporación. También tendrán la flexibilidad de dedicar parte de sus aproximadamente 120 horas anuales a trabajar de forma remota, una ventaja que no se ofrece a otros reservistas.
El Ejército también afirma que estos hombres no serán enviados al combate, por lo que no arriesgarán sus vidas en posibles escenarios de guerra en Irán, Groenlandia o el centro de Los Ángeles, California. Su misión es utilizar su innegable experiencia para instruir a sus colegas y superiores en el Ejército sobre cómo utilizar tecnologías de vanguardia para lograr eficiencia y fuerza letal.
Críticas a la iniciativa
Los críticos de la industria han descrito este cambio como una toma de poder impulsada por el movimiento MAGA (Make America Great Again) por parte de una nueva generación de contratistas (como Palantir, Anduril y las empresas de Elon Musk) e inversores como Andreessen Horowitz y Peter Thiel.

Hablando con la revista digital de tecnología Computer Weekly sobre el desarrollo, Elke Schwarz, profesora de teoría política en la Queen Mary University de Londres, dijo que la medida olía a “display” (sugirió que parecía un “show”) por parte de los ejecutivos, que vestían uniformes militares durante su ceremonia de juramento, y cuestionó tanto la ética como la necesidad del acuerdo.
“Cuando vi esto, pensé que debía ser una broma o una sátira”, señaló. “Creo que la gente intuitivamente comprende que esto no es del todo correcto”, declaró a la revista.
También cuestionó las implicaciones más amplias de la colaboración, incluidas las preocupaciones sobre el papel de la tecnología en la reducción del umbral de recurso a la violencia y los peligros de incorporar a empleados de alto nivel del sector tecnológico directamente en la jerarquía militar.

“En los últimos cinco años ha habido un cambio retórico hacia la idea de que ‘necesitamos hacer que las Fuerzas Armadas sean más letales’, lo que, en última instancia, prioriza matar a otras personas”, dijo Schwarz. “Pero en guerras recientes, quienes suelen morir son civiles; quienes sufren son civiles”, recordó.
El Ejército, por su parte, afirma que no existe ningún conflicto de intereses en que estos oficiales privados asesoren sobre temas de alta tecnología. Han dicho que no tendrán voz ni voto en los contratos que el Ejército celebre con el sector privado. Sin embargo, su experiencia parece inseparable de los sectores de la inteligencia artificial, realidad virtual y la minería de datos, que son el núcleo de los modelos de negocio de sus empresas.
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