Diferencias de hasta 2.600% muestran precios de un mismo remedio
Al analizar una canasta de 10 de los fármacos más vendidos en Chile, se observa que los medicamentos originales son, en algunos casos, hasta 27 veces más caros que los genéricos.
La reciente guerra de precios entre las grandes cadenas de farmacias ha revelado importantes diferencias en los valores de los remedios entre Fasa, Cruz Verde y SalcoBrand. Pero igualmente importante es la significativa distancia de valores entre las versiones de marca y genérico para un mismo remedio, sin que exista claridad para los usuarios si dicha diferencia se justifica o no por la calidad del mismo.
Una muestra de los 10 medicamentos más comprados por los chilenos revela diferencias de hasta 2.682,6% entre los remedios de marca y los genéricos. Las mayores brechas de precios están en el analgésico y antiinflamatorio Lertus, que cuesta sobre $6.000 en Ahumada y Cruz Verde, mientras que el genérico "diclofenaco sódico", en iguales dosis y comprimidos, vale entre $225 y $230 en esos mismos establecimientos.
Algo parecido ocurre con Lipitor, para disminuir el colesterol: el producto original vale entre $19.890 y $22.410 la caja y su equivalente cuesta entre $ 824 y $ 820. Es decir, el original es entre 2.314% y 2.633% más caro que el genérico.
Ante esta diferencia, surge la pregunta sobre si es igual, desde el punto de vista terapéutico, un medicamento de marca que su copia genérica. Y no hay consenso en la comunidad médica. "Todos los genéricos han sido analizados en su estructura química y sus efectos. No hay diferencia con los originales", dice el doctor Hernán Sandoval, ideólogo del Plan Auge.
Sin embargo, el director del departamento de Farmacia de la UC, Patricio Huenchuñir, dice que hoy no es posible saber si un remedio genérico tiene el mismo efecto que un original, porque en el país recién se está implementando la bioequivalencia, que define si las formulaciones del principio activo son terapéuticamente equivalentes e intercambiables.
El Instituto de Salud Pública (ISP) trabaja en este proceso, que es caro. Certificar la bioequivalencia de un remedio cuesta entre US$ 60 mil y US$ 70 mil y a la larga ese costo se traspasa al usuario.
Chile muestra en este punto un retraso importante comparado con el mundo desarrollado y la región: en Europa y EEUU todo medicamento genérico que se vende a público es bioequivalente -explica Huenchuñir-, lo que también ocurre en Argentina y Brasil.
Los genéricos, como todos los medicamentos en Chile, son regulados por el ISP y, como destaca el doctor Hernán Sandoval, tienen un gran estándar de calidad y no son dañinos como hacen ver los laboratorios internacionales.
CASOS EMBLEMÁTICOS
En el mercado farmacéutico local conviven tres tipos de medicamentos. Por un lado están los "originales" o "de marca", usualmente fabricados por laboratorios internacionales que investigan de 12 a 15 años para crear una molécula nueva e inverten entre US$ 500 millones y US$ 1.000 millones.
Estas empresas suelen destinar entre 25% y 30% de sus ventas a investigación y desarrollo. Y cuentan con un plazo de 20 años para rentabilizar su apuesta, que es el lapso que dura la patente del producto. En Chile, según cifras de la industria, estos medicamentos representan 20% de la venta de farmacias.
En la segunda categoría están los "genéricos de marca" o "similares" y se llevan 44% de la facturación. Son copias del producto original, cuya patente caducó, pero en los que los laboratorios invierten en marketing y mejoras, como hacer comprimidos recubiertos o de liberación prolongada.
Amoval, de Saval, entra en esa categoría: es la copia de la amoxicilina, antibiótico descubierto en 1964, que originalmente se vendió como Amoxil.
Los laboratorios en Chile invierten en la presentación del producto para mejorar su comercialización, lo que ocurre, por ejemplo, con las variaciones del antiulceroso Nexium (Astrazéneca), que se vende como Emezol (Andrómaco) o Cronopep (Biotoscana). Incluso pueden ser más caros que el original. Esto también se evidencia en el fármaco antiobesidad Xenical (Roche), que se expende bajo el nombre de Liberat (Lab. Chile) y Viplena (Recalcine).
Y en la tercera categoría están los genéricos, que representan cerca del 40% de la venta total de medicamentos en Chile. Son fabricados, apunta Huenchuñir, en general por laboratorios nacionales. ¿Son iguales que los originales? Debido a que hoy en el país recién se está trabajando en la bioequivalencia, no se sabe a ciencia cierta si lo son, señala el director de la escuela de farmacia de la UC. Y da un ejemplo: la célebre Aspirina de Bayer. Su principio activo es el ácido acetilsalicílico, pero puede ser que Bayer use como excipiente -elemento que le da la consistencia- almidón, mientras que el genérico incluya lactosa de la India. Entonces, el genérico no es igual al original, dice Huenchuñir.
El académico señala que, en promedio, los genéricos valen un dólar, los genéricos de marca unos US$ 4 y los medicamentos originales entre US$ 8 y US$ 10.
En el mundo se prevé un alza de los genéricos, según la consultora IMS Health. La entidad dijo que esperaba que en el 2008 vencieran las patentes de fármacos que venden al año US$ 20.000 millones, lo que haría crecer la colocación mundial de genéricos 14% a 15%, sumando US$ 70.000 millones.
RECETAR O NO
¿Por qué algunos médicos recetan genéricos y otros no? El presidente del Colegio Médico, Paulo Rodríguez, sostiene que los facultativos son autónomos en esa decisión y que no hay directriz alguna de parte de la entidad gremial.
Son profesionales y juzgan en razón de su experiencia y la confianza que le da tal o cual remedio", explica. Rodríguez destaca que Chile tiene una larga tradición de uso de genéricos, originada en el Formulario Nacional que data de 1967. Y aunque pone las manos al fuego por los genéricos fabricados en el país, precisa que existen serias dudas de los productos que vienen de China o India, por lo que propone que Chile sólo compre estos remedios si vienen de laboratorios acreditados.
El presidente del Colegio Médico también detecta otro problema: que aunque los médicos recetan genéricos, las cadenas de farmacia instan al cliente a cambiar estos remedios por genéricos de "marca propia", lo que a su juicio atenta contra la ética.
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