El metodo Pellegrini
"Mientras más exigente sea el medio, mejor me va a ir", le confesó Manuel Pellegrini a su dirigido Rodrigo Gómez, a comienzos de los 90, cuando el hoy entrenador del Real Madrid era ayudante del DT de la selección, Arturo Salah. <br />

Era el primer día en ese camarín de Palestino recién ascendido, tras haber pasado un año en Segunda. Varios en el grupo nos conocíamos de esa campaña de 1989 en que terminamos como subcampeones y en que prometimos -como siempre promete uno cuando está mareado con la borrachera del éxito- que nunca más volveríamos a bajar.
Claro que de un año al otro las cosas no habían cambiado demasiado. La mayoría del plantel era joven y se vestía silencioso en un precario complejo deportivo que el club mantenía en La Florida, a la espera de que el nuevo entrenador dirigiera la primera práctica de esa pretemporada. La referencia que se tenía de él no era de las mejores: Manuel Pellegrini había estado sentado en la banca de la "U" en 1988 cuando, al igual que nosotros, descendió a la Segunda División.
Sin embargo, el primer encuentro fue optimista y sorprendente. Ese flaco rubio que entró al camarín saludando se quedó rápidamente callado mirando el entorno. De pronto, como saliendo de un espasmo, se acercó para hablarme:
-Rodrigo, ¿pero cómo pueden haber aguantado tanto tiempo con esto pintado de café oscuro?
Tenía razón. Todas las paredes del complejo estaban teñidas de ese color deprimente. Nunca escuché a algún compañero quejarse por eso, ni tampoco a mí mismo, pero esa misma semana llegaron unos maestros para cambiarle la cara al camarín con un par de manos de pintura blanca. No tuve que escucharlo de su boca, pero de inmediato entendí dos cosas: la primera era que Pellegrini había ordenado el cambio de color (y le habían obedecido) y la segunda es que, a partir de ese día, sentí que alguien le daba dignidad al trabajo de los futbolistas.
También fue la primera vez que escuché una de sus frases: "El club no se va a hacer ni más rico ni más pobre por un par de arreglos", dijo justificando la pintada. Apoyándose en dichos como ése, Pellegrini nos fue inculcando un método de trabajo que hasta entonces yo no conocía. Nos enseñaba desde la simpleza casi didáctica de un líder que tiene una meta fija y clara y que sabe que ese logro sólo se conquista con un equipo.
Han pasado casi 20 años desde ese momento y no me sorprende todo lo que él ha vivido esta semana. Llegar al Real Madrid no es otra cosa que haber conseguido un objetivo trazado por Manuel desde que comenzó su carrera como entrenador, en 1986. Y no me sorprende porque lo conozco bien -mal que mal soy el jugador chileno que más tiempo fue dirigido por él- y porque todavía tengo latente otra de sus frases imborrables: "Mientras más exigente sea el medio, mejor me va a ir".
Ya voy a volver a esa frase. Antes creo que una buena manera de entender el éxito de este fenómeno llamado Manuel Pellegrini es hacer una analogía con lo que para muchos son las características de un empresario triunfador. Porque el fútbol también es una empresa y porque para sobresalir en ambas esferas es necesario concentrarse en ciertos aspectos que son muy comunes.
LIDERAZGO PROPIO Y GRUPAL
Quienes conocen a Manuel saben que él tiene dos cualidades especialmente desarrolladas. La primera es la metodológica (nada raro en un buen ingeniero) y la otra es una inteligencia emocional por sobre la media que se manifiesta a su vez en el liderazgo propio y en el del grupo.
Cuando Pellegrini llegó a Palestino, en 1990, se suponía que nombraría como capitán del equipo a Víctor Hugo Castañeda, el más antiguo del plantel. Sin embargo, Víctor no había jugado con nosotros en Segunda, algo que para Pellegrini significó un detalle importante porque creía que el liderazgo del equipo lo debía afrontar alguien que fuera aglutinador y que hubiese vivido esa experiencia. A la vuelta de la pretemporada, el entrenador me entregó la jineta, siendo que yo apenas tenía 21 años. Creyó que me podía hacer cargo de esa responsabilidad y que a mis compañeros no les molestaría: por el contrario, significaba que cualquiera podía ser el capitán.
Tanto en ese plantel como luego, cuando me tocó vivirlo en Universidad Católica, en 1994, Pellegrini adoptó una serie de sutiles medidas que reafirmaban esta idea de grupo. Por ejemplo, le gustaba rotar las piezas en las concentraciones para que los jugadores pudieran compartir con todos. También tenía el mismo trato de cercanía con los utileros y los encargados de la cancha que con los jugadores y dirigentes. Pellegrini sabía de antemano que la manera de conseguir la meta dependía del grupo y que todos los que componían ese plantel -jugaran o no- eran piezas claves para obtenerla.
No es gratuito todo esto. Recuerdo que siempre nos decía que era más importante mantener motivados a los jugadores que estaban de suplentes que a los titulares. A ellos se les acercaba para conversarles de cosas que podían parecer triviales, pero que para los futbolistas eran importantes. A Castañeda le hablaba de las tierras en El Naranjal, donde el mediocampista había nacido; a Cristián Jéldrez, que venía de Papudo, le hablaba de la pesca en esa zona.
Claro, era Manuel el que daba las instrucciones, pero su liderazgo tenía mucho que ver con el trato que nos daba. Era común que él mismo ayudase a bajar el equipaje durante los viajes. Era común porque, en rigor, Pellegrini ha sido siempre el mismo: el gerente general de una empresa horizontal, en que cada elemento tiene su lugar importante en el engranaje.
FIJACIÓN CONTINUA DE OBJETIVOS
Dependiendo del grupo, Pellegrini se fija las metas. En ese Palestino '90 recién ascendido, el norte era llegar "lo más arriba posible". Pese a una plantilla joven y barata, terminamos dentro de los cinco primeros.
En la UC '94, el objetivo era distinto. Con Néstor Gorosito, Alberto Acosta y Sergio Vázquez -tres seleccionados argentinos- la meta apuntaba al campeonato. Aunque no lo logramos, estoy convencido de que no fue un fracaso de planificación ni de estrategia. Simplemente, nos relajamos en un par de partidos como visita (algo que Pellegrini nos recriminó al final de esa temporada) y terminamos dilapidando una ventaja de puntos que habíamos conseguido sobre la base de un trabajo exitoso y duradero.
Ya sea en Palestino, en la UC o en Villarreal, el entrenador tiene un cuaderno o una planilla con los integrantes del plantel. El esquema contiene una serie de características de los jugadores que Manuel va llenando partido a partido y sobre las cuales los califica. En las concentraciones se mete a las habitaciones de los futbolistas con el famoso cuaderno para mostrarles aspectos del rendimiento que considera excepcionales, como también aquellos en los que podrían mejorar. En ese sentido, es un gerente que va analizando el desempeño de sus empleados para saber a quién ocupar de acuerdo a un trabajo trazado.
Claro que el tema no pasa por cambiar al que juega mal. En un clásico universitario jugué de lateral y fui elegido el mejor jugador de la cancha. Tres días después enfrentamos a River Plate por Copa Libertadores y Pellegrini decidió que Rodrigo Tupper entrara en mi puesto, porque tenía mayor proyección ofensiva. Manuel lo tiene muy claro: de acuerdo a lo que se busca elige con quienes conseguirlo.
METODOLÓGICO A MORIR
Para los entrenamientos, a Pellegrini le gusta usar unos diagramas en que aparecen todos los jugadores con las funciones específicas asignadas para ese día.
Son tan didácticos que es imposible perderse en la cancha, porque te dice desde la duración del calentamiento hasta los movimientos tácticos que deberás ensayar.
Es en este punto donde creo que Pellegrini marca una diferencia enorme con muchos de sus colegas. Para él no es lo mismo innovar que improvisar. La distinción no es sólo semántica, porque otra de sus frases es que lo que se hacía en la cancha el domingo era 80% la repetición de los movimientos ensayados en la semana y 20% era obra de la "luminosidad" con que el jugador amanecía ese día.
Ahora es tiempo de retomar esa frase que puse más arriba. A propósito de metodología, era común que nos dijera que si entrenábamos al 60% no podíamos jugar el domingo al 100%. Recuerdo que una noche, a principios de los '90, cuando él era ayudante de Arturo Salah en la selección chilena y estábamos de gira por Suiza, algunos jugadores le preguntamos dónde se imaginaba a futuro. Fue entonces cuando dijo eso que mientras más exigente fuera el medio mejor le iba a ir. No recuerdo que haya hablado del Real Madrid. No era necesario. Sé que su norte apuntaba alto y lejano.
MOTIVADOR
No es raro que uno prefiera ganar menos en un ambiente grato de trabajo que al revés. Y Manuel eso lo sabe. Una de sus mayores cualidades es que hace sentir a cada uno del grupo como elemento clave y está convencido de que para lograrlo hay que motivarlo.
En cada entrenamiento, Pellegrini siempre incluye balones. "La pelota es un imán para el futbolista", dice, por lo que incorporar ese objeto en las sesiones de trabajo las hacía mucho más entretenidas.
También era común que los ejercicios más tediosos -como trotar largo rato- se hicieran por parajes bonitos escogidos por él. Me acuerdo que esa misma semana en que pintó los camarines en Palestino nos llevó a entrenar al Club de Polo. De inmediato la respuesta de los jugadores fue distinta.
Cuando recién llegó al Villarreal, recuerdo que conversamos del tema. Una de sus preocupaciones era saber motivar a jugadores como Robert Pires, que ya han logrado todo en el fútbol. "Lo difícil, Rodrigo, es renovarse en el éxito", me dijo como presintiendo que lo que se le viene ahora tiene muchísimo de ese desafío.
ESTRATEGA
Estando en la UC, un día conversaba con Nelson Parraguez, cuando Manuel se nos acercó con unos papeles. Acababa de hacer un curso sobre liderazgo y nos aconsejaba tomarlo como una manera de capacitarnos.
Esa preocupación ha sido siempre parte de su estrategia. ¿Cómo no le ibas a rendir a un jefe que está preocupado por tu crecimiento? Además, uno veía que el tipo llegaba todos los días con sus famosos diagramas, lo que significaba que tenía todo previsto. No es un trabajólico como Bielsa, porque no está en su chip verse quince videos para conocer hasta el cuarto lateral suplente de un equipo paraguayo, pero sí es de los que analizan a sus rivales y están todo el día respirando fútbol.
Aunque nunca lo ha dicho, algunos creen que su falta de talento futbolístico (otra de sus frases es: "Haz lo que yo digo, no lo que yo hago") la suplió aplicando una mirada ingenieril al fútbol. Cuando se le toca el tema, él dice que fue 12 años titular en la "U", uno de los clubes más grandes del fútbol chileno, a pesar de cualquier cosa.
PERSEVERANTE
Pellegrini es feroz con la autocrítica del plantel. Si lo llevamos al plano de una empresa, es como si el gerente se molestara no por algo que se hizo mal, sino porque no se hizo.
Una vez, jugando de lateral en la UC, me comí un gol de Malcolm Moyano, un rapidísimo delantero de O'Higgins. El partido lo ganamos, pero al revisar el video mostró mil veces esa jugada diciéndonos que yo había fallado por no estar en mi posición. "Perdono que no ejecuten bien, pero no que sea un error de conceptos", dice.
Eso te obliga a estar concentrado, a aplicar lo del 80% aprendido en la semana, pero también te enseña a jugártela por las metas y a aprovechar las oportunidades ("no vaya a ser que pudimos y no quisimos y que cuando quisimos no pudimos…"). Cuando llegó esta semana al Madrid no tuvo reparos en decir que era algo que sabía desde que empezó su carrera. No tengo dudas de que esa frase también es muy cierta.
TOMA RIESGOS MODERADOS
En plena conferencia de prensa durante su presentación en el club madridista, Manuel Pellegrini dijo que "la cantera se integrará en el proyecto, debe tener una participación importante, pero el club no puede ser formativo y competitivo. Los jugadores que tengan calidad para jugar tendrán su oportunidad".
Es una buena manera de entender que el entrenador no es de las personas que agarren las naves y se vayan a una aventura a ciegas. Para Pellegrini, como si fuera un empresario exitoso, es vital identificar los riesgos y medir las oportunidades.
En esa campaña de 1994 con la UC hubo partidos en que reemplazó a Gorosito en el entretiempo o que simplemente no lo citó por estar algo golpeado. "Necesito que se cuide, porque lo necesito entero", le decía.
Ese detalle le valió algunas críticas, sobre todo de la prensa. Pero para él, algunos periodistas eran el único eslabón en su cadena de interés por el entorno que no le interesaba. A muchos los consideraba "barreros". Le pasó con el argentino Fernando Niembro, quien no le perdonó conceder una entrevista en otro canal que no fuera Fox Sports cuando era DT en Argentina. El tipo lo hizo pedazos, pero Manuel no consideró esos comentarios. "Cualquier futbolista puede ser ingeniero -suele decir-, pero muy pocos ingenieros pueden ser futbolistas".
FUERTE ANTE EL FRACASO
No hay dudas de que su principal caída fue en los comienzos, cuando recién sentado en la banca de la "U", sufrió con el descenso. Sin embargo, y aunque de seguro ganaba más dinero en su empresa de ingeniería que en el fútbol, decidió volver a dirigir.
Cuando en 1999 se fue a Ecuador, también hubo mucho de lo mismo, porque prefirió hacerse cargo de un club en un medio más chico que el chileno, sabiendo que el fútbol era su proyecto de vida. Tanto que muchas veces que hablamos durante su estadía en el Villarreal me decía que era una plataforma para llegar a un equipo grande. Lo importante es que mucho antes de llegar al Real tuvo oportunidades para tomar nuevos desafíos (lo pidieron del Atlético Madrid y del Valencia), pero se negó. En el fondo, Manuel aún no se sentía preparado y eso sí que no admite un fracaso.
INTELIGENCIA EMOCIONAL
Lo de El Naranjal con Víctor Hugo Castañeda no era una conversación al azar. Lo de ser el primero en llegar a la clínica cuando alguno tenía un hijo, tampoco. En toda esta maquinaria, Pellegrini sabe que es imprescindible conocer lo que está pasando con su grupo, pero también con darle libertades.
Dos ejemplos para todo esto. Las conversaciones personales eran un verdadero coaching. Pasó con Miguel Ardiman, un jugador que venía de O'Higgins a la UC y que gracias al trabajo que Pellegrini hizo con él para que se fortaleciera como zaguero central, terminó llegando a la selección.
Sobre las libertades, recuerdo que en los típicos asados organizados por el plantel, él y su cuerpo técnico participaban las dos primeras horas. Luego se iban. "Que no haya más de una botella de cerveza sobre la mesa", nos decía. Pero la manera de trabajar que tenía (el liderazgo, a fin de cuentas) hacía que lo respetáramos hasta en esas decisiones.
INICIATIVA E INNOVACION
No me imagino a Manuel a cargo de una empresa puntocom. Lo veo a cargo de un enorme banco de inversiones, pero como le gusta el riesgo moderado, no creo que se sintiera a gusto en un terreno inseguro.
Lo digo porque es planificador, ordenado y necesita del compromiso de la gente para lograr su objetivo. Por favor, entiéndanme bien: no es que Pellegrini no se arriesgue, sino que no improvisa. A él le encanta elegir jugadores que rompen los esquemas, pero le interesa que ese futbolista sea funcional para el equipo. Por eso no se llevó bien con el argentino José Román Riquelme, que puede ser un jugador extraordinario, pero que Manuel sentía que no se sacrificaba por su esquema cuando, por ejemplo, perdía la pelota.
Es por eso, también, que ha insistido tanto con Matías Fernández. Para Manuel, era un jugador muy útil dentro del esquema de objetivos planteado en el Villarreal (llegar a la Champions League). Porque hay una cosa que para Pellegrini es necesaria de entender: el plantel son los 25 jugadores. Por eso, tiene otra frase para graficarlo: "cuando nos saquemos la foto de campeón, salimos los 25".
SENTIDO DEL HUMOR
Esto es en serio. Manuel Pellegrini tiene un humor irónico. Eso lo hace manejar el estrés, ser templado, tener más energía. A la larga, saber tomar decisiones y saber aguantar las presiones.
En un equipo en que están los mejores jugadores del mundo, en que tienes a dos, tres y hasta cuatro seleccionados por puesto, hay que tener manejo. Y Manuel lo tiene. Y creo que lo tiene en buena medida porque es inteligente. Y porque tiene humor.
Recuerdo que en el último entrenamiento previo a un partido, a él le gustaba jugar. Lo hacía de "10", porque decía que era talentoso. Esa ironía ayudaba a distender el ambiente, pero también para sentirnos más parte del grupo.
También me acuerdo que, cuando le pegaba mal a la pelota, mostraba el empeine. Es una verdadera empanada. Si a todo lo que les he venido contando hasta ahora le sumamos esto, por lo menos a mí, que como jugador lo conozco más que nadie, no me quedan dudas: un tipo que se ríe así de sí mismo no puede conocer el fracaso.
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