Lo que dejó La Desideria

El 4 de mayo de 2015 se cumplirán 100 años del natalicio de la reconocida actriz, fallecida en 2008. Sus discos, fotografías, vestuario y otros objetos personales serán exhibidos el próximo año en el GAM.




Juntaba recortes de sus apariciones en la prensa dentro de una carpeta. Le gustaba viajar, fotografiarse y usar su filmadora. También invitar amigos y proyectar el registro de sus vacaciones en el departamento de calle Miraflores donde vivió hasta el 21 de febrero de 2008, cuando falleció a causa de un shock séptico urinario,  así como de una insuficiencia renal y hepática. Llevaba dos años en cama, en las penumbras del alzheimer y al cuidado de su pareja, la arquitecta María Luz "Lute" Sotomayor, pero María Luisa Delicias Villela Francisco de Asís González Olea -conocida como Ana González-, vivió sus últimos días tal y como quiso: "Desgastándome poco a poco, hasta quedar como una cosita nomás y sin fastidiar mucho a nadie…".

Nacida en Santiago, hija de una modesta y estricta costurera y un padre postizo que le dio su apellido a pesar de no haberse casado con su madre, Ana González nunca estudió actuación. De todas formas, no impidió que se convirtiera en uno de los nombres fundamentales del teatro chileno. De la calle San Diego, donde se crió, saltó a los 19 años a las tablas con En casa de herrero cuchillo de palo.

Luego emigró al Teatro de Ensayo de la Universidad Católica, donde trabajó en más de 20 obras junto a Silvia Piñeiro, Jaime Celedón, Alejandro Jodorowsky, Héctor Noguera, Delfina Guzmán y Nelly Meruane. Protagonizó ¡Esta señorita Trini! (1958) y fue parte del primer elenco de La pérgola de las flores (1960). En 1969 recibió la mayor distinción de su carrera: el Premio Nacional de Arte.

Pero fue en los 30 cuando dio vida al más célebre de sus personajes: La Desideria. Primero en el programa radial La familia chilena, luego en Radiotanda (Radio Minería), y más tarde en cine y televisión, González retrató a una chispeante empleada doméstica venida del campo. Entre broma y broma, lanzó dardos al sistema y abogó por los derechos de las trabajadoras de casa particular. Tal fue su éxito, que acompañó a Raúl Matas y Don Francisco. De falda larga y tocados de plumas, llenó la pantalla cantando, "fumando espero al hombre que yo quiero…".

El Golpe de 1973 la pilló en Alemania, recuerda Alejandro Sieveking. "Le dio miedo regresar después de saber que habían asesinado a Víctor Jara. Le tomó tres o cuatro semanas decidirse en volver a Chile", dice. Años antes, en 1971, y junto a otros cinco inversionistas -entre ellos el mismo Sieveking, Bélgica Castro y Lute Sotomayor- compró una vieja sala de cine en la antigua galería El Angel, en pleno centro de Santiago, y la reacondicionó para que funcionara como un teatro.

Con los años, sería un faro de las artes escénicas del Santiago vigilado por militares. Pero Ana González estaba decidida a tener su propia sala. Tanto, que en 1979 apostaría por un desconocido dramaturgo llamado Juan Radrigán, quien debutó con Testimonios de las muertes de Sabina. Tres años después, González se hizo de las partes que correspondían a los otros dueños y quedó como única propietaria. En 1997, ya retirada de la actuación, anunció que el lugar sería la sede de una fundación con su nombre que, finalmente, nunca creó.

Hoy, a pocos meses del centenario de su natalicio -el 4 de mayo de 2015- y tras la muerte de Sotomayor, a principios de año, se conoce otro de sus últimos anhelos: entre agosto y septiembre llegaron al GAM varias cajas y bolsas con objetos suyos. "La donación fue anónima, pero quien estaba a cargo manifestó que ella quería permanecer cerca del público, que su historia no desapareciera", dice Javier Ibacache, director de programación del centro cultural que en mayo exhibirá su otro legado.

"Se centrará en ella como actriz, con los vestuarios y libretos con que creaba a sus personajes, sobre todo a La Desideria. Me atrevería a decir que es la primera donación que incluye piezas que fueron parte de la vida íntima de alguien", afirma. Serán 24 trofeos, 22 galvanos, tres platos de condecoración, 9 medallas, 12 diplomas y más de 450 recortes de prensa de 1942 al 2008. Sin embargo, no escarbará en su relación de cuatro décadas con Sotomayor, la mujer de origen peruano a quien conoció en los 60, tras enviudar del publicista José Estefanía, con quien se casó en 1946 sin que la pareja llegara a tener hijos.

Erica Araya, jefa de BiblioGAM y quien recibió la donación, dice que la muestra dará a conocer otros aspectos de su vida, como su devoción religiosa, el gusto por el jazz, el boogie y los boleros (hay discos de Louis Armstrong y The Andrew Sisters y Pedro Vargas), la fotografía -más de 1.700 imágenes-, las pieles, la escritura y  momentos imborrables para la actriz.  "Hay una foto donde aparece junto a Pablo Neruda, pero desconocemos la fecha. También, la única imagen de su matrimonio", dice Araya. Es curioso, sin embargo, que su legado llegara a manos de una institución que la actriz no alcanzó a conocer. "Son pocos los espacios de conservación y catalogación para el teatro chileno. Pudo ser el Centro de Documentación de la U. Católica, pero pienso que fue así, pues éste fue el barrio donde pasó sus últimos días", explica Ibacache.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.