Opinión

La COP30 en la Amazonia: de las promesas a la acción

En estos días, Belém do Pará se convierte en el epicentro de la política climática mundial. Por primera vez, la cumbre climática más importante del planeta se desarrolla en el corazón de la Amazonia, el lugar de cuya conservación depende parte importante de la estabilidad climática global. Pero esta decisión contiene una paradoja: América Latina aporta apenas el 4-5% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, sin embargo es una de las regiones más vulnerables a los efectos del caos climático. Entre 1998 y 2020, los eventos climáticos cobraron más de 312.000 vidas en la región y afectaron a más de 277 millones de personas. La urgencia es impostergable: 2025 será el segundo año más caliente registrado, y la OMM advierte que será “virtualmente imposible” limitar el calentamiento a 1,5°C sin sobrepasar temporalmente esa meta.

Pocos meses antes de esta cumbre, la Corte Interamericana de Derechos Humanos emitió un pronunciamiento que cambia la forma en que entendemos las obligaciones estatales frente al clima: la Opinión Consultiva 32. Respondiendo a la solicitud de Chile y Colombia, la Corte reconoció por primera vez el derecho humano a un clima sano como derecho autónomo. El proceso fue extraordinario: más de 180 delegaciones, 262 observaciones escritas, audiencias públicas en Manaos donde los pueblos indígenas advirtieron que “hoy estamos en riesgo de ser extinguidos”. La Corte determinó que los Estados tienen obligaciones concretas de prevención, mitigación, adaptación y reparación. Estableció que la prohibición de causar daños ambientales irreversibles constituye norma de ius cogens, que no admite, por lo tanto, acuerdo en contrario.

Brasil busca convertir esta COP en la “cumbre de implementación”, poniendo fin a compromisos incumplidos desde el Acuerdo de París. Los temas reflejan lo que la CIDH exigió: transición energética justa, eliminación de combustibles fósiles, nuevas Contribuciones Nacionales ambiciosas, financiamiento climático de 1,3 billones anuales. La Cepal advierte que sin estas inversiones, el PIB de países latinoamericanos podría caer entre 9% y 12% para 2050.

La Opinión Consultiva y los objetivos de la COP30 convergen: los Estados no pueden seguir abordando la crisis climática como buena voluntad. Se trata ahora del cumplimiento de una obligación jurídica exigible no solo a nivel internacional, sino a nivel de instancias jurisdiccionales nacionales,

Para cumplir con esta obligación, América Latina debe exigir que el financiamiento climático no esté basado en préstamos que agudicen la deuda, sino en transferencias que reconozcan responsabilidades históricas diferenciadas. Los recursos deben llegar a comunidades más afectadas —pueblos indígenas, afrodescendientes, comunidades rurales y urbanas empobrecidas— que no pueden ser solo objetos de políticas sino sujetos con voz y voto. Los ciudadanos observan a sus representantes en Belém y les exigen que cumplan con sus obligaciones legales o asumir las consecuencias legales de su inacción.

Por Antonia Urrejola, exministra de Relaciones Exteriores

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