
La nueva moneda de $ 100: un hito numismático para Chile

Hace pocos días la Casa de Moneda de Santiago confirmó la emisión de una moneda de $100 conmemorativa al centenario del Banco Central, institución creada en 1925 bajo el gobierno de Arturo Alessandri, que cambió en muchos sentidos la política monetaria, crediticia y cambiaria para el país.
Para la historia numismática de Chile se trata de un acontecimiento único, al menos en este siglo, ya que nuestra entidad emisora había soslayado continuadamente la posibilidad de acuñar monedas de carácter conmemorativo por mucho tiempo. La última moneda de esta naturaleza en Chile fue emitida en 1993, en plata, con un valor nominal de $2.000, y en conmemoración al 250° aniversario de la fundación de la Casa de Moneda. Llama la atención, por cierto, que 32 años después se celebre también un aniversario del otro órgano llamado a participar de la emisión monetaria, el Banco Central.
Desde muy antiguo los Estados han usado las monedas no sólo como medio de cambio, sino como elementos culturales que, de mano en mano, van transmitiendo un contante y sonante mensaje a través de sus diseños conmemorativos. La República Romana lo hizo para poner de realce batallas, personajes, deidades y triunfos militares, y de ahí en más las emisiones conmemorativas han sido una constante en prácticamente todos los países del mundo, tanto actuales como extintos.
Nuestra próxima moneda conmemorativa, circulante y con un diseño alusivo a la Cordillera de los Andes, nos recuerda esa oportunidad hasta ahora desaprovechada como país de transmitir parte de nuestra historia a través de estos pequeños objetos de uso común y cotidiano. Estados Unidos, por ejemplo, emitió monedas conmemorativas para cada uno de sus 50 estados y para sus parques nacionales. Rusia hizo lo propio para sus principales batallas, monumentos, regiones e incluso armas. En la Zona Euro cada país miembro acuña dos distintas monedas conmemorativas de dos euros por cada año. Y Perú, el ejemplo más emblemático de nuestro vecindario, acuña hasta cuatro diseños distintos por año de la moneda de un sol, conmemorando yacimientos arqueológicos, personajes históricos, animales endémicos y edificios históricos. Otros países, como Polonia y Kazajistán, han llegado a tener más monedas conmemorativas que circulantes normales. Los ejemplos internacionales suman y siguen, yendo desde la celebración de eventos deportivos hasta la de acuerdos diplomáticos.
La numismática chilena esperaba este acontecimiento con ansias, sobre todo por tratarse de una moneda destinada a la circulación común y no a la inversión o la exhibición por ser acuñada en algún metal precioso. Al mismo tiempo, esta decisión abre la puerta a la innovación en el diseño de nuestras monedas. ¿No tenemos, acaso, acontecimientos históricos que relucir, héroes que celebrar, patrimonio natural o humano que dar a conocer? Que hayamos vuelto hoy a la senda de las emisiones conmemorativas, en la que algún momento caminamos junto a otros países del mundo, nos entrega ahora la posibilidad de hacerlo, sin necesariamente renunciar al monopolio o’higginiano, a la mujer mapuche ni al cardenal Silva.
Por Bruno Rodríguez Carapelle, académico Derecho UC y coleccionista numismático.
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