Por Cristóbal Osorio¿Parisi bien vale una misa?

El balotaje está a la vuelta de la esquina, por lo que no es extraordinario que los candidatos estén en modo “besamano”, recibiendo apoyos de exrivales interesados en no quedar debajo de la mesa u ofreciendo gestos a antagonistas reacios a ofrecer sus votos.
En la escena, brilla Franco Parisi. Con sus 2,6 millones de preferencias (19,7%), es el gran elector del balotaje. Con estos números, Jeannette Jara asume “Paris(i) bien vale una misa”, como dice el dicho atribuido a Enrique de Borbón, quien decidió convertirse al catolicismo, renunciando al protestantismo, con tal de ser el rey de Francia.
Visto así, Jara debería asumir su conversión como una virtud, sin ver con malos ojos asistir a Bad Boys en YouTube (aunque el programa lo descartó), ni escuchar de mala gana la retórica contra los partidos políticos. Incluso -si se da la instancia- no debiese arrugarse al integrar al PDG y a los “nietitos” en su campaña.
¿Vale la pena esa misa?
Tal vez Jara esté cometiendo un grave error si es que cree que los votos le pertenecen a Parisi, como si se tratase de un líder carismático capaz de comandar a sus seguidores. ¡Cuidado! El perfil de dichos votantes no parece ser el de quienes reciben directrices. Por el contrario, se trata, en su mayoría -según han señalado analistas- de orgullosos varones apolíticos que se nutren de contenidos digitales. Criados en la ética y la estética de una sociedad de mercado, quieren creer en la meritocracia, valoran a las personas por sus logros económicos, y rechazan a una élite santiaguina –“facha y comunacha”- que supuestamente impide su auge. Pretenden un camino propio, expedito, libre de burocracia y de grandes compromisos partidarios.
Entonces las preguntas correctas son si Jara puede atraerlos acercándose a Parisi, cuánto y de qué modo.
Las respuestas no pueden ser categóricas. Tal vez Jara pueda conectar algo con las demandas por más meritocracia, si es que -por ejemplo- la candidata cambia la lectura de su propia trayectoria, como si se tratase de un caso de éxito que se enseña en las escuelas de negocios, de alguien que va de El Cortijo a La Moneda. Pero, es difícil hacer creer que ella gobernará para esta nueva clase media, frustrada y ansiosa por reemplazar a las viejas elites concertacionistas y las nuevas frenteamplistas, donde lo único que no huele (tanto) a élite es el PC.
Además, Jara ya “tuneó” su identidad para parecerse más a su alianza política que a su partido, por lo que es difícil lograr una segunda acrobacia. No es verosímil, y las intentonas de integrar gente en esa frecuencia, como Balbi el Chamako, han resultado mal.
Lo que es peor, asumiendo que lo más probable es que Jara pierda, haga lo que haga, no es inocuo la forma en que esto suceda. La política es dinámica, pero deja huellas. En cuatro años más habrá elecciones, y las concesiones que ella haga hoy a nombre del sector -tanto políticas como estéticas-, serán los renuncios y las nuevas líneas fronterizas corridas del mañana. Además, se extraña correr el cerco, no por conveniencia, sino por afirmaciones de principios e ideas políticas, como alguna vez hizo Gladys Marín al integrar a Pedro Lemebel en su órbita.
Tal vez Parisi no valga una misa. Al menos no en este rito fúnebre de un sector cada vez con menos brújula y sintonía social.
Por Cristóbal Osorio, profesor de Derecho Constitucional, Universidad de Chile
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