
Del amor propio al rechazo: el retorno de los estereotipos de belleza en las nuevas generaciones
Lo que parecía un avance hacia la aceptación hoy retrocede: viejos mandatos estéticos vuelven a marcar a la Generación Z.

Estamos en el 2025 y la extrema delgadez vuelve a ocupar titulares, portadas y timelines. No es nostalgia de los 90: es la señal incómoda de que como sociedad seguimos obsesionados con disciplinar los cuerpos —sobre todo los feminizados—. No es estética: es control.
Mientras la Generación Z se presenta como crítica, moderna y consciente —y en muchos aspectos lo es—, la práctica cuenta otra historia: un revival de los patrones más antiguos y dañinos. Restricción extrema, culto al cuerpo delgado y libertad para opinar sobre cuerpos ajenos como si no hubiésemos aprendido nada. La lucha millennial por el respeto corporal y el rechazo al juicio estético está siendo desplazada, y muchas voces jóvenes, pese a proclamarse progresistas, repiten el guion conservador.
Las redes sociales, que alguna vez ampliaron la representación, vuelven a ser espejos deformantes. Hoy cada story o TikTok puede convertirse en una lupa para fiscalizar cuerpos, viralizar dietas extremas o exponer “lo que como en un día” en tallas cada vez más inalcanzables. La violencia estética se disfraza de cuidado personal y se propaga con likes, follows y algoritmos que premian la autodestrucción.
Este fenómeno no surge de la nada. Coincide con un auge global del conservadurismo que intenta reinstalar normas rígidas sobre cuerpos, géneros, identidades y deseos. Y cuando se estrechan los márgenes de lo posible, lo primero que vuelve a controlarse es lo más íntimo: el cuerpo.
Naomi Wolf lo advirtió hace más de tres décadas: “Una cultura obsesionada con la delgadez femenina no está obsesionada con la belleza, sino con la obediencia. La dieta es el sedante político más potente en la historia de las mujeres: una población tranquilamente loca es una población dócil”.
La extrema delgadez no solo es un ideal impuesto: es un mercado multimillonario. Medicamentos para adelgazar convertidos en tendencia, cirugías bariátricas sin control, profesionales de la salud que hacen branding de tratamientos restrictivos y coaches que venden dietas como si fueran bienestar. El cuerpo convertido en producto y la inseguridad en moneda de cambio.
Lo más alarmante es que esta presión llega cada vez más temprano. Según la National Eating Disorders Association y la AED, la edad de inicio de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) se ha desplazado dramáticamente hacia la infancia y la adolescencia. El bullying estético —en el aula y en redes— se vuelve rutina. Y no solo afecta a los más jóvenes: quienes vivieron los 90 y 2000 bajo el mandato de la delgadez, hoy, con poder adquisitivo, vuelven a las dietas extremas, fármacos milagrosos y cirugías para “corregir” cuerpos que nunca estuvieron rotos.
Es una cadena intergeneracional: madres, tías, abuelas y ahora adolescentes compartiendo un discurso de control disfrazado de autocuidado. Y mientras tanto, desaparecen de las pasarelas y portadas las figuras que simbolizaron diversidad corporal. Las modelos extremadamente delgadas vuelven a dominar la escena, reactivando la lógica heroin chic de los 90: la fragilidad como estética y el sufrimiento como glamour.
Incluso artistas que fueron íconos de la aceptación corporal hoy se alinean con estándares imposibles, cediendo ante una presión que no perdona a nadie. Es la prueba más clara de que ningún cuerpo está a salvo cuando la industria decide qué es deseable y qué no.
Aquí la Generación Z tiene un desafío real: diferenciarse de verdad. Cuestionar estos mandatos implica dejar de opinar sobre el cuerpo del otro, dejar de romantizar la autodestrucción y entender que comer no es un pecado, sino un derecho.
Si no rompemos ese ciclo, la historia se repite. Y mientras se repite, crecen las cifras de ansiedad, depresión, problemas de autoimagen y TCA. La pregunta es simple: ¿quién gana cuando una generación entera vuelve a odiar su cuerpo? La respuesta, igual de clara: no somos nosotras ni nosotros. Gana un sistema que necesita cuerpos dóciles, inseguros y obsesionados con su propia vigilancia, para que no se ocupen de reclamar los derechos que la sociedad ya les ha arrebatado.
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
2.
3.
4.
Contenidos exclusivos y descuentos especiales
Digital + LT Beneficios$3.990/mes por 3 meses SUSCRÍBETE