Karate y amor: la historia de Anastasia Velozo, la ucraniana que triunfa en el Team Chile
Viene llegando de Egipto, donde se coronó como la primera mujer chilena en obtener una medalla en el Mundial de Karate, un logro que confirma su talento indiscutible. Pero la historia de Anastasia no ha sido tradicional. Sus orígenes en el karate están en su Ucrania natal y fue una historia de amor la que la trajo a Chile, el país donde reconstruyó su vida, retomó el deporte y volvió a brillar en el tatami. Esta es la historia de una decisión impulsada por el corazón.

Desde el aeropuerto de París, Francia, Anastasia se conecta a una videollamada en medio de una escala esperando retornar a Chile. Viene viajando desde Egipto, lugar donde se realizó el Mundial de Karate en el cual se consagró como la primera mujer chilena en obtener una medalla en esta competencia.
Este triunfo llega después de un complejo año para Anastasia, en donde no solo sufrió un importante robo en su hogar donde se llevaron sus medallas, sino también tuvo que lidiar con una incierta clasificación al torneo.
Esta es la historia de la ucraniana que dejó todo por amor y que hoy hace brillar al Team Chile con sus logros.

El comienzo de todo
El karate llegó de manera inesperada a la vida de Anastasia. Si bien no fue el primer deporte que practicó, fue el más significativo. En primera instancia, cuando tenía cinco años, su mamá la inscribió en un taller de gimnasia artística, pero a ella nunca le gustó esa disciplina. Duró solo un año allí y luego comenzó un taller de baile en su escuela, en donde no solo practicaban, sino que también viajaban para presentaciones. “Eran bonitos los viajes y no era tan competitivo porque solamente tenías que bailar”, recuerda.
Fue a los nueve años, y casi sin quererlo, cuando su vida cambió. Su hermano, siete años mayor que ella, ya practicaba karate y todo empezó como un simple juego entre ambos. “Tú vas conmigo a entrenar”, le dijo su hermano a Anastasia. “Me llevó y desde el primer entrenamiento me enamoré”, confiesa.

Desde ahí no se detuvo más. Campeonatos en su país, competencias en Europa y medallas se transformaron en algo cotidiano para Anastasia.
Mientras todo esto pasaba, ella entró a la universidad y a los 19 años se graduó de las carreras de educación física y psicología, con la vocación de educar niños: “Siempre supe que era lo que quería hacer, lo que me gustaba”.
Las competencias y medallas fueron aumentando, hasta que un entrenamiento cambiaría el rumbo de su vida por completo.
Amor a primera patada
En medio de un campamento de karate en Ucrania realizado en marzo del 2018, apareció Camilo Velozo, deportista chileno. “¿Y este chico? Me llama mucho la atención”, recuerda haber pensado la primera vez que lo vio. “Fue amor a primera vista”, dice Anastasia.
En ese momento ella no sabía hablar español y Camilo tenía dificultades al comunicarse en inglés, pero a pesar de eso la relación fluyó. Tuvieron un par de citas hasta que llegó el momento en que Camilo debía volver a Chile. “Fue una despedida muy dolorosa porque no teníamos idea cuándo nos íbamos a ver”, recuerda Anastasia, quien aún tiene muy presentes las emociones que sintió en ese momento. La confusión la invadió, pues debido a la lejanía entre Chile y Ucrania, ella creyó que jamás se volverían a ver. “No tenía esperanza de que funcionara la relación, pero mi corazón sí la tenía y el corazón no miente”, dice.
Durante cuatro meses Anastasia y Camilo no dejaron de hablar ni un solo día. Mensajes de Whatsapp y videollamadas los mantuvieron conectados a pesar de los 13.000 kilómetros de distancia. Anastasia confiesa que sus padres estaban preocupados y no entendían la relación a distancia entre ambos. Le tuvo que prometer que no se iría a ningún lado, sin saber lo que el futuro le deparaba.

A fines de julio del mismo año, Camilo viajó a Ucrania. Ahí Anastasia y su familia se convencieron de que esta relación iba en serio. “Cuando supe que iba a venir le dije a mis papás. Para ellos fue el punto clave para confiar en Camilo”, cuenta.
Así comenzaron una relación que, al contrario de lo que creía Anastasia, resultó muy bien. Gracias a la disciplina que ambos practican, pudieron verse durante todo un año en distintas competencias alrededor del mundo. “Tuvimos mucha suerte”, dice, aunque en realidad está convencida de que fue el destino. Uno que se coronó en septiembre de 2019, en Japón, cuando en medio de una competencia, Camilo le propuso matrimonio a Anastasia.y como era de esperar, ella le dio el ‘sí’.
El salto a Chile y su renacer como deportista
La pareja decidió casarse en un aeropuerto en Ucrania, como símbolo de su relación. En ese momento Anastasia optó por cambiar su apellido ucraniano y tomó el de su marido, Velozo.
Anastasia y Camilo vivieron seis meses separados. La idea era que él se mudaría a Europa con ella, sin embargo, se le presentó una muy buena oportunidad de entrenar en Chile, por lo que le ofreció a Anastasia venirse con él.

La pandemia estaba comenzando, los eventos deportivos se cancelaban y Anastasia sentía que su rendimiento iba en picada. Ella quería comenzar a formar familia y decidió que viajar a Chile era la mejor opción.
Camilo compró pasajes de una semana a otra para que Anastasia se mudara, pero una persona le advirtió que la situación sanitaria era crítica, por lo que le aconsejaba tomar el vuelo lo antes posible. Anastasia cambió sus pasajes para el otro día. “Yo creo que no sabía qué estaba haciendo. Solo actué sin pensar en consecuencias, pero fue lo mejor que podría haber hecho”, confiesa.
Al llegar a Chile, tanto por la pandemia como por los resultados que estaba obteniendo, Anastasia decidió poner en pausa su entrenamiento y comenzó un emprendimiento de pasteles ucranianos. El negocio estaba funcionando perfecto, los pedidos subían cada vez más, pero ella no se sentía completa.
Y todo empeoró con la guerra en Ucrania. “La situación en momentos se tornó super angustiante y daba mucho miedo porque no sabías qué iba a pasar. El primer tiempo era demasiado chocante, pasaban cosas super feas, era horrible. Yo no sabía si mis papás iban a tener conexión, si iba a poder hablar con ellos. Podía perderlos”, cuenta.

Buscando distracción, empezó a entrenar karate. “Era de los únicos espacios donde, al menos por un par horas, no pensaba en mis padres y en la guerra. Me sacaba de ahí”. Así fue su retorno al tatami.
Poco después se nacionalizó como chilena, lo cual le permitió unirse al Team Chile como competidora. “Entregar medallas y posicionar a Chile en karate en un nivel alto ha sido maravilloso”, dice con el mismo entusiasmo con el que habla de su escuela de karate para niños, en la que cumplió su otro sueño de enseñar.
Hoy, mientras espera su conexión en el aeropuerto de París después de un Mundial inolvidable, Anastasia mira hacia atrás y entiende que nada de lo que ha vivido, la distancia, la guerra, el desarraigo, y los comienzos desde cero, han sido en vano. Y que ese salto que alguna vez dio por amor, abrió sin quererlo, todas las puertas que hoy la sostienen: un país, una carrera renacida y una vida que jamás imaginó.
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