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Crisis moral de la República

El 1 de agosto de 1900, o sea hace 115 años, don Enrique Mac Iver Rodríguez, abogado, político y hombre de Estado chileno, pronunció un discurso en el Ateneo de Santiago acerca de la crisis moral de la República. Dada la vigencia de sus palabras, en el decadente Chile de hoy, reproduciré algunos extractos de su discurso, los cuales pueden ayudarnos a entender las razones por las cuales Chile va por mal camino y cómo se repite la historia. Don Enrique Mac Iver afirmaba: “Me parece que no somos felices; se nota un malestar que no es de cierta clase de personas ni de ciertas rejiones del país, sino de todo el país i de la jeneralidad de los que lo habitan. La holgura antigua se ha trocado en estrechez, la enerjía para la lucha de la vida en laxitud, la confianza en temor, las espectativas en decepciones.

El presente no es satisfactorio i el porvenir aparece entre sombras que producen la intranquilidad. No sería posible desconocer que tenemos más naves de guerra, más soldados, más jueces, más guardianes, más oficinas, más empleados i más rentas públicas que en otros tiempos; pero ¿tendremos también mayor seguridad i tranquilidad nacional, superiores garantías de los bienes, de la vida i del honor, ideales más perfectos y aspiraciones más nobles, mejores servicios, más población i más riqueza i mayor bienestar? En una palabra, ¿progresamos? A la iniciativa, al esfuerzo i al capital de nuestros conciudadanos debemos los primeros ferrocarriles i telégrafos, puertos, muelles, establecimientos de crédito, grandes canales de irrigación i toda clase de empresas. ¿Por qué nos detenemos? ¿Qué ataja el poderoso vuelo que había tomado la República i que había conducido a la más atrasada de las colonias españolas a la altura de la primera de las naciones hispano-americanas? ¿Es la raza? ¿Son las instituciones? ¿Es el territorio? ¿Será la crisis económica? En mi concepto, no son pocos los factores que han conducido al país al estado en que se encuentra; pero sobre todos me parece que predomina uno hacia el cual quiero llamar la atención i que es probablemente el que menos se ve i el que más labora, el que menos escapa a la voluntad i el más difícil de suprimir. Me refiero, ¿por qué no decirlo bien alto? A nuestra falta de moralidad pública; sí, la falta de moralidad pública que otros podrían llamar la inmoralidad pública.

Hablo de la moralidad que consiste en el cumplimiento de su deber i de sus obligaciones por los poderes públicos i los majistrados, en el leal i completo desempeño de la función que les atribuye la carta fundamental i las leyes, en el ejercicio de los cargos i empleos, teniendo a la vista el bien jeneral i no intereses i fines de otro jénero. Hablo de la moralidad que da eficacia i vigor a la función del Estado, i sin la cual esta se perturba i se anula hasta el punto de enjendrar el despotismo i la anarquía, i, como consecuencia ineludible, la opresión, todo en daño del bienestar común, del orden público i del adelanto nacional.

Ceguera sería desconocer que el país es víctima tanto de una crisis económica, cuanto de una crisis moral que detiene su antigua marcha progresista. Consecuencia de innovaciones poco atinadas o efecto de vicios y pasiones, resultado de sucesos fatales u obra de la imprevisión i el abandono, el hecho es que no sería de temeridad decir, dando a las frases una acepción jeneral i sin referirlas a hombres ni a partidos determinados: falta gobierno, no tenemos administración”.

Concluye Enrique Mac Iver: “Tengo fe en los destinos de mi país i confío en que las virtudes públicas que lo engrandecieron volverán a brillar con su antiguo esplendor”. ¡Qué falta le hacen a Chile estadistas de la talla de Enrique Mac Iver Rodríguez¡

*El autor es ingeniero comercial de la Universidad de Chile - (amjpulso@gmail.com).

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