Pulso

Mi Mundial

El fútbol me atrajo desde la niñez, transcurrida  en mi viejo y querido Valparaíso.Mis primeros recuerdos de cercanía con esa actividad deportiva, que hoy tiene en vilo a millones de habitantes de nuestro planeta (si hasta parece pelota de fútbol), fue en mi barrio jugando con amigos que el tiempo dispersó, pero que hoy estoy seguro recuerdan esas pichangas que sólo terminaban cuando la luz se iba.

Y con el fútbol profesional fue acompañando a mi padre al recordado Playa Ancha a ver al decano, a mi club de toda la vida, a Santiago Wanderers de Valparaíso.  Esas tardes memorables, de viento sur, aroma a eucalipto y pasión verde son algo que no puedo explicar, pero que el sólo escribirlo me hace pensar en la próxima fecha en el hoy Estadio Elías Figueroa, moderno, elegante y digno de la ciudad patrimonial.

Y yendo a lo del mundial, del 58 tengo pocos recuerdos, porque tenía sólo ocho años y la TV era algo que se veía en las revistas, por lo que el resumen de los partidos se debía ver en los cines y en el noticiero Emelco.

Pero llegó la gran fiesta del 62.  No se jugó en Playa Ancha, que se destinó a una feria internacional de ASIVA con ocasión del Mundial, pero sí en la ciudad del lado:  en Sausalito.  El grupo de Viña del Mar quedó conformado por Brasil, España, Checoslovaquia y México.  Y ahí estaba yo.  Vi cuando se lesionó Pelé y lo reemplazó Amarildo.  Vi también jugar a Gento y a Puskas por España.  A ese puntero de piernas entre paréntesis, Garrincha.  Y a dos arqueros que, con ojos de doce años, me parecieron de otro mundo: el checo Schroif y el mexicano Carbajal.  Si hasta pude ver la final anticipada:  Brasil-Checoslovaquia en Sausalito, con un no muy emocionante empate en cero.

Si bien debo reconocer que la eliminación de España en primera ronda fue una decepción en mi casa, para mi padre y sus amigos, rápidamente la histórica actuación de Chile y ese tercer puesto llenaron mi corazón de niño con alegría y orgullo. Además fue debidamente celebrado en mi hogar como asimismo en todo Chile.

Hoy, en que todo el Mundial se puede ver en HD y simultáneamente con la realización de los partidos, parecen una curiosidad dos discos de vinilo, de 45 rpm, que aún guardo como un tesoro:  el relato de las jugadas más importantes de los partidos Chile-Suiza (3-1) y Chile-Italia (2-0) en la voz del inolvidable Julito Martínez.  Todavía me emociono cuando escucho a la banda de la Escuela Militar entrando al Estadio Nacional el 30 de mayo de 1962; para inaugurar la séptima versión de la copa Jules Rimet.

Muchos goles han pasado bajo los palos desde esos años.  He estado en otros mundiales.  Pero el del 62 fue en mi casa.  Habrá sido modesto, con el mayor terremoto de la historia conocida sólo dos años antes, con sólo cuatro sedes, con una TV incipiente y en blanco y negro, pero fue MI Mundial.  Y eso no me lo quita nadie.

Como tampoco nadie puede quitar de mis recuerdos el inolvidable Wanderers del 58; los míticos Panzers del 68 y el recordado equipo del 2001.  Y tampoco me pueden quitar el viento de Playa Ancha.

*Director de empresas, académico, consejero de Sofofa y director de Santiago Wanderers.

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