Everest: los secretos del techo del mundo

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La expedición "Planeta Extremo Perpetuo: Everest", organizada por la Sociedad National Geographic y Rolex, celebra la instalación del equipo de monitoreo climático a 8.430 metros de altura (www.NatGeo.com/Everest). Crédito: Mark Fisher, National Geographic.

Una expedición liderada por la Sociedad National Geographic acaba de realizar una hazaña inédita: instalar las estaciones de monitoreo climático a mayor altura en el planeta. Los equipos funcionan a pocos metros de la cima del Everest y podrían ayudar a determinar el impacto del cambio climático en las corrientes de viento y en los glaciares que proveen agua a miles de millones de personas.


Más allá de los 8.000 metros de altura, la montaña que las comunidades locales llaman "Santa Madre" se olvida de su espíritu benevolente y se convierte en un campo de exterminio. Entre ese límite y la mayor cima del planeta que está sólo 848 metros más arriba, se extiende la temida "zona de muerte": un trecho donde los pulmones, el corazón, los ojos y hasta el cerebro de los escaladores comienzan a colapsar debido a la falta de oxígeno. Allí, en el mismo lugar donde ha sucumbido gran parte de las más de 300 víctimas fatales que ostenta el Everest, un grupo de investigadores acaba de hacer historia al instalar las estaciones de monitoreo climático que funcionan a mayor altura en el planeta.

La arriesgada maniobra fue parte de la expedición científica más ambiciosa realizada hasta ahora en el Everest y que se extendió entre abril y comienzos de junio. La exploración fue liderada por miembros de la Sociedad National Geographic y especialistas de la Universidad Tribhuvan, en Nepal, quienes encabezaron un equipo internacional de más de 30 geólogos, glaciólogos, biólogos, cartógrafos y especialistas en clima que trabajaron en varias áreas de la montaña. Un grupo designado como el equipo de extrema altura se atrevió a desafiar los casi -40° Celsius que suelen imperar en la "zona de muerte" y, tras un ascenso de casi siete horas, logró habilitar una estación a 8.430 metros y otra a 7.945 metros.

Además de esa hazaña, que requirió meses de entrenamiento para evitar cualquier riesgo de congelación, otros investigadores recolectaron núcleos de hielo a 8.020 metros de altura -una marca inédita-, tomaron muestras de lagos glaciares e instalaron cuatro estaciones para el estudio de plantas, insectos y otras especies que habitan en altitudes extremas. Desafiar a la muerte, cuentan los científicos, valió la pena porque los datos que reunirán las nuevas estaciones ayudarán a estudiar de cerca dos fenómenos que tienen alcances mundiales y que siguen siendo un misterio: el funcionamiento del llamado jet stream en el centro de Asia -una de las poderosas corrientes globales de viento que circulan a grandes altitudes y que influyen en el desarrollo de las tormentas y el crecimiento de los cultivos- y el impacto real del cambio climático en las empinadas nieves de los Himalayas.

Paul Mayewski, director del Instituto de Cambio Climático de la Universidad de Maine y líder científico de la expedición, cuenta a Tendencias que revelar esos secretos podría abrir una nueva ventana de observación del planeta. Después de todo, dice, nadie ha hecho ciencia de campo a más de siete mil metros: "Los jet streams en ambos hemisferios están siendo impactados por la actividad humana. En el lado norte el calentamiento del Ártico está forzando a que el jet stream se vuelva menos estable, lo que permite que grandes bolsones de aire frío se muevan al sur y que el aire cálido se desplace al norte. El resultado es un mayor número de tormentas, sequías e inundaciones".

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Chris Millbern, del equipo de mapeo de la expedición "Planeta Extremo Perpetuo: Everest", usa un dron para reunir datos de fotogrametría (www.NatGeo.com/Everest). Crédito: Mark Fisher, National Geographic.[/caption]

Las nuevas estaciones serán vitales para analizar esas amenazas, porque facilitarán el monitoreo constante: "El Everest es icónico y, obviamente, su cima está más cerca del jet stream que cualquier otro sitio montañoso del planeta", señala Mayewski. Además, explica, los químicos presentes en los núcleos de hielo recogidos a 8.020 metros de altura "permitirán investigar el comportamiento pasado" de esa corriente de viento y la composición de la atmósfera en la era preindustrial.

Tom Matthews, climatólogo de la Universidad Loughborough en Reino Unido y miembro de la expedición, también recalca a Tendencias que los datos llenarán un vacío de conocimiento que hoy es crítico para analizar el futuro de un planeta: "Nunca hemos tenido observaciones continuas del clima existente en la superficie de la Tierra por sobre los 8.000 metros. Por eso hay un sentido de exploración pura.Sabemos que el Everest es el punto más alto del planeta, pero ¿cuán extremo es su clima?, ¿cuán frío se vuelve realmente?, ¿cuán veloces son sus vientos?, ¿cuánto oxígeno hay en la cima durante el año? Con las nuevas estaciones, podremos responder esas preguntas fundamentales".

La crisis del Everest

En febrero de 2019, el Centro Internacional de Desarrollo Montañoso Integrado publicó un estudio que tardó cinco años en estar terminado. Sus conclusiones muestran un oscuro futuro para los Himalayas y las poblaciones de esa región. El informe alerta que a fines de este siglo el progresivo calentamiento del planeta habrá hecho desaparecer casi un tercio de los 10 mil glaciares de la zona, un deterioro que según Tegan Blaine, climatóloga de la Sociedad National Geographic, tendrá efectos devastadores.

"El nuevo reporte muestra que las temperaturas más cálidas están derritiendo rápidamente los glaciares de las montañas, lo que pone en riesgo la provisión de agua de más de 1,6 mil millones de personas. Además de impactar la fuente de agua de la región, las comunidades montañosas se arriesgan a inundaciones catastróficas, deslizamientos de tierras y erosión", explica la investigadora a Tendencias.

Casi todos los glaciares de los Himalayas se originan en la nieve que se deposita a más de 5.000 metros, una zona en la que casi ningún científico se aventura. Con las nuevas estaciones, los investigadores podrán analizar en tiempo real qué ocurre en esa altitud y estudiar los efectos del viento y otros factores que inciden en la evolución de esas vitales masas de hielo. "El agua de los glaciares se usa en centrales hidroeléctricas, en la agricultura, en redes de agua potable. Sin ella, o con niveles significativamente menores, la calidad de vida o incluso la habitabilidad de ciertas regiones está en riesgo", comenta Mayewski.

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Geólogos de la expedición "Planeta Extremo Perpetuo: Everest" toman muestras en un lago glaciar (www.NatGeo.com/Everest). Crédito: Freddie Wilkinson, National Geographic.[/caption]

El diseño e instalación de los equipos -que pesan 50 kilos y tienen antenas de radio y sensores de temperatura, humedad y radiación ultravioleta- requirió una cuidadosa planificación. Sus componentes fueron fabricados para soportar vientos de hasta 360 kilómetros por hora y temperaturas de -50° Celsius. Además, se construyeron con el fin de que pudieran ser instalados rápidamente y sin que nadie tuviera que exponerse innecesariamente al frío.

"De hecho, el 95 por ciento de la instalación se pudo completar con gruesos mitones sin dedos. Sí se necesitaron guantes tradicionales para conectar algunos cables", señala a Tendencias el geógrafo Baker Perry, de la Universidad Estatal de los Apalaches en Estados Unidos y miembro de la expedición. Afortunadamente, agrega el académico, la expedición tuvo la ayuda de sherpas locales, más acostumbrados a la altura extrema y que realizaron la mayor parte de la instalación.

Pese a la preparación, el armado no estuvo exento de problemas. El frío era tan intenso que las baterías de los taladros que fijarían las estaciones en el suelo rocoso estaban totalmente muertas. Para revivirlas, los expedicionarios usaron su ingenio: "Calentamos las baterías colocándolas bajo nuestras axilas y entrepiernas. Después de una hora, finalmente revivieron", comenta Perry.

Ese no fue el único problema: ya en la "zona de muerte", los investigadores se dieron cuenta de que no llevaban algunas de las monturas para el sensor de viento. Las habían olvidado en el campamento y devolverse era imposible; el desastre era inminente. Hasta que tuvieron un momento de iluminación: usar el mango de una pala. "Resultó a la perfección, ya que era de un diámetro similar al de la pieza original. El mango es un poco más colorido, pero debería funcionar de maravilla", añade Perry.

Laboratorio a 8.000 metros

La misión al Everest es la primera de varias de exploraciones impulsadas por la Sociedad National Geographic y la empresa Rolex bajo el nombre de "Expediciones Planeta Extremo Perpetuo". El objetivo es entender los lugares más inhóspitos del mundo, por lo que las nuevas estaciones instaladas en la cima del mundo ya están transmitiendo datos a los servidores de la institución estadounidense, que pronto publicará información en su sitio web.

Galería de imágenes

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Además, los núcleos de hielo recolectados en el Everest fueron transportados hasta la ciudad nepalesa de Katmandú, desde donde serán llevados en avión hasta Nueva York y desde ahí, en un camión frigorífico, hasta el Instituto de Cambio Climático en Maine, donde trabaja Paul Mayewski. El científico comenta que los datos que se obtengan no sólo permitirán realizar análisis meteorológicos a gran escala, sino que también podrían ayudar a combatir las constantes muertes que se producen en el Everest: sólo este año ya han fallecido 11 personas que intentaron llegar a la cima. "Las nuevas estaciones -señala el científico- entregarán a los escaladores datos en tiempo real, para que así puedan elegir su ventana de ascenso con mayor confianza".

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