Horror y barbarie

El análisis debe hacerse sin camiseta de club o país. De manera imparcial y así tendremos que coincidir en que, aunque nos duela o moleste, las culpas son compartidas.
Los del cuadro azul, prendiendo fuego a los asientos, arrojando objetos a la bandeja de más abajo donde estaban los argentinos y lanzando bombas de ruido, desató la reacción de los fanáticos del rojo que con fierros y puñales acorralaron a los seguidores del elenco universitario produciendo la cacería humana. Una vergüenza. Un acto criminal.
Aberrantes las declaraciones del presidente de Independiente, más preocupado de los puntos y de los sanitarios del recinto que de los heridos, algunos con riesgo vital. Un inconsciente absoluto, un gran desatinado. La dirigencia de este descriteriado presidente era la encargada del evento; debían dar las garantías para un desarrollo normal, pero la mirada complaciente o subestimación de la peligrosidad de su barra dejan al descubierto una desidia que raya en la complicidad, la misma que tuvo la policía argentina que con inacción y negligencia permitió la masacre.
No menos culpable es el entrenador del rojo que encendió la polémica azuzando a sus dirigidos y vociferando que había que ganar de cualquier manera, haciendo trampa, con goles con la mano, como fuera. Un caradura.
Veremos cómo actúa la dirigencia del fútbol chileno, más preocupada del Mundial Sub-20. Esperemos para ver los pasos que seguirán ante la Conmebol quienes tienen prontuario y que han hecho la vista gorda en situaciones similares, porque la historia no miente, ya que, otrora, han tomado medidas ridículas, insustanciales y vergonzosas.
Juan Francisco Ortún
Periodista y académico U. Central
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