Paisajes para no colorear: el reguetón más triste

Pai

La obra del director Marco Layera reúne a nueve niñas entre 13 y 17 años que representan testimonios reales de femicidio, violencia, abuso y acoso contra adolescentes.


Al ritmo de un reguetón de Daddy Yankee, Paisajes para no colorear, impresionante obra del director Marco Layera, reúne a nueve niñas entre 13 y 17 años que representan testimonios reales de femicidio, violencia, abuso y acoso contra adolescentes. Una escena estremecedora es la recreación de la muerte de Lissette Villa, quien a los 11 años fue asfixiada al interior de un centro del Sename, una de las 1.313 víctimas que fallecieron durante los últimos diez años bajo el "cuidado" de esa institución. Lissette murió, según el relato, producto de una brutal técnica de "contención" llamada el "sushi" que consiste en el aplastamiento del niño envuelto en una frazada por parte de sus cuidadores.

En la obra conviven varios tipos de representación que entregan dinamismo, ritmo y potencia al montaje: coreografías, filmaciones cámara en mano, proyección de videos, música en vivo, testimonios y performance. La escena del bullying escolar resulta conmovedora porque se proyecta en pantalla grande el rostro de la actriz en primer plano, quien muestra a cámara los mensajes ofensivos que recibe. La acción se representa y se filma simultáneamente, dispositivo usado en obras anteriores del director como La dictadura de lo cool. Paula no quiere ir al colegio, se queda en casa encerrada en su pieza, pero ahí tampoco encuentra tranquilidad porque sus compañeros la molestan por Internet. Piensa en el suicidio, pero el hecho de narrar estos episodios en público la ayuda a recuperar su autoestima, aceptarte a sí misma y reírse y bromear con lo que antes eran los insultos de los otros.

La posibilidad de lo imprevisto, el riesgo y la incertidumbre llega cuando el elenco elige a un espectador para que interprete al padre de una niña que ha sido víctima y testigo de violencia intrafamiliar, recurso que transita en el límite entre lo real y la ficción. Daniela enfrenta a su padre y le critica el maltrato físico y psicológico al que somete a su madre y familia.

Un monólogo sobre la identidad sexual es otro de los momentos memorables de la puesta en escena y se transforma en un efectivo manifiesto sobre la necesidad de una educación no sexista y la eliminación de las etiquetas y estereotipos de género.

El montaje recurre al humor en la escena del carrete juvenil dentro de una gran casa de muñecas, donde el elenco entra en catarsis e interpreta frenéticamente la canción "Tu falta de querer", de Mon Laferte. La parodia de unas manifestantes contra el aborto vestidas con abrigos de piel también saca risas del público. Paisajes para no colorear, una de las obras sobresalientes de lo que va del año, es un emocionante desahogo colectivo, el grito de toda una generación de niñas y adolescentes chilenas que saca la voz, reclama respeto y ser escuchadas por primera vez.

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