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Cumplirás tus promesas de campaña

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El primer año político del gobierno de la derecha se cierra con una dificultad manifiesta para perfilar una identidad programática propia, un rezago en el cumplimiento de las principales promesas de campaña y una singular capacidad para producir "errores no forzados" (¿cuáles serán los "errores forzados"?).
Tras la dificultad de la derecha para  gobernar desde sus convicciones más íntimas y cumplir sus promesas electorales, probablemente se encuentre el estrecho resultado de la elección presidencial pasada. Una elección que se jugó y se decidió en el campo de la centroizquierda, y donde la derecha y el candidato Piñera jugaron a fondo la carta de la indiferenciación programática, intentando reducir la disyuntiva de la ciudadanía a una cuestión de "gestión" o de una inocua "alternancia".
Se fueron sembrando así, con generosidad y entusiasmo, promesas de mayor protección social, como un posnatal de seis meses, la eliminación del 7% de la cotización de salud de los jubilados, un ingreso ético familiar, nuevos derechos laborales, entre otras. También se aseguró que no habría retroceso en materia de derechos humanos y de políticas de género. En el plano de las libertades individuales, se ofertó la regulación de las uniones de hecho entre parejas homosexuales.
Se embarcó así la derecha durante la campaña presidencial en una agenda "socialdemócrata" en lo social y liberal en lo valórico, de la cual hoy le es muy difícil zafarse sin pagar importantes costos de credibilidad y confianza ciudadana.
A su vez, cuando el gobierno ha intentado jugar en su propia cancha programática, los resultados han sido discretos: la reducción del subsidio al gas en Magallanes; la delincuencia y la imposibilidad de mostrar resultados para un problema de raíces sociales profundas; el fallido intento de reducir las horas de Historia en el currículo escolar y el olvidable "semáforo-Simce"; unos símbolos religiosos que se intentan introducir fallidamente en edificios públicos en una sociedad pluralista y laica; la impopularidad de emprender nuevas privatizaciones; el momentáneo carpetazo a la promesa de regular las parejas homosexuales.
Echar por la borda las promesas de campaña más emblemáticas, entrando en barrocas reinterpretaciones de éstas (como ha ocurrido con el posnatal de seis meses) o recurriendo al expediente de "la letra chica", aquella minúscula caligrafía que las personas padecen en el mundo del crédito y del consumo, es un camino que se puede recorrer, pero no sin altos costos de desconfianza y de irritación ciudadana.
La otra opción  es simplemente cumplir a cabalidad las promesas electorales. "Cumplirás tus promesas de campaña", casi como un mandamiento bíblico -esta vez sin "letra chica"- de una política que quiere volver a ser tomada en serio y respetada por los ciudadanos.
Sería una gran paradoja -aunque tal vez la paradoja es propia de la política- que el primer gobierno de derecha después de décadas, terminara realizando un programa de corte socialdemócrata (aunque hay holguras fiscales inéditas para ello). No hacerlo, por el contrario, puede conducir a consolidar la  percepción de un gobierno que no cumple sus promesas electorales, aumentando la brecha de incredulidad y desconfianza entre la ciudadanía y la actual administración, lo que ya comienza a reflejarse dramáticamente en las últimas encuestas.

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