Los beneficios para la democracia del voto obligatorio
El significativo aumento de la participación electoral permite elegir a las principales autoridades del país con una mayor base de representatividad y a la vez brinda una oportunidad de conocer en forma más profunda el sentir de la mayor parte de la población.

El padrón total para las presentes elecciones quedó conformado por más de 15,7 millones de electores -desde ya el mayor número que registra nuestra historia-, pero además será la primera vez que el país elegirá Presidente de la República y parlamentarios desde que se estableció el voto obligatorio en 2022. De verificarse una participación electoral similar a la que hubo en la elección de alcaldes y gobernadores de 2024 -que entonces alcanzó a casi el 85%-, implicará que terminarán votando más de 13 millones de personas. Cabe recordar que en la segunda vuelta presidencial de los comicios de 2021 -cuando todavía regía el sufragio voluntario- votaron 8,3 millones de personas, hasta entonces la elección con mayor participación electoral en nuestra historia.
El impacto del voto obligatorio resulta ciertamente significativo para efectos de robustecer nuestra democracia, ya que por la vía de un aumento de la participación electoral cabe esperar que definitivamente habrán quedado atrás aquellas elecciones donde votaba menos del 50% del padrón electoral, como ocurrió con las presidenciales y parlamentarias de 2017, donde sufragó el 46% del padrón, o el bochorno de las municipales de 2016, con apenas el 35% de participación. En ningún caso una participación más menguada resta legitimidad a unos comicios, pero es un hecho que en la medida que más chilenos se involucren en los procesos electorales sus resultados serán mucho más representativos de la realidad que vive el país, permitiendo dimensionar de mejor forma el sentir de la mayor parte del electorado y no solo de una fracción de este, como venía ocurriendo bajo el sufragio voluntario.
Producto del voto obligatorio, unos cinco millones de electores que antes no votaban esta vez sí tendrán que hacerlo. En general son votantes que se ubican entre los 30 y 40 años, pertenecientes en su mayoría a sectores populares. Se trata de un factor que ha acrecentado la incógnita respecto de los resultados, pues no es claro en qué dirección se moverán dichos votantes. Lo cierto es que una vez que se cuenten los votos las fuerzas de oposición y el oficialismo podrán calibrar mejor cuál de ellas logró mayor sintonía con este masivo segmento que hasta ahora permanecía relativamente oculto, y a la vez será posible conocer mejor su sentir respecto del rumbo que lleva el país, lo que desde ya resulta un ejercicio interesante.
La masividad de la participación que se espera en la jornada de hoy no debe llevar, en todo caso, a sacar conclusiones por adelantado. Desde luego, las fuerzas que se impongan en la presidencial darán una primera idea de cómo se está expresando el electorado, pero es necesario tener presente que en la segunda vuelta comienza una nueva elección con sus propias lógicas, de modo que no necesariamente la forma como se votó en esta primera fase se replicará en la segunda vuelta.
Lo cierto es que, más allá de los resultados que arrojen las urnas y el rumbo que tome el país, la democracia chilena claramente se está viendo fortalecida gracias al voto obligatorio, al permitir elegir a sus principales autoridades con una base de representación mucho más amplia, lo que prueba el acierto de haber introducido esta reforma. Con todo, cabe lamentar que este importante avance para nuestra democracia no haya sido acompañado de una reforma integral a nuestro sistema político, fruto de la falta de coraje y cálculos electoralistas del gobierno y la clase política, que mediante todo tipo de argucias han logrado dilatar dichos cambios. Estos comicios deberían haber sido justamente la oportunidad para comenzar a racionalizar el abultado número de partidos políticos que hoy atiborran el Congreso, mediante la introducción de algún tipo de umbral para acceder a representación parlamentaria. Es sin duda una de las grandes tareas que ha quedado pendiente, y donde las virtudes del voto obligatorio no son suficientes para subsanar este vacío.
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