Nos sorprendimos al entrar a esta casa. Emplazada en Jardín del Este, se mantiene intacta en el tiempo, tal como si hoy fuera 1964, año en que llegaron los propietarios a habitarla junto a sus tres hijas.  Entonces había solo dos o tres casas más y seguía siendo como vivir en el campo. Por lo menos eso confiesa que sentía una de sus hijas cuando la pasaban a buscar para ir al colegio. Pero poco a poco comenzaron a llegar más vecinos y quizás en ese momento, al irse poblando, empezó a sentirse ese pálpito de barrio que se mantiene hasta hoy.

Pero el hecho de que esta casa fuera proyectada por el arquitecto Jaime Sanfuentes fue algo circunstancial. Cuando este joven matrimonio estaba visitando el terreno de 1.504 m² que ya se habían comprado hace algún tiempo, les llamó la atención una de las pocas construcciones existentes, la de Jaime Ruiz-Tagle. No conocían a los dueños, pero esa tarde tocaron el timbre y en ese minuto conocieron su arquitectura. Pasaron, les mostraron la casa y se convirtieron en grandes amigos hasta el día de hoy.

Les encantaron la transparencia, la luz, esa fluidez, los materiales y la manera en que usaba el espacio. Estas obras son DFL-2, es decir, tienen menos de 140 m² de superficie útil, quedando fuera de este cálculo piscina, jardines, estacionamiento e incluso, por ejemplo, los clósets, que por el diseño propuesto en voladizo tampoco se contabilizaban. Su total real es de 250 m².

Era pequeña, pero algo que no olvida una de las hijas de este matrimonio es al maestro Vargas y su trabajo artesanal. En cada una de las casas de Sanfuentes en Jardín del Este se instalaba por un buen tiempo para cortar in situ cada uno de los adoquines hechos de piedras de Pelequén, porque lo artesanal era algo muy presente, así como también la materialidad, como las puertas de encina maciza, diseño por cierto de Sanfuentes. Para su mamá, en cambio, lo que más le gusta del lugar es la interacción entre interior y exterior, los patios interiores, terrazas y los jardines proyectados por la esposa de Sanfuentes, la paisajista Teresa del Río. Y la vida en esta casa, después de 48 años, sigue abierta a la naturaleza, con los almuerzos familiares y los niños jugando en el patio -sus nietos ahora-, todo lo que hace de esta una arquitectura amable, sobria y elegante para quien la habita.

DECORACION

Se mantiene la misma de la época en que se construyó. Todos los sofás son de Mario Matta, que en su origen eran de seda india rústica y ahora son de felpa, y los muebles de madera son de Pedro Valdés.

FLUIDEZ Y TRANSPARENCIA

Concebida de manera tal que puede  atravesarse visualmente desde un extremo a otro. Esta permeabilidad está dada tanto por el uso del plano de vidrio, que se puede abrir en cualquier momento, así como también por la puerta corredera.

ESPACIOS INTERMEDIOS

La fusión entre interior y exterior, más la ausencia de un límite, desarrollan diferentes espacios intermedios.

La casa, que durante dos años fue residencia de la Embajada de Australia, aterriza en el terreno de manera irregular. El volumen se ordena y controla a través de la cubierta, así como también por el patio interior, que posiciona en un extremo los sectores públicos y en otro resguarda la intimidad de la familia.