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Espacio: Oriunda

Armada en base al reciclaje, muebles de antaño y elementos comprados a lo largo de la vida, esta casa es la típica construcción playera de materiales sencillos y poco metraje que con los años ha ido adquiriendo encanto y admiración por su desgaste natural, especialmente por el toque que le ha dado su dueña desde que la compró.

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Este lugar recuerda esas viejas y sencillas construcciones caribeñas sobre la arena y a orillas del rompeolas, de llamativos colores en su arquitectura de madera, muy bien integradas al entorno y rodeadas de un vecindario que pasa la mayor parte del tiempo en el exterior haciendo tertulias con el resto de los vecinos.

Esta imagen es semejante a lo que ocurre en el sector de Pichilemu donde esta casa, específicamente en playa Hermosa, contiene un pasaje narrativo que nos describe aun mejor su propia dueña, Victoria Rivera, quien llegó aquí hace dos años, cuando buscaba un lugar de veraneo a pocas horas de su tierra de origen, Peralillo, Colchagua.

Cocinera de profesión y dueña de la fábrica Sabores de Colchagua, que elabora sopas de verduras congeladas, Victoria encontró el sitio perfecto donde retirarse junto a su hija y amigos para “dormir y despertarte junto al mar”, describe.

Caminó junto a su padre durante mucho tiempo por el sector, buscó lo anhelado y lo que tenía en mente, hasta que finalmente encontró esta pequeña y pintoresca construcción, que de inmediato le encantó, logrando además que sus dueños la vendieran sin pretender hacerlo hasta ese minuto.

La compró a puertas cerradas, incluso con los muebles que había adentro y de a poco fue ambientándola con otros elementos decorativos que fue llevando con el tiempo. Nada premeditado, solo bastaba primero con habitarla. Pasó el tiempo y el resultado logró ser una perfecta ecuación de buen gusto.

Parece una casa de cuentos, viéndola desde la calle dan ganas de entrar, primero porque su color rojo se distingue desde lo lejos y, segundo, porque se adivina la exquisita luz cálida que entra por sus antiguos postigos. Después la sorpresa continúa, cuando al cruzar la única puerta vemos la sencilla y atractiva decoración que hay dentro, sin esquema alguno, mucho color, texturas y formas. Todo habla de un lugar personal, lleno de encanto y vida. Esta es una verdadera casa de playa.

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